Juderías medievales en la provincia de Guadalajara

sábado, 30 agosto 1975 0 Por Herrera Casado

 

Acaba de aparecer, editado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, un interesantísimo libro que, bajo el título que encabeza estas líneas, es obra de los eminentes profesores y conocidos hebraístas don Francisco Cantera Burgos y don Carlos Carrete Redondo. Consta el volumen de 240 Páginas, en cuarto, con un mapa, cuatro fotografías y dos grabados. Se forma la obra con varias notas Publicadas en la revista «Sefarad» de estudios hebraicos, a lo largo de los años 1973, y 1974 y constituye un completo repaso a la presencia del pueblo judío (de la casta judía preferiría hablar Américo Castro) en la actual provincia de Guadalajara. Se recogen treinta asentamientos o aljamas hebreas en pueblos conocidos, estudiando con gran amplitud la judería de la ciudad de Guadalajara la sitúan los autores «entre los puestos más descollantes de la cultura judía medieval» (p.131). De la aljama de Hita no aparece sino la referencia al estudio que de ella hicieron estos mismos au­tores, en el tomo XXXII, (1972) de «Sefarad»

Es éste un libro revelador, sorprendente. Un aldabonazo de auténtica fuerza a nuestra conciencia histórica. La presencia de los judíos en Guadalajara, que para el que fue cronista provincial, don Juan Catalina García, eran «gentes verdaderamente extrañas cuando no dañinas» y no dejaron, en su opinión, apenas ningún rastro entre nosotros, se hace un retablo de apariciones, una sinfonía de realidades que los autores de este libro saben conjuntar y valorar en su justa medida. Estas juderías, asentadas en pueblos importantes como Sigüenza, Mondéjar y Pastrana, o en núcleos más chicos como Hueva, Baides o Trijueque, se estudian a modo de catálogo por orden alfabético, precedidas de una descripción breve del pueblo en su paisaje y modo de vida, en su historia y arte, pasando luego a la enumeración de los documentos acreditativos de haber existido en cada lugar gentes judías. Desfila la vida mínima de estos hombres y mujeres, tan españoles como los cristianos o moros que con ellos convivían desde varios siglos antes, y de sus pleitos, sus procesos, especialmente a los convertidos al cristianismo, por parte de la Inquisición, sus transacciones comerciales, la localización de sus juderías o sinagogas, etc.

La documentación utilizada por los autores es de muy primera mano, lo que le da un gran valor científico al libro. Son utilizados ampliamente los fondos del archivo de Simancas, Histórico Nacional en sus legajos de Inquisición, la colección Salazar de la Academia de la Historia y el archivo de la Catedral de Sigüenza, muy especialmente el fondo de don Román Andrés de la Pastora y los libros de actas capitulares conservados del siglo XV. Utilizan incluso algunos documentos de archivos municipales como los de Almoguera y Guadalajara, y algunos valiosísimos catálogos, aún inéditos, como el que escribió Layna Serrano en 1936  «Copia de los principales documentos históricos de Guadalajara que existen en el Archivo Municipal de la Ciudad», o el «Catálogo de los documentos particulares en pergamino existentes en el, Archivo de, la S.I.C.B. de Sigüenza», obra de su actual bibliotecario don Aurelio de Federico Fernández. La autenticidad de datos que los autores utilizan es, pues, inobjetable.

Ello no obsta para que se observen algunas deficiencias en la exposición de datos referidos a pueblos, sobre todo en lo que se refiere a la enumeración de obras de arte, con algunas fechas y nom­bres de autores equivocados, pero no es leve anomalía ésta. Más importante puede ser, a nuestro juicio, la que supone olvidar en la relación de lugares de residencia judía de nuestra provincia, la localidad serrana de Albendiego, en territorio atencino, donde aparecen abundantes símbolos hebraicos en la decoración de su iglesia parroquial, románica, en la que trabajaron artistas hebreos sin lugar a dudas.

