Leyenda de la Reconquista de la Alcarria

viernes, 7 junio 1985 0 Por Herrera Casado

El Centenario que estamos celebrando, de la Reconquista de Guadalajara, no se ciñe exclusivamente a la capital, sino que también es referente a muchos pueblos de la provincia, muy especialmente de la Campiña y de la Baja Alcarria. Las antiguas crónicas, más particularmente el De Rbus Hispaniae del arzobispo don Rodrigo Ximénez de Rada, nombran algunas localidades de nuestra actual estructura provincial: además de la ciudad de Guadalajara, alude como conquistadas en 1085 a Uceda, a Hita, a Almoguera, a Atienza y a la Riba de Santiuste. Es cierto que la gran mayoría de los actuales pueblos de nuestra tierra no existían aún pues fueron producto de la actividad repobladora castellana a partir del siglo XII. Pero es curioso que, en muchos de estos pueblos, se ha guardado la tradición de haber sido reconquistados por el Cid Campeador o por Alvar Fáñez de Minaya, al tiempo que Alfonso VI conquistó el reino de Toledo a los árabes.

Haremos hoy un repaso de aquellos sitios, pueblos y cerros donde la tradición ha dejado la querencia de que un lejano y misterioso día, hace ahora novecientos años, unos guerreros valientes y decididos lucharon contra la morisma infiel, «liberando» pueblos y territorios de su dominio y pasándolos as! a la forma occidental y cristiana de vida. Basados unas veces en Cantares de Gesta, otras en mal interpretadas crónicas, y la mayoría en consejas transmitidas de generación en generación, lo cierto es que hoy corno hace cuatro siglos las gentes siguen creyendo en estos hechos, los siguen narrando a sus hijos o a los turistas, y aunque no sea toma que les quite el sueño en su interior late una recóndita admiración por aquellos seres, revestidos de armaduras, empuñando espadas, espoleando caballos, que lucharon contra otra raza y otra religión y la vencieron. Y aun hay un detalle que en algunos lugares es muy significativo: sus habitantes actuales no dudan en ser descendientes de aquellos guerreros conquistadores.

Quien mayor admiración levanta es Alvar Fáñez de Minaya. Se dice de él que era capitán de las huestes del Cid, y aun primo y próximo pa­riente. No cabe duda que fue un destacado militar y estratega de la corte de Alfonso VI, y como tal fi­gura en algunos documentos, por lo que de su existencia real nadie du­da, Así, en un pergamino alfonsí de 1107, uno de los firmantes es Alvar Fáñez, quien completa su nombre con el dato de haber sido señor en el castillo y enclave de Zorita, y en el Santaver. La tradición popular de estos pueblos dice que, en efecto, él fue el conquistador de estos lugares.

La ciudad de Guadalajara es la que ha guardado el recuerdo más pormenorizado de Alvar Fáñez y de su actividad reconquistadora. Aun­ que este tema está ya suficientemen­te tratado, para que no falte en su relación de hechos a él atribuidos, cito a continuación las palabras que le dedica un serio escritor del siglo XIX, José María Quadradado, en su pobra España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia: “Refieren las historia de la ciudad, sin convenir en si fue antes o después de ganada Toledo, que le puso cerco el valiente caudillo con numerosa hueste, que penetró una vez solo, hasta el centro de en ella en persecución de los sitiados, abriéndose paso con la espada, que vencidos en lid campal los moros le entregaron las llaves en día del Bautista, estipulando se les reservase una mezquita y a los judíos una sinagoga, y que al fin terminó allí sus gloriosos días el conquistador, depositándose sus restos en la parroquia de San Miguel hasta su traslación a Cardeña».

Otro lugar donde dicen que anduvo Alvar es en Romanones. Ahí señalan un lugar, la llamada ermita de los Santos Viejos, que es lo alto de un cerro que domina el valle del Tajuña, y donde no queda ermita, sino unos mínimos restos de iglesia, lo bastante grande y con características como para pensar que fue parroquial de un pueblo: tiene el dato curioso de presentar el ábside orientado a poniente, y en su derredor se hallaban, hace siglos, enterramientos antropomorfos y algún que otro sarcófago, lo que hizo crear la leyenda de que en aquel lugar había descansado Alvar Fáñez, y había tenido abrevadero su caballo, tras la reconquista del pueblo. También en Quer tienen su propia historia de la reconquista. Atacó la villa, ocupada de árabes desde siglos antes, el ejército de Alvar Fáñez. La ganó, y tanto le gustó el lugar, que se quedó a vivir allí, con su familia y amigos, dedicándose desde entonces al sedentarismo agrícola, y cultivando un pedazo de olivar, que hasta hoy se ha conocido como «los olivos de Alvar Fáñez». De tan ingenua, es graciosa la conseja.

También en Horche, se mantuvo y aún creció la leyenda de haber sido este guerrero su ganador a moros. La Relación enviada a Felipe II en 1575 así lo dice: «entiéndese que cuando se ganó Guadalaxara de Moros, como su cabeza, por Albarañez de Minaya, la población que habla allí en Orche se ganaría y entraron en poder de los christianos». Más tarde, ya en el siglo XVIII, el padre Talamanco en su magnífica Historia del pueblo, recogió los aumentos populares de la conseja. Y dicen que fue un 23 de junio de 10,84, el día anterior de la toma de Guadalajara, que se conquistó Horche. De paso a la capital, Alvar y sus gentes lucharon un tanto, ganaron el pueblo, se lo repartieron, descansaron la noche entre sus arboledas, y siguieron su camino. La imaginación popular ha dedicado un lugar al que usaron para su descanso, y nombró parcelas del término con los pretendidos apelativos de los acompañantes del héroe: Valdoro, Valdonvela, Nava de Sancho Soto, Fuentetello, Nava de Martín Rey, etc.

