El pasado domingo tuvo lugar en la localidad molinesa de Hinojosa la fiesta de «la Soldadesca», repetida una vez más cuando los recios calores de junio -y esta vez fueron inusitados- aprietan las carnes y los trigos. Perdida durante los últimos años, el entusiasmo generoso de unos cuantos vecinos ha hecho renacer esta festividad que congregó a numeroso público en la villa de la sesma del Campo. La vistosidad de la fiesta, el cariño con que la siguen sus habitantes, y el indudable interés que en el contexto del folclore molinés ofrece, son factores que apoyan la idea de mantener como sea esta celebración, hoy realmente amenazada de volver a apagarse, al resultar muy costosa su realización.
Aunque no contamos con los datos documentales suficientes para concretar el origen de «la Soldadesca», nos inclinamos por darla un origen multisecular. El texto que utilizan en su «auto» los protagonistas de la fiesta es realmente moderno, no más antiguo del siglo XVIII, pero ello puede deberse a una reelaboración de dicho texto en esa fecha, a cargo de algún clérigo de la villa, con objeto de hacer comprensible las palabras de los «moros» y «cristianos» que actúan, y que quizás por ser ya muy antiguas, escapaban en gran parte a la comprensión de los espectadores.
Pero el hecho de celebrar una fiesta de lucha entre «moros y cristianos» es algo documentado y comprobado en el Señorío molinés, ya en el siglo XVI. El historiador don Francisco Núñez en su «Archivo de las Cosas Notables de Molina», escrito en el siglo XVI y hoy todavía inédito, refiere con detalle las luchas entre moros y cristianos que tenían lugar, con gran vistosidad, en la plaza mayor y calles principales de la villa de Molina. No sería nada de extrañar que en ese mismo siglo se celebraran ya esas mismas fiestas en Hinojosa o que en el siglo siguiente el historiador Sánchez de Portocarrero, autoridad civil y militar del Señorío, residente en Hinojosa donde tenía el caserón de sus mayores y donde escribió su «Historia del Señorío de Molina», las trasplantara o alentara. El caso cierto es que tal celebración de «la Soldadesca» cuente ya con varios siglos de existencia.
Si a la celebración que hoy se hace del «auto» sacramental, estrictamente teatral, añadimos el dato que en el pueblo confirman de haber tenido en años anteriores el acompañamiento de danzantes que ejecutaban «danzas de paloteo y espadas», podríamos incluso remontar su origen a más largo plazo, pues sabido es que dicha celebración ritual, propiciatoria de la batalla, es de fundamento primitivo, celtibérico concretamente. Aunque tal punto sea muy difícil de demostrar, nos inclinamos por pensar que tras la celebración de «la Soldadesca» de Hinojosa se esconde un largo camino de ritos paganos y cristianos múltiples veces reelaborados. En definitiva, la esencia y el sentir del pueblo se viene desarrollando. Cuando al terminar la celebración ritual, una mujer grita con todas sus fuerzas «¡Viva todos los que han hecho la Soldadesca!» pensamos que se da un nuevo empujón a esa corriente antigua y generosa de expresarse, en impulso lúdico, todo un pueblo.
Pero vayamos con la descripción de «la Soldadesca», fiesta que es recomendable contemplar en directo, siguiendo por las calles, ya ordenadas y con buen firme, de Hinojosa. Tras una misa celebrada en la plaza del pueblo, al aire libre, frente a la añeja olmo concejil, y con altar presidido por la imagen barroca de la Virgen de los Dolores, aparece una corte de cuatro jinetes árabes que intentan robar la imagen, mientras otros tantos jinetes cristianos, la defienden. Después de una larga batalla dialéctica, en la que con versos de sonora rima se insultan y denuestan mutuamente en sus creencias religiosas, echan finalmente pie a tierra y pelean cuerpo a cuerpo con sables y alfanjes, siendo los moros los victoriosos, y quedándose propietarios de la Virgen. Se organiza una procesión con la imagen, estandartes y banderas, cruces y cánticos, hasta la parte baja del pueblo, donde los moros son sorprendidos por la llegada nuevamente de los cristianos, que intentan de nuevo adueñarse de la Dolorosa. Otra vez, y a lomos de sus caballos, vociferan y se amenazan. Se bajan de las monturas y pelean cuerpo a cuerpo. Vencen en esta ocasión los cristianos. Los musulmanes quedan no solamente derrotados ahora, sino arrepentidos de su anterior fechoría, y piden humildemente el bautismo, que les es concedido. El capitán de los árabes llega hasta el altar de la Virgen y la ofrece su gorro y un pañolón rojo, en señal de sumisión. Finalmente, y siempre a hombros de los habitantes de Hinojosa, que pujan entre sí para llevar las andas, la imagen de la Virgen de los Dolores es introducida en su ermita barroca, construcción del siglo XVIII patrocinada por el hijo del pueblo, el obispo García Herreros en el siglo de las Luces, y allí acaba la fiesta religiosa y dramática, continuando luego con ágape comunitario.
Entre las ya escasas manifestaciones de folclore popular que van quedando en nuestra provincia de Guadalajara, «la Soldadesca» de Hinojosa es una de las vistosas y que merecen ser apoyadas. No solo por lo que de característico y único tiene, pues en toda la provincia no queda celebración de este tipo de «moros y cristianos» que antaño era más frecuente, sino por atender el entusiasmo, la dedicación y el amor a su pueblo que ponen cuantos en Hinojosa, a lo largo de estos últimos años han venido poniendo en marcha esta fiesta singular. Ojala al año próximo podamos nuevamente ser testigos de tan interesante manifestación costumbrista.