El Renacimiento en Mondéjar
De la época en que los hambres, traspasado el umbral último del Medievo, acceden al conocimiento profundo y entusiasmado de la antigüedad clásica, quedan por nuestra tierra abundantes muestras. Guadalajara fue una ciudad eminentemente renacentista, en auge decisivo en esos comienzos del siglo XVI, en que aún resuena la gloria de los Reyes Católicos, y de la mano de Cisneros arriba el emperador Carlos, cuando la familia Mendoza creó su imperio alcarreño. Pues si la catedral de Sigüenza es como un remanso en el que el más bello arte plateresco de España tiene su cabida, es la zona de influencia y dominio mendocino, lugares como Yunquera, Tendilla, Mondéjar, Argecilla, Torija y un largo etcétera centrado en Guadalajara, donde con más fuerza y pulcritud se nos muestra la arquitectura plateresca, con ciertos visos de clasicismo italiano muy peculiares, y que se ha dado en llamar «renacimiento alcarreño», porque aquí nace y en esta tierra tiene marcado todo su periplo.
La villa de Mondéjar pasó al poder de los Mendoza en 1487, por compra que de ella hizo el conde de Tendilla, don Iñigo López de Mendoza, nieto del marqués de Santillana, a los Reyes Católicos, aunque según antiguas crónicas fue su hermano, el arzobispo de Sevilla, don Diego Hurtado de Mendoza, quien pagó de sus caudales el precio de la compra.
La figura de don Iñigo primer marqués de Mondéjar desde 1512, en que fue creado tal título por los reyes Felipe, y Juana de Castilla, es la típica de un hombre del Renacimiento: culto y viajero, interesado y sabedor de todos los problemas. Así le describe Tormo y Monzó: «Acaso el mejor general de la guerra de Granada (aún entrando en rivalidad el Gran Capitán), acaso el más glorioso embajador a Italia del Rey Católico (desde luego el más famoso), acaso el mejor político organizador (primer capitán general de Granada durante veintitrés años), y sobre todo ello, el magnate español más humanista y protector de humanistas, y el inspirador primero del Renacimiento entre nosotros». No cabe duda que las largas estancias del «Gran Tendilla» en Italia, y, posteriormente, su prolongado contacto en Granada con artistas hondamente italianizados y animosos de introducir el nuevo estilo «a lo romano», fue la causa de que don Iñigo López protegiera está nueva modalidad del arte en nuestro país y que su villa marquesal de Mondéjar cuente hoy todavía con importantes muestras, debidas a los arquitectos y artistas de esa época revolucionaria. El fue quien fundó el convento franciscano de San Antonio, en la villa alcarreña, y quien llevó hasta sus extramuros a Lorenzo Vázquez, para que ante los horizontes pálidos de Castilla, pusiera el dorado fragor del primer Renacimiento.
A su hijo, don Luís Hurtado de Mendoza, segundo marqués de Mondéjar, y también alcaide perpetuo de la fortaleza militar de la Alhambra, en Granada, se debe la mayor parte del arte mondejano. En su largo período de señorío, que comienza en 1515, y acaba a su muerte, en 1566, vemos levantarse por completo la parroquia de la Magdalena, el palacio de los marqueses y el Hospital de San Juan. De este último, nada queda, pero sí de los, otros, en los que veremos la participación de arquitectos granadinos.
Del palacio de los Mendoza en Mondéjar no queda otra cosa que la fachada ya muy maltratada, en la que la decoración almohadillada recuerda mucho las obras de Machuca (el palacio dé Carlos V en Granada) y las anteriores de Vázquez en el palacio de Cogolludo. Es muy posible que fuera el mismo Pedro Machuca, que atendió siempre en Granada los encargos del marqués, quien diseñara la portada del palacio de Mondéjar. Aparte de ella, sólo unos escudos quedan en lo alto de la fachada que hoy sirve de entrada al antiguo edificio, convertido en casa de vecinos. Esa portada hondamente clásica e italianizante, en la que apenas se ha reparado hasta hoy, consiste en un arco carente de intradós, que carga sobre impostas molduras y se remata en un entablamento muy alto y sin adorno alguno.
Quería don Manuel Gómez‑Moreno que fuera este mismo Pedro Machuca el autor de las puertas de la parroquia de Mondéjar. Ya quedó bien claro con posterioridad, que se debe al arquitecto Cristóbal de Adonza la traza, en estilo todavía gótico, de este templo, comenzado en 1516. Su hijo, Nicolás de Adonza continuó la obra a la muerte de su progenitor, poniendo muchos otros detalles renacentistas en el edificio, y rematándole con la torre en 1560. De la obra del arquitecto granadino Nicolás de Adonza son piezas destacadas las dos portadas’ del templo. La principal, al norte, es ‘un prodigio de proporciones: un par de columnas con capitel compuesto a cada lado, realzadas por sendos pedestales, sostienen el friso o arquitrabe en el que aparece, ya deteriorada, una frase alusiva a la Virgen. Sobre él se levanta el frontón triangular, en cuyo centro, sobre venera, está la imagen de la Magdalena. A los extremos, y en el ápice, sendos florones. Es muy de destacar en esta portada el paño que cubre el muro por detrás de las columnas. Aparece en él un lujurioso capitulo de la decoración plateresca, con impensados motivos ornamentales, a base de grutescos, calaveras, extraños animales, entrelazados, etc. En las enjutas aparecen los escudos del matrimonio patrocinador. La portada occidental es menos rica, pero también con semejante estructura.
Junto a estas líneas reproducimos, otra pequeña y bellísima muestra del arte de Adonza, poco admirada hasta ahora, y que, reproduce la estructura de la puerta principal: se trata de la puerta que da paso al coro del templo, en su parte alta. Protegida de las inclemencias del tiempo, se encuentra en perfecto estado, aunque lamentablemente pintarrajeada con una capa de gris mate, que esperamos poco a poco irá desapareciendo y vuelva a ella el primitivo color de la piedra. A cada lado una columna con dos series de estriados, apoyando en pedestal que luce atributos militares, y rematando en capitel compuesto con alguna carátula. Un friso o arquitrabe sencillo se remata a su vez con frontón triangular, en el que grutescos escoltan el medallón central con una figura de la Virgen. Flameros muy bien tratados rematan el conjunto. En las enjutas, sendas caras de viejos sin atributos.
Y puestos a repasar las obras legadas por el Renacimiento, a la parroquia de Mondéjar, justo será el recuerdo para el gran arco y tribuna del coro, que podemos clasificar entre lo más elegante y perfecto del estilo de nuestro provincia: frente al prodigio arquitectónico de sostener arco tan alargado, aparece el mérito de la profusa ornamentación que remata a los lados con grandes medallones en los que se representan los medíos cuerpos de San Pedro y San Pablo.
No otra cosa que el recuerdo y algunas fotografías, quedan del gran retablo que tuvo esta parroquia, obra en su traza y ejecución de afamadas figuras de la época: Alonso de Covarrubias lo diseñó, y Nicolás de Vergara, Juan Bautista Vázquez y Juan Correa de Vivar, lo llenaron de pinturas y esculturas en sus talleres de Granada.
Han sido estas unas breves pinceladas que trataron de evocar aquél siglo XVI en el que tuvo Mondéjar, por obra y gracia del patrocinio de sus inteligentes señores los marqueses de tal nombre, un período continuado de crecimiento en la riqueza y en el arte, que aún hoy nos es dado contemplar y gustar despacio, con el reposo que requiere esta actividad de la contemplación estética.