Insisto en leer el patrimonio, sus páginas antiguas, sueltas de cualquier cuaderno, llevadas por el viento. Empeñado en sacar su mensaje, en comprender su dictado. Hay que conocerlo, estudiarlo, apreciarlo, y defenderlo. Aunque han desaparecido muchos, aún quedan por Molina algunos empedrados. Eran estos unos espacios que abarcaban el solado de portales, atrios, incluso de calles y plazas. En ellos se colocaban, con la paciencia de los antiguos, piedras de diversos tamaños y colores, de tal modo que consiguieran un efecto artístico, llamativo, sorprendente, y que le dieran calidad (además de calidez, que en Molina buena falta hace) al entorno. Los empedrados molineses –así los llamo yo- eran abundantes y daban cierto tono de poderío, de importancia y notabilidad, a quien los tenía en sus propiedades. He llegado a ver una calle entera empedrada en modo artístico. Era la de Megina, que además estaba en cuesta. Desapareció por completo, claro, porque los que iban al pueblo en coche querían poder subir la cuesta sobre ruedas. Mejor que antes, que la subían pie, pisando piedras. Hubo empedrados, que yo haya visto, en algunas casonas de Setiles, y en Alustante. Hubo uno muy bueno en la portería del convento de las clarisas, de Molina. Y hasta hace poco lo había también, ejemplar, y espectacular, en el atrio de la iglesia de Codes, del que pongo foto junto a estas líneas. Estos empedrados no son exclusivos de Molina. También lo hay en la Sierra Norte de Guadalajara (los he visto a la entrada de la iglesia de Cantalojas)), en Aragón, en todas sus comarcas, y en Cataluña. Sin olvidar Granada, donde presumen de tener los mejores empedrados de toda España, hasta el punto de que han creado escuela, y sus técnicas y formas se exportan al mundo entero. Hace poco, una empresa granadina se encargó de empedrar al modo tradicional, con piedras blancas y negras, algunos salones del nuevo palacio de Abd-al-Azzid, en Riad. La solerías granadinas se hacía con piedrecillas blancas y negras, incrustadas en mortero. Imitaban a su vez lo hecho por griegos y romanos, y perfeccionado por los bizantinos. En los empedrados molineses se empleaban piedras calizas blancas o piedras rodenas rojas. Esa mezcla era la imperante. Las piedras se colocaban de modo que su parte más plana quedaba en la superficie, empotrando el resto. Se ponían casando sus formas, o sacando astillas finas y juntándolas en forma de espiga. […]