La Soldadesca de Hinojosa

jueves, 16 junio 1983 0 Por Herrera Casado

 

El pasado domingo tuvo lugar en la localidad molinesa de Hinojosa la fiesta de «la Soldadesca», repetida una vez más cuando los recios calo­res de junio -y esta vez fueron inusitados- aprietan las carnes y los trigos. Perdida durante los últimos años, el entusiasmo generoso de unos cuantos vecinos ha hecho re­nacer esta festividad que congregó a numeroso público en la villa de la sesma del Campo. La vistosidad de la fiesta, el cariño con que la siguen sus habitantes, y el indudable inte­rés que en el contexto del folclore molinés ofrece, son factores que apoyan la idea de mantener como sea esta celebración, hoy realmente amenazada de volver a apagarse, al resultar muy costosa su realización.

Aunque no contamos con los da­tos documentales suficientes para concretar el origen de «la Soldades­ca», nos inclinamos por darla un origen multisecular. El texto que utilizan en su «auto» los protagonis­tas de la fiesta es realmente moder­no, no más antiguo del siglo XVIII, pero ello puede deberse a una reela­boración de dicho texto en esa fe­cha, a cargo de algún clérigo de la villa, con objeto de hacer compren­sible las palabras de los «moros» y «cristianos» que actúan, y que qui­zás por ser ya muy antiguas, esca­paban en gran parte a la compren­sión de los espectadores.

Pero el hecho de celebrar una fiesta de lucha entre «moros y cristianos» es algo documentado y com­probado en el Señorío molinés, ya en el siglo XVI. El historiador don Francisco Núñez en su «Archivo de las Cosas Notables de Molina», ­escrito en el siglo XVI y hoy todavía inédito, refiere con detalle las luchas entre moros y cristianos que tenían lugar, con gran vistosidad, en la plaza mayor y calles principales de la villa de Molina. No sería nada de extrañar que en ese mismo siglo se celebraran ya esas mismas fiestas en Hinojosa o que en el siglo siguien­te el historiador Sánchez de Porto­carrero, autoridad civil y militar del Señorío, residente en Hinojosa don­de tenía el caserón de sus mayores y donde escribió su «Historia del Se­ñorío de Molina», las trasplantara o alentara. El caso cierto es que tal celebración de «la Soldadesca» cuente ya con varios siglos de exis­tencia.

Si a la celebración que hoy se ha­ce del «auto» sacramental, estricta­mente teatral, añadimos el dato que en el pueblo confirman de haber te­nido en años anteriores el acompa­ñamiento de danzantes que ejecuta­ban «danzas de paloteo y espadas», podríamos incluso remontar su ori­gen a más largo plazo, pues sabido es que dicha celebración ritual, pro­piciatoria de la batalla, es de funda­mento primitivo, celtibérico concre­tamente. Aunque tal punto sea muy difícil de demostrar, nos inclinamos por pensar que tras la celebración de «la Soldadesca» de Hinojosa se esconde un largo camino de ritos paganos y cristianos múltiples veces reelaborados. En definitiva, la esen­cia y el sentir del pueblo se viene desarrollando. Cuando al terminar la celebración ritual, una mujer grita con todas sus fuerzas «¡Viva todos los que han hecho la Soldadesca!» pensamos que se da un nuevo em­pujón a esa corriente antigua y generosa de expresarse, en impulso lúdi­co, todo un pueblo.

Pero vayamos con la descripción de «la Soldadesca», fiesta que es re­comendable contemplar en directo, siguiendo por las calles, ya ordena­das y con buen firme, de Hinojosa. Tras una misa celebrada en la plaza del pueblo, al aire libre, frente a la añeja olmo concejil, y con altar pre­sidido por la imagen barroca de la Virgen de los Dolores, aparece una corte de cuatro jinetes árabes que intentan robar la imagen, mientras otros tantos jinetes cristianos, la de­fienden. Después de una larga bata­lla dialéctica, en la que con versos de sonora rima se insultan y denues­tan mutuamente en sus creencias religiosas, echan finalmente pie a tie­rra y pelean cuerpo a cuerpo con sa­bles y alfanjes, siendo los moros los victoriosos, y quedándose pro­pietarios de la Virgen. Se organiza una procesión con la imagen, estan­dartes y banderas, cruces y cánticos, hasta la parte baja del pueblo, don­de los moros son sorprendidos por la llegada nuevamente de los cristia­nos, que intentan de nuevo adueñarse de la Dolorosa. Otra vez, y a lomos de sus caballos, vociferan y se amenazan. Se bajan de las monturas y pelean cuerpo a cuerpo. Vencen en esta ocasión los cristianos. Los mu­sulmanes quedan no solamente derrotados ahora, sino arrepentidos de su anterior fechoría, y piden humil­demente el bautismo, que les es con­cedido. El capitán de los árabes lle­ga hasta el altar de la Virgen y la ofrece su gorro y un pañolón rojo, en señal de sumisión. Finalmente, y siempre a hombros de los habitan­tes de Hinojosa, que pujan entre sí para llevar las andas, la imagen de la Virgen de los Dolores es introdu­cida en su ermita barroca, construc­ción del siglo XVIII patrocinada por el hijo del pueblo, el obispo García Herreros en el siglo de las Luces, y allí acaba la fiesta religiosa y dramática, continuando luego con ágape comunitario.

Entre las ya escasas manifestaciones de folclore popular que van que­dando en nuestra provincia de Gua­dalajara, «la Soldadesca» de Hinojosa es una de las vistosas y que me­recen ser apoyadas. No solo por lo que de característico y único tiene, pues en toda la provincia no queda celebración de este tipo de «moros y cristianos» que antaño era más frecuente, sino por atender el entu­siasmo, la dedicación y el amor a su pueblo que ponen cuantos en Hino­josa, a lo largo de estos últimos años han venido poniendo en marcha esta fiesta singular. Ojala al año próximo podamos nuevamente ser testigos de tan interesante manifestación costumbrista.