Estudian también los señores Cantera y Carrete el rastro material que de los judíos alcarreños haya quedado, especialmente en lo que, se refiere a sus sinagogas. Desechan definitivamente la idea de que el templo de San Simón, en Brihuega, lo fuera; localizan la judería seguntina en la parte  alta de la ciudad, junto al castillo, y señalan la existencia, en Guadalajara capital, de cuatro sinagogas documentadas, sin poder precisar la situación concreta de ninguna de ellas. Respecto a la Sinagoga que llamaban «de los toledanos», publican el documento que existe en copia en el Archivo General de Simancas, en el Registro General del Sello de Corte, folio 28 del año 1492, dado por los Reyes Católicos en Zaragoza a 10 de septiembre de dicho año, por el cual donan dicha sinagoga a los frailes mercenarios del convento de San Antolín, para que hagan en ella enfermería. Publicamos nosotros no hace mucho tiempo y en estas mismas páginas dicho documento, tomado del Manuscrito 2684 de la Biblioteca Nacional de Madrid, con papeles referentes a dicho convento, copia dos de los originales por su cronista fray, Felipe Colombo en el siglo XVII. Al folio 110 de dicho manuscrito se inserta este documento, y el cronista pone de su puño y letra, al margen «esta sinagoga estaba dentro de la ciudad y junto a las casas de don Melchor Calderón», esto es, en la actual cuesta de Calderón. Aún en dicho tomo manuscrito que redactó el padre Colombo a base de documentos del convento mercenario arriacense, aparecen mencionados algunos judíos de Guadalajara que no figuran en el índice elaborado por los autores del libro comentado. Damos sus nombres como apuntación a su magno estudio: en 1472, a 10 de diciembre, el Comendador del convento de San Antolín, fray Diego de Muros, junto con el prior del mismo, fray Fernando de San Gil dan al judío cirujano de Guadalajara, don Huda Correr, unas casas en la ciudad, en censo. Y en 8 de septiembre del siguiente año el mismo comendador hace escritura de traspaso «que Abrahem Almafloz, judío sastre, hijo de don Jucaf Almafloz, judío sastre» a dicho convento (fols. 119 v. y 125 v. de dicho ms., respectivamente).

El interés del libro de los profesores Cantera Burgos y Carrete Parrondo crece al considerar sus anotaciones respecto a judíos alcarreños que descollaron en las artes y las ciencias» capítulo éste del que hasta ahora no teníamos más noticia que la referente al famoso Mosé Arragel de Guadalajara, traductor al castellano del Antiguo Testamento por encargo del maestre de Calatrava don Luís de Guzmán, entre 1422 y 1430. Anteriormente, en el siglo XIII, nació y vivió en Guadalajara el rabí Isaac ibn Selomoh Inb Abu Sahula, médico, filósofo y escritor, que dejó un famoso libro de fábulas titulado «Masal ha Qadmoní» También de dicha centuria es Mosé de León, quien durante más de cincuenta años habitó en Guadalajara, autor del «Séfer ha‑Zohan» o Libro del esplendor, de especulaciones esotéricas y cabalísticas. Posteriores, ya del siglo XV, son los también arriacenses R. Yshaq Abohab, «sabio completo, agudo e ingenioso», y Selomonh Alqabés, cabalista. Aún es preciso anotar qué el primer libro editado en Guadalajara, en los fines del siglo XV (1482) fue realizado por la comunidad hebrea de nuestra ciudad, en talleres propios que llegaron a imprimir, en poco tiempo tres valiosas obras, el «Comentario de David Kimhi a los profetas posteriores» el «Tur Eben ha‑Ezer» de Jacob ben Aser, y el «Tractatus Hagiga de Josué», incunables valiosísimos que han salido de España. Se reproducen sus portadas, en caracteres hebraicos, en el Catálogo de Incunables de Castilla, en el tomo correspondiente a Burgos y Guadalajara.

Se extienden todavía los autores de esta obra en revisar y anotar topónimos relacionados con los judíos en nuestra tierra, y, a lo largo de sus páginas 145 a 202, catalogan un total de 336 judeoconversos arriacenses cuyos nombres o causas aparecen en los fondos del Tribunal de la Inquisición de Toledo. Se completa el volumen con la trascripción de catorce interesantes documentos sobre el tema, y un índice onomástico de judíos, conversos y .topónimos. Es, en suma, una obra capital para el conocimiento completo de la provincia de Guadalajara, y que no debe faltar en ninguna biblioteca alcarreñista. Nuestra felicitación y agradecimiento a estos ilustres profesores, que han puesto su ciencia y su entusiasmo en la tarea de reconstruir esta importantísima parcela de nuestra historia.