El escudo de Guadalajara

sábado, 20 septiembre 1980 0 Por Herrera Casado

 

Los emblemas y escudos de las ciudades vienen a ser el resumen lo más apurado y fidedigno posible, de la historia y del largo acontecer centenario de las mismas. Muchos de ellos han ido surgiendo, espontáneos, fáciles, a lo largo de los siglos. Otros se han elaborado en épocas más recientes, pero siempre recogen, en definitiva, ese valor de símbolo, de identificación que han de tener. En nuestra tierra son relativamente escasos los emblemas y escudos que ciudades y villas ondean en las ocasiones señaladas. El pendón castellano, propio de la región, no es bien visto por las autoridades actuales, que recientemente incluso prohibieron su muestra pública. El hecho de que la actual división de España en regiones o entes preautonómicos, haya incluido a Guadalajara en la inventada región «Castilla‑La Mancha», ha provisto a nuestra tierra de una bandera «oficial» que de vez en cuando ondea en el balcón de la Diputación, pero que será imposible que llegue a prender, como algo propio, en el corazón de las gentes alcarreñas. La bandera tradicional, histórica, que los castellanos debemos reivindicar, es única y está muy clara: en campo rojo un castillo de oro. No hay más. Son diez siglos de peso frente a las elucubraciones tecnocrático‑coyunturales de nuestra actual clase política.

Otros pueblos de Guadalajara tienen sus banderas, sus escudos, sus emblemas tradicionales. Incluso hay algunos que están ahora tratando encontrar estos restos de su historia, para darles el valor justo, el valor que les corresponde. Símbolos de un pueblo, de una comarca, sería magnífico que en cada lugar se tuvieran y conservaran estas enseñas propias. Recordamos con especial agrado las extraordinarias y espectaculares jornadas festivas que en Alemania, actualmente aprovechan para cubrir plazas y calles de las ciudades históricas con las banderas, escudos y pendones-rigurosamente comprobados por las investigaciones históricas-de diversos territorios.

Guadalajara, nuestra ciudad ya en fiestas, tiene también su enseña. El pendón morado es una equivalencia al rojo de Castilla. Aunque, precisamente por querer ser el color castellano, el morado es erróneo, la tradición ciudadana lleva muy dentro este color, y tampoco sería bueno violentarlo y extirparlo. Es más, incluso le añade riqueza este conjunto de colores, y sería ideal que en las celebraciones se usaran ambas: el morado de la ciudad, y el rojo de Castilla.

El escudo de Guadalajara tiene también varios siglos de existencia. Goza de una peculiaridad interesante frente a la mayoría de los escudos de ciudades españolas. Y es que, en vez de mostrar una o varias imágenes simbólicas, enseña una escena histórica completa, que ha sido desarrollada en ocasiones con una gran minuciosidad y riqueza expositiva. En resumidas líneas, éste es el escudo arriacense: Aparece una fuerte ciudad medieval amurallada, y en su interior se vislumbran las torres de una iglesia y los fuertes bastiones de un castillo. Sobre el conjunto urbano brillan la luna y las estrellas, mientras el cielo oscuro de la noche cubre la escena. Ante la ciudad, sobre una verde pradera, se ve un jinete, armado de pies a cabeza, a la usanza de la Edad Media, seguido de una regular hueste de guerreros a pie y armados. El significado que popular y tradicionalmente se le ha dado, es el de la escena de la conquista de Guadalajara por Alvar Fáñez de Minaya. El momento es la noche estrellada del 24 de junio de 1085. La ciudad del fondo es la Guadalajara árabe, amurallada y floreciente. El jinete es el caudillo cristiano, sobrino y alférez de la mesnada del Cid, Alvar Fáñez de Minaya. Tras él, su hueste. Van a conquistar el burgo en ese instante. Es, pues, un modo de afirmar la identidad cristiana y occidental de la ciudad. Una cultura concreta frente a otra. Sin anularse del todo: cristianismo e Islam, siempre marcando el rumbo de Guadalajara.

Este escudo fue elaborado en el siglo XVI. Los escritos de don Francisco de Medina y de Mendoza, y posteriormente de Francisco de Torres y de Núñez de Castro, recogen las tradiciones de la conquista, y crean este escudo, fundiendo en una escena sola las dos caras del metálico sello del concejo, único ejemplar que por entonces quedaba en el archivo de la ciudad. Y es interesante saber esto de que para elaborar el escudo de la Guadalajara renacentista se acudió a una pieza histórica real y más antigua. Porque nos dice que el significado que se le dio al escudo es totalmente fantástico e inventado.

El sello concejil de Guadalajara, conocido por todos-pues se le ha dado siempre gran relieve y publicidad, incluso se utiliza como regalo a los visitantes ilustres en reproducción espléndida-era una pieza de plomo con dos caras: en el anverso aparece la ciudad medieval amurallada completamente, tras de cuya defensa se alzan las torres de iglesias y edificios civiles. Bajo los muros se ven las ondas de un río, y en derredor del dibujo Se lee » + Sigillum Concilii Guadelfeiare» que significa «Sello del Concejo de Guadalajara». En el reverso aparece un caballero armado, sobre caballo enjaezado, con amplias gualdrapas. El jinete porta una gran bandera de líneas horizontales, y ante él aparece la palabra «Iuis» que significa juez. En rededor de esta imagen se lee una frase bíblica: » + Vías tuas domine demostra michi amen». No cabe duda alguna del significado de este sello. Entre otras cosas porque es similar a otros muchos sellos concejiles de Castilla. Por un lado, la imagen de la ciudad, que está amurallada como lo están todas las que son cabeza de Comunidad de Villa y Tierra Por el otro, el juez a caballo, figura política principal de esa Comunidad, se representa como caballero y abanderado. Y aparece en el sello por la razón de que solamente él, en su calidad de máximo representante de la ciudad, puede tener en su poder y estampar este sello. En él está, pues, el símbolo. No sólo de la ciudad, sino de toda su tierra (Guadalajara se extendía, como Comunidad por 50 pueblos de Campiña y Alcarria) e incluso de la forma política-absolutamente igualitaria democrática y foral-que regía el Común.

El escudo de Guadalajara es, por tanto, auténtico y de cuño histórico riguroso. No se podría haber encontrado otro mejor. Pero el significado que los fabulosos cronistas del Renacimiento le dieron ha cambiado un tanto ese primitivo sentido. Sea una u otra cosa, los arriacenses podemos decir, con orgullo que tenemos nuestros símbolos bien concretos, y mostrarlos en los lugares donde, como en espejo, la ciudad se mira: el juez del Común, caballero abanderado, frente a la ciudad amurallada, un pendón morado por la ciudad, y un pendón rojo por Castilla y a llenar ahora la ciudad toda, que está en fiestas y recobra su ritmo eterno, tradicional y renovado a la vez, resumen de un modo de ser y de vivir: el de Guadalajara nada menos.