Semana Santa en la Sacristía de las Cabezas

viernes, 18 marzo 2005 0 Por Herrera Casado

 

Llega la Semana Santa, que se abre hoy precisamente, viernes de Dolores, con la proclamación literaria de su ser completo. Llegan los días en que los cristianos de todas las latitudes dedican unos momentos al recuerdo de los detalles de la Pasión y Muerte de Jesús, el hijo de un carpintero de Bethelem, en Israel, que predicó una doctrina nueva sobre la clásica religión judaica, preconizando el amor entre los hombres, la Fe sumada de las buenas obras, y que hoy la Teología cristiana, siguiendo sus palabras y algunos, muchos, elementos encadenados, juzga como Dios mismo, el hijo de Dios, la segunda persona del la Santísima Trinidad.

La muerte de Jesús, el Cristo, en Jerusalem, tras un juicio estrafalario montado por sus enemigos, y una muerte terrible clavados sus miembros en una cruz de madera, es la esencia del Cristianismo. Mejor dicho: la esencia es que tras esa muerte, Jesús resucitó y subió a los Cielos. Estas cuatro líneas resumen la raíz, justifican los evangelios, y dan sentido a una creencia. De hecho, la religión cristiana tiene en estas memorias su dimensión más amplia. Y en estos días que se avecinan, los fieles recordaremos aquellos sucesos, ocurridos hace ahora 1972 años. En ellos, de mil formas se ha dicho, se ha pintado, se ha cantado y hasta se ha filmado aquella Pasión y Muerte. En el arte de nuestra provincia, han quedado también marcadas algunas piezas con la fuerza del recuerdo.

La sacristía de la catedral de Sigüenza

Un lugar donde se encuentra el cristiano con el mensaje de Jesucristo, repetido y explicado, tallado y pintado, esculpido y reverberado, es en la sacristía mayor de la catedral seguntina. Ya en otras ocasiones he hablado de esta joya de la arquitectura y el arte de Sigüenza: el Sagrario Nuevo o Sacristía de las Cabezas, que es, sin exageración, uno de los elementos más relevantes de la historia del arte español. Situada en el costado norte de la girola de la catedral, se levantó en el siglo XVI, en momento de empuje reformador y constructivo en este templo cabeza de la diócesis. El obispo García de Loaysa fue quien decidió llevarla a cabo y la impulsó especialmente.

Debe recordarse que las funciones de la Sacristía, o Sagrario Nuevo, como se llamó mucho tiempo, fueron las de almacenar los ornamentos litúrgicos, los elementos de orfebrería y en especial las reliquias de todo tipo que, hasta la primera mitad del siglo XVI fueron consideradas como joyas preciosas, maná celestial y guía segura de salvación. El erasmismo y otras reformas dieron al traste con tanta idea mal orientada, que en muchos casos sirvió de fuente de sabrosos ingresos para la Iglesia, durante muchos siglos.

Esta sacristía fue diseñada y programada por el famoso arquitecto y escultor Alonso de Covarrubias, en 1532. Vino de Toledo a Sigüenza, en el mes de enero de dicho año, y aquí concertó con el cabildo catedralicio las condiciones de su trabajo. Muy posiblemente en Sigüenza, donde permaneció aproximadamente un mes, diseñó Covarrubias este espacio del arte, y los dibujos soberbios que darían justa fama a su techumbre. De su fuerte mano saldría esa galería de rostros retorcidos y firmes, doloridos y en éxtasis, que dan gozo a la vista y cavilación al espíritu. Pero la sacristía grande de la catedral de Sigüenza supone para la historia del arte y la civilización en España algo más que su mera presencia de piedra tallada y equilibrado ámbito arquitectónico. Supone un auténtico mensaje, una dicción de principios, un largo epitafio de algunos seres que en el silencio meditativo de un cuarto renacentista programaron ese techo, esos muros, esos medallones, para que dijeran algo concreto.

Realmente es difícil asegurar la total paternidad de Alonso de Covarrubias para con esta Sacristía de las Cabezas. Tardó en construirse 42 años, y al maestro de la catedral toledana siguieron aquí Nicolás de Durango y Martín de Vandoma, de los que sabemos recibieron poderes del Cabildo para seguir la obra «de la manera y forma que les paresciere». ¿Cambiaron ellos el diseño primero? No parece probable: la personalidad de Covarrubias está muy clara en esta pieza, y sus tallas son nacidas de su estilo inconfundible. Pero, en definitiva, ¿quién fue la persona que dio el programa y equilibrio final de las figuras? En investigaciones que hace años realicé, a ratos perdidos, en el magnífico archivo de la catedral y cabildo de Sigüenza, vi en cierta ocasión cómo quedaban diputados 2 eclesiásticos capitulares para elaborar la temática que había de ponerse en esta pieza de la sacristía. No apunté entonces sus nombres, y no puedo por ello decirlos ahora; fue en 1532, e indudablemente fueron doctores, quienes dieron a Covarrubias la pauta iconológica a seguir.

