Casonas molinesas (II)

sábado, 24 febrero 1979 0 Por Herrera Casado

 

También en la sesma del Campo, en Rueda, vamos a encontrar nuevos ejemplares de esta arquitectura señorial que estamos estudiando. Siempre con modulaciones diversas. Siempre con detalles que avaloran la riqueza proclamada de esta región en esta parcela de la historia del arte, tan poco apreciada hasta ahora. La familia de los Malo ha sido desde el remoto Medievo, una de las más prepotentes del Señorío molinés. Y de las más extendidas por su geografía. En Rueda tuvo su asiento una de sus ramas. Y, frente a la románica iglesia parroquial, lució durante siglos la noble casona de la que hoy sólo queda el solar trasformado en huerta, y la reliquia, porque sólo así se la puede calificar, de su gran portón de entrada. Verá el curioso viajero el arranque del arco, con pilastras ranuradas, y pilares de trazado gótico, del que aún quedan dovelas tiradas por el entorno. Incluso el escudo de armas que remataba el arco, originalísimo y poco usado, ha servido durante décadas para que los aldeanos afilaran en él sus cuchillos, horcas y guadañas, dejando con tal costumbre borrados el recuerdo del blasón de esta familia. Si nada más que esto queda hoy de aquel soberbio edificio, no merece la pena que desgranemos noticias, a pesar de tenerlas en abundancia, respecto a esta familia de la que salieron notables regidores molineses, entre ellos el caballero Juan Ruiz Malo y sus sobrinos, Pedro Malo de Heredia y Martín Malo, quienes en el siglo XVI fundaron y edificaron el famoso convento de Santa Clara, en la capital del Señorío.

Totalmente distinta es la casona que también encontramos en Rueda de los Martínez Vallejo. Se trata de una construcción de sólido sillar granítico, en cuadrangular fachada se abren grandes ventanas, y un portón más bien pequeño, rematado por dintel que forma una gran piedra tallada en la que se ve el escudo familiar y los nombres de sus constructores en el siglo XVI. Aunque esta familia ya estaba desarrollada en la Edad Media, es en el siglo XVI cuando alcanza su mayor preeminencia, y lo hace de forma curiosa, gracias a diversos miembros que ocupan destacados y numerosos puestos eclesiásticos. Es quizás el más famoso el bachiller don Andrés Fernández Vallejo, curiosa figura de clérigo, que fue cura del lugar de Rueda, persona respetadísima por sus vecinos, pues se sabe que le encargaron redactar las Constituciones Concejiles, y al tiempo ocupó preeminentes prebendas en otros lugares, como Berlanga de Duero. En Rueda una riquísima capellanía, construyó la correspondiente capilla en la iglesia, curiosa muestra de arte plateresco, y mandó pintar un retablo dedicado a San Andrés que aún hoy se conserva, y es pieza destacada de la pintura renacentista de Molina. De esta familia de los Vallejos surgió, en el siglo pasado, el también religiosos don Antonio Martínez Izquierdo, nacido en Rueda, y que llegó a ser primer arzobispo de Madrid-Alcalá, ocupando puestos de diputado y senador en las cortes finiseculares, y yendo a caer muerto a tiros sobre las gradas del templo de los jerónimos, en Madrid. La familia que hoy habita esta casona, en la que (…) permanecer las sombras de tantos antepasados ilustres, nos mostraba hace poco un pequeño relicario conteniendo el retorcido trozo de plomo que le quitó la vida al arzobispo, y la zapatilla de brocado que calzaba en aquel momento. La arquitectura y la historia van, aquí, soldadas y religadas íntima y tiernamente.

Son muchos otros los lugares del señorío donde permanecen magníficos ejemplos de casonas nobles. El palacio que se ve hoy en la vega de Arias, término de Tierzo, y que pertenece a los Araúz de Robles, está declarado Monumento Histórico‑Artístico; consta su conjunto, obra del siglo XIII, de un edificio de planta rectangular con fachada en la que luce portón apuntado, adovelado, y con gastado escudo de piedra; varios ventanales estrechos y simétricos, y una serie de salones internos distribuidos en dos pisos, a los que se accede desde un portal con pozo. Ante el edificio se abre un ancho «patio de armas» cerrado por alto murallón almenado al que se entra por apuntado arco de sillería que se protege por elegante matacán. Forma todo el conjunto un interesantísimo ejemplo de la arquitectura civil de la Edad Media.

Si alargamos nuestro camino hacia Checa, nos vamos a encontrar, en su plaza mayor, que preside monumental edificio concejil, con la casona de los Pelegrín, de tres pisos, con balconajes y escudos, muy bello ejemplo de casona de ganaderos; y en el mismo pueblo serrano aún veremos otras edificaciones, entre las que destaca el extraordinario palacio de los García, marqueses de Clavijo, que se conoce popularmente por «Casa de la Gerencia» y que muestra en su fachada un conjunto de portón, balcones, rejas de bien trabajado hierro, y escudo en piedra, completando todo con un interior bien conservado, obra del siglo XVII, que se piensa destinar a Hostal.

Volviendo a la sesma del Campo, el viajero va a quedar extasiado en dos pueblos, grandes y cargados de tradición, que ofrecen numerosos ejemplos de esta arquitectura civil de que venimos hablando. Hinojosa es uno de ellos. Allí aparecen palacios de los siglos XVII y XVIII, y algún ejemplar anterior, con patio almenado. Destacan el palacio de los Malo, de gran fachada con escasos y pequeños vanos, pero escudo tallado en piedra cerca del alero; el caserón de los Moreno, con portón de gran dovelaje, buena rejería y escudo; el Palacete de los García Herreros, con puerta y ventana principal orlada de valiente almohadillado, poniendo el escudo familiar en una geometría de delicadas rectas y expresiones barrocas.

Más allá, en Milmarcos, el buscador de sorpresas se llevará muchas, una detrás de otra, al ir recorriendo las numerosas calles de esta villa. En su plaza mayor, hermosa y grande como pocas del Señorío, cobijada por el ramaje inacabable de su olma centenaria, destaca el edificio concejil con torre, galería y pórtico, más el escudo de la villa que concedió el Rey Carlos II. Por el pueblo van surgiendo los palacios y casonas: unas ya casi derruidas, como la de los Inquisidores, que aún muestra sobre la puerta el temido escudo del Santo Oficio; o la de los López Oliva, en cuya puertecilla preside triste el escudo de armas que dice en leyenda «Sicut oliva fructífera». Otras están perfectamente conservadas, como la de la antigua posada; la de los López Montenegro, con portón semicircular y magnífico escudo con las armas de los López Guerrero, a los que sucedieron los definitivos dueños; en la plaza alta donde se encuentra la antigua iglesia, se ve la casona de los López en la que un escudo con sus armas, y las de los Celadas y Badiolas preside la puerta. Es, finalmente, el maravilloso palacio del siglo XVIII que levantaron los García Herreros, el que puede erigirse quizás en el fastuoso y mejor conservado de los palacios nobles molineses. Una fachada que comprende estructura central con portada, balcón y hornacina con escudo, da norma y centra el conjunto en el que aparecen otros balcones y ventanales que marcan con precisión una arquitectura barroca impresionante. Este palacio, que en el pueblo conocen con el nombre de «la casa de doña Pepa» está habitado y magníficamente conservado por particulares.