El Cubillo de Uceda
En sitio alto y despejado, sobre el extremo norte de la meseta campiñera que media entre Henares y Jarama, casi asomándose a este último río, asienta el caserío, amplio y cómodamente urbanizado, de El Cubillo de Uceda. En su término quedan los mínimos restos de dos despoblados muy antiguos, Valdehaz y Pero crespo, este último con señales de edificios y una pequeña y ya derrumbada iglesia. También a unos dos kilómetros al sur del pueblo, en el lugar llamado «El Castillejo», sobre un pequeño montículo en la junta de dos barrancos poco profundos, se ven restos de construcciones, con señales de muralla: precisaría una excavación y estudio arqueológico.
El nombre del pueblo deriva de la posible existencia de un castillete o torreón primitivo que defendiera el originario asentamiento de gentes en este lugar. Desde el momento de la reconquista y poblamiento de la comarca, El Cubillo estuvo incluido en el alfoz o Común de Villa y Tierra de Uceda, perteneciendo en señorío a los arzobispos primados de Toledo. En el último cuarto del siglo XVI, el rey Felipe II enajenó todo el Común de Uceda, dando privilegio de villazgo a las aldeas, y vendiendo a don Diego Mexía de Ovando la cabeza del territorio. El Cubillo de Uceda fue declarado Villa con jurisdicción propia en 1583, y a partir de esa fecha no conoció otro señorío que el del Rey de España. Vivieron sus vecinos de la agricultura, fundamentalmente de secano, y también existió una gran tradición de fabricación de tejas y ladrillos en este lugar.
La iglesia parroquial, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, es un edificio muy interesante, artísticamente. En su aspecto exterior destaca, en primer lugar, el ábside o cabecera, orientado a levante. Es de planta semicircular, y su fábrica es de ladrillo visto, dispuesto en forma de arquerías ciegas en tres cuerpos, conformando un ejemplar magnífico de románico mudéjar. Debe ser lo único conservado de la primitiva iglesia del lugar, construida hacia el siglo XII o XIII. El resto del templo fue erigido de nuevo en el siglo XVI. Destaca sobre el muro de mediodía un atrio muy amplio, compuesto de esbeltas columnas de capitel renacentista, sobre pedestales muy altos, lo que le proporciona una gran airosidad y elegancia. La portada de este muro es obra de severas líneas clasicistas. En el hastial de poniente, a los pies del templo, y centrando un muro de aparejo a base de hiladas de sillar y mampuesto de cantos rodados, muy bello, destaca la portada principal, obra magnífica de la primera mitad del siglo XVI, buen ejemplar del estilo plateresco de la escuela toledana. El ingreso se escolta de dos jambas molduradas y se adintela por un arquitrabe de rica decoración tallada con medallón central y abundantes grutescos, amparándose en los extremos por semicolumnas adosadas sobre pedestales decorados y rematados en capiteles con decoración de grutescos. Lo cubre todo un gran friso que sostienen a los lados sendos angelillos en oficio de cariátides; dicho friso presenta una decoración a base de movidos y valientes grutescos, rematando en dentellones. En la cumbre de la portada, gran tímpano semicircular cerrado de cenefa con bolas y dentellones, albergando una hornacina avenerada conteniendo talla de San Miguel, y escoltada por sendos flameros. Sobre el todo, ventanal circular de moldurados límites.
El interior, obra de la misma época, mitad del siglo XVI, es un equilibrado ámbito de tres naves, más alta la central, separadas por gruesos pilares cilíndricos rematados en capiteles cubiertos de decoración de grutescos muy bien tallada. Sobre el muro norte aparece un gran medallón de talla en que figura la Virgen y el Niño. La capilla mayor se abre a la nave central, y se cubre con bóveda de cuarto de esfera, mientras que el resto del templo tiene por cubierta un magnífico artesonado de madera, de tradición ornamental mudéjar, aunque con detalles platerescos, todo muy bello y bien conservado, obra de la primera mitad del siglo XVI. El suelo de las naves está cubierto de numerosas lápidas sepulcrales, con leyendas y escudos tallados, correspondientes a diversos vecinos del pueblo, seglares y eclesiásticos, de los siglos XVI y XVII. El conjunto del templo, en su aspecto arquitectónico y ornamental, está claramente dentro del ámbito artístico del plateresco toledano, muy en la línea de lo que hace por estas tierras Alonso de Covarrubias y los de su escuela.
En el pueblo se ven varios ejemplos notables de arquitectura popular campiñera, utilizando en fachadas el «aparejo toledano» a base de hiladas de ladrillo y mampuesto de piedra rodada, con diferentes y bellas soluciones; vanos arquitrabados con maderas talladas, decoración de ladrillo en jambajes de ventanas y en aleros; buenos ejemplos de hierros forjados en rejas y otros elementos. En el extremo occidental del pueblo destaca el edificio o caserón que la tradición dice fue el primero edificado en El Cubillo, por Hernando García, cuando se fundó el pueblo. Se trata en realidad de un caserón de planta baja y principal, con fábrica de ladrillo, mampuesto y sillar Su puerta presenta gran dintel de piedra en el que se ve tallado un sencillo escudo de armas. Posee también rejas interesantes, Es indudablemente obra de final del XV o principios del XVI.
Cerca del pueblo, por su extremo meridional, asienta la ermita de la Soledad, hoy dedicada a Camposanto. Presenta una puerta de doble arco y en ella grabada la fecha de 1565. También es interesante, a la salida del lugar y en el camino hacia Uceda, la fuente de abajo, construida en buen sillar en la época de Carlos IV.