Aunque no de una manera directa, en la relación de Fuentelencina se alude a que fue reconquistada por Alvar Fáñez. Aciertan al decir que toda la comarca alcarreña pasó a pertenecer al reino de Castilla cuando Alfonso VI tomó Toledo, pero se alargan luego en los orígenes del pueblo, que sin embargo es muy posible que en esos momentos, en los años finales del siglo XI, aun no existiera, siendo como su nombre lo indica, un producto de la repoblación del siglo XII.

Los Tendilla, Romanones y Armuña, vienen a contar más o menos la misma historia, lo cual es significativo de la fuerza que la tradición tenía en esa comarca, allá por el siglo XVI: Alvar Fáñez había reconquistado esos pueblos, cuando lo hicieron con Guadalajara, Alcocer y toda la tierra comarcana: y aseguran que Alvar tuvo un castillo en lo alto de un cerro, llamando a aquel sitio «el pesebrito de el Cid», en coincidencia de temática con los de Romanones, También los de Mondéjar mantienen el recuerdo del capitán cidiano, y su Relación Topográfica del siglo XVI dice «que fue ganado, según se entiende, por Albaráñez, quando ganó a Guadalajara, questá siete leguas desta villa de Mondéjar». Lo cierto, en definitiva, es que la noticia fue ampliamente conocida, y atribuida o apropiada por unos y otros sin mayor comprobación o análisis. Pero los datos están ahí y es preciso recordarlos.

El otro personaje, el que todavía en este tema se nos presenta como más legendario, es Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Probablemente no realizó ninguna de las conquistas que se le atribuyen, pero el halo de heroísmo y maravilla que durante siglos le ha rodeado, ha servido para que en muchos lugares creciera la «honrilla» local al decir que había sido reconquistado a los moros nada menos que por el Cid. Recordaremos brevemente alguno de estos pueblos.

Hay uno de ellos, junto al río Dulce, y hoy llamado Castejón de Henares, que no duda en haber sido producto, y de los más famosos, de las correrías cidianas. En el Cantar de gesta de don Rodrigo Díaz se da en pormenor la conquista de Castejón. Lo cierto es que cada vez existen más dudas acerca del lugar que el Poema refiere: si fue el actual Castejón, como hasta ahora se había creído, o fue Jadraque, que en los años finales del siglo XI contaba con un castillo importante y era realmente un núcleo apetecido de unos y otros. En Castejón, dejándose llevar de la multisecular creencia, enseñan hoy hasta el edificio que ocupó el Cid cuando estuvo en la villa. Y se cuenta que en los alrededores dejó enterrados varios tesoros. En definitiva, lo que si es seguro es que Rodrigo Díaz y su mesnada, en su camino desde Burgos a Valencia, pasó por Miedes a la meseta inferior, circuló de noche por las cercanías de Atienza, las fuertes «torres que moros las han», sin pensar siquiera en entrar en combate por ellas, y se entretuvieron en conquistar la localidad o punto de Castejón «sobre Fenares», que hoy por hoy pensamos era el actual Jadraque.

En su camino hacia Valencia, el Cid pasó la serranía del Ducado por Anguita, y allá quedó el recuerdo que en su barrio de las Cuevas, llamadas de Lonzaga, pernoctó con sus gentes. Ya en tierra de Molina, y según refiere el Cantar del Mío Cid, fue amablemente obsequiado por el rey moro del territorio, haciendo este que su guardia de honor escoltara al castellano durante su trayecto por la tierra molinesa. En ella han quedado los recuerdos cidianos en algunos nombres geográficos: en Establés enseñan la «Hoya del Cid»; en Hinojosa se ve, sobre el pueblo, un cerro amesetado al que denominan «cabezo del Cid», y del que dicen que en su altura había una ciudad en la que residió Rodrigo y sus gentes una temporada, hallándose siglos después los restos del burgo, cascos y armas diversas: hemos visitado ese cerro, y se trata en realidad de un magnífico castro celta, en el que, según refiere el historiador Sánchez de Portocarrero, aun en el siglo XVII se encontraban armas, cerámicas y monedas. Todavía en Molina, el pueblo de Cubillejo del Sitio, deriva su nombre, al decir del historiador Núñez, de «Cidio», en recuerdo de haber estado allí alojado el Cid en su camino a Valencia.

En el contexto de la Reconquista de pueblos en los últimos años del siglo XI, son también varios en la provincia de Guadalajara los que sostienen haber sido el Cid Campeador su liberador valiente. Tal dicen, por ejemplo, en Hueva, donde una referencia documental de la decimosexta centuria nos refiere: «tiénese noticia haberse oído decir que se ganó en tiempo que el Cid Ruiz Díaz ganó esta tierra». Y en Alcocer queda memoria que el capitán burgalés rodeó, cercó y finalmente asaltó la villa de Alcocer, a pesar de la fuerte resistencia hecha por los árabes. En recuerdo de aquel hecho, quedan dos puertas de la muralla dedicadas a los personajes idealizados de la campaña: el Cid y Alvar Fáñez, Hoy no quedan puertas ni muralla, pero el mito de la presencia de aquellos personajes sí se mantiene.

Son estas, en definitiva, unas breves pinceladas acerca de las leyendas que en torno al hecho de la Reconquista de la Alcarria, cuyo centenario histórico ahora celebramos, se han ido formando a lo largo de los siglos. La mayoría de ellas ingenuas y graciosas. Todas, sin embargo, a caballo entre la realidad y la fábula, escasas de certeza documental, pero hondamente ancladas en el sentimiento popular de nuestras gentes. Y, por ello, perfectamente válidas.