Mariología en Guadalajara
Coincidiendo con la llegada del mes de mayo, el mes dedicado a María dentro del encadenamiento del año, nos llega a las manos un documento que durante mucho tiempo se había hecho esperar en nuestra tierra. Es, concretamente, un libro dedicado por completo a la anotación minuciosa y a la recopilación exhaustiva de las advocaciones marianas en nuestra provincia de Guadalajara. Su título, «Cual aurora naciente», en recuerdo de las palabras proféticas que Salomón pronunciara refiriéndose a la Virgen. Su autor, el conocido periodista y poeta alcarreño don Jesús García Perdices.
Los varios centenares de habitáculos que posee la tierra de Guadalajara, desde las más linajudas ciudades hasta los lugarejos más escondidos, conservan la memoria y el respeto de múltiples representaciones de la Madre de Dios, a la que honran y dan culto en fechas generalmente coincidentes, muy en especial en las postrimerías del verano. Estas devociones, nacidas en la Edad Media al compás del cultivo del arte pictórico y escultórico plenamente religioso, alcanzaron su cima en los siglos XVII y XVIII, en los que, por honor de la Virgen María, se paralizaba la vida en ciudades y villas, competían los poetas con sus versos y se hacían procesiones que podían durar hasta días enteros. Surgieron entonces ya desde el siglo XII existen testimonios las advocaciones particulares en cada pueblo y ermita, destacando algunas que por su situación o especiales hechos milagrosos eran más queridas de las gentes. En Guadalajara fueron cobrando fama algunas advocaciones, como por ejemplo la Virgen de la Hoz, en Molina; la de la Salud, en Barbatona; la de, la Antigua, en la capital; la de la Esperanza, en Durón; etc. Pero fueron, sobre todo, aquéllas en las que un monasterio o comunidad religiosa atendía y propalaba su culto, las que mayores devociones masivas despertaron. Así, podemos recordar las grandes peregrinaciones que, desde el siglo XIV, se organizaron desde todos los rincones de Castilla hacia el santuario de Monsalud, junto a Córcoles, a que la patrona de los males «de rabia y aflicción de corazón» sanara a tantos enfermos como de estas afecciones había. La Virgen de la Salceda, en el monasterio franciscano del mismo nombre, fue venerada hasta por los reyes de España, lo mismo que le muy querida de Sopetrán, en el monasterio benedictino de la vega de Hita. También: la Virgen Blanca de Bonaval, hoy en la parroquia de Retiendas (reproducida junto a estas líneas), la del Madroñal, de Auñón; la del Puerto, en Salmerón, fueron advocaciones florecientes durante siglos gracias al cuidado que ciertas órdenes religiosas pusieron en su culto.
Pero ha sido en realidad el propio pueblo alcarreño el que, de una manera espontánea, brotada de su sencillo corazón, ha puesto en cada otero, en el centro de cada retablo, en la correspondiente umbría o vega de su pueblo, una virgencita riente y maternal que amparara, de forma espiritual y sin grandes festividades ni demostraciones, las sencillas aspiraciones de sus hijos.
Y es en este libro, sencillo y humilde, en este libro «franciscano», como cariñosamente lo ha llamado su autor, que aparecen descritas estas advocaciones creadas y mantenidas por el pueblo alcarreño en honor de la Virgen María. A modo de diccionario, es exponen por orden alfabético los pueblos de Guadalajara de los que García Perdices ha reunido noticias, todas ellas de viva voz y sin fiar nunca del problemático dato comunicado, referentes a vírgenes, milagros, apariciones, ermitas y costumbres típicas. Es ésta, pues, una sustanciosa obra donde lo etnológico y folklórico se una íntimamente al tratamiento sentimental que el autor ha querido poner en cada uno de los pasos dados en su viaje provincial. Editado muy pulcramente por la Editorial OPE, de Guadalajara, consta de 139 páginas, en cuarto menor, y lleva en su portada, elegantemente diseñada a un solo color, un magnífico dibujo de Regino Pradillo. El valor didáctico y recopilador de «Cual aurora naciente» se ve incrementado por la serie de poesías que García Perdices, hombre que lleva el sentimiento lírico por cada una de sus venas, pone tras el relato de las más importantes advocaciones. Una sola cosa echamos en falta en este magnífico libro: algunas ilustraciones de esas imágenes virginales que, al valor religioso y tradicional que de por sí tienen, se aumentan con el artístico e histórico que las manos de sus desconocidos autores y el tiempo pasado sobre ellas les han conferido.
Hablar, por fin, del autor de esta obra se nos hace difícil, máxime teniendo en cuenta la antigua y profunda amistad que con él nos une. Jesús García Perdices, el poeta «de la honda voz católica», como le designó Camilo José Cela en uno de sus escritos, pertenece a esa extraña raza de hombres que con tan escasos afiliados cuenta ya en este desmadejado y desorientado mundo de hoy, en los que se aúna !a sencillez de su trato con la creencia firme y virilmente mantenida en una serie de concepciones morales, religiosas y políticas que han informado su vida y a las que no renuncian por fuerte y llamativa que sea la novedosa propuesta. Para ello hace falta tener, como lo tiene García Perdices, un ancho corazón y una bondad sin límites.
Y para hacer lo que acaba él de hacer, como es editarse un libro de su propio. bolsillo, una fe sin fronteras en sus paisanos, que no le van a desilusionar en absoluto, pues éste de «Cual aurora naciente» ha de ser un libro que estará en todas las bibliotecas, por pequeñas y humildes que sean, de los alcarreños que sienten su tierra como un pedazo más de, su propia existencia. Imprescindible, su lectura, muy necesaria su consulta de vez en cuando, para recordar alguna fecha, algún nombre, algún dato relacionado con cualquiera de las fiestas marianas de Guadalajara. La obra de García Perdices, en suma, llega en el momento preciso. No sólo por la fecha, el mes de mayo, sino por situarse en un período de renacimiento del afán editorial de nuestra tierra, durante tantos años dormido.
El aplauso más sincero a Jesús García Perdices y la enhorabuena cordial a todos los que aman con verdad y a ultranza su tierra de Guadalajara.