Algunos detalles de la Pasión

Sin duda lo más espectacular del Sagrario Nuevo de Sigüenza son las 304 cabezas talladas de la bóveda de la estancia. Gentes de todo pelaje, de todas las edades, profesiones y razas… una representación valiente y complicada de la Humanidad. Pero hay muchos detalles que nos recuerdan que Cristo está en el meollo de todo, en la razón de las alturas, de las tallas y los colores. Porque junto a la sacristía está la sala de planta cuadrada que llamamos Capilla de las Reliquias, y en cuya bóveda semiesférica, coronada por Dios Padre, y sostenida por los cuatro evangelistas, hay dos arcos en los que aparecen tallados angelitos con los símbolos de la Pasión. Esos símbolos que en estos días vamos a ver en los oficios, en las procesiones y Vía Crucis, al natural, portados por los pasos en la memoria oscilantes de luz y congoja.

Está los tres clavos que sirvieron para remachar a Jesús sobre los maderos cruzados; están los dados con que se jugaron los soldados que le vigilaban las vestiduras que le arrancaron; está la lanza que atravesó su costado, la esponja griega que empapada de hiel sirvió para refrescarle la boca; el martillo que clavó las puntas y las tenazas que las desclavaron; la propia cruz… en el siglo XVI, cuando tanto se afanaban los humanos por tener un linaje limpio, unas armas antiguas y una ejecutoria de hidalguía, los teólogos llevados de la tendencia corriente asignaron a Jesús una escudo de armas, que era ni más ni menos el campo de oro sembrados de cinco heridas de gules por las que mana sangre, bien puestas de dos, una y dos. Mas todos esos símbolos de la Pasión, como blasones añadidos, haciendo a Cristo el más noble de los mortales, el de mejor prosapia, el más limpio de cuantos han nacido.

Y todo esto se puede ver en los techos de la sacristía de la catedral seguntina. Un lugar al que hay bien entrenado de las vértebras cervicales, porque para admirarla en toda su dimensión hay que pasarse un buen rato echando hacia atrás el occipucio.

Resumen asombrado

Y aquí radica hoy nuestra final pregunta, nuestro definitivo ruego a cuantos visiten esta sacristía. De esas 304 cabezas que la coronan )cuántas son realidad, y cuántas mito? Porque muchas de ellas son auténticos retratos: el florentino Julio de Médicis, a la sazón Sumo Pontífice de la iglesia romana con el nombre de Clemente VII, está retratado en un medallón. Y también el obispo García de Loaysa. Y el cardenal de Toledo, y el emperador Carlos I con su esposa Isabel de Portugal; y el príncipe Felipe; y algunos cortesanos, y otros clérigos, canónigos, frailes, artesanos y canteros de la catedral, mendigos de la plaza, trajinantes de las serranías del Ducado, moriscos de la Alpujarra prisioneros, soldados, peraíles, viejos al sol… no cabe duda que son retratos, la mayoría, de gentes del momento. La escala social está representada en su totalidad. Y lo está precisamente en un lugar de bóveda, de altura, de cubrición de un espacio sagrado: esto fue utilizado siempre en el arte como representaci6n del cielo, de la gloria. Quizás signifique la comunión del pueblo de Dios en el Día Final. La bóveda se sujeta por capiteles y enjutas en las que aparecen, bien declarados, Profetas y Sibilas de la antigua Ley.

La sacristía de las Cabezas, de Sigüenza, es un marco magnífico donde contemplar en su pureza el arte plateresco hispano. Es también un lugar donde recordar las esencias del cristianismo, sus modos expresivos, sus ringorrangos demostrativos, sus lecciones teológicas. Pero es al mismo tiempo un interrogante abierto y un acicate para el estudio. Todo es cuestión de pasarse algo más que el simple instante de una visita turística, ante sus piedras talladas y violentas. Tarea que recomiendo vivamente.

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Guías para visitar la catedral de Sigüenza

Aunque es conveniente hacer la visita de la catedral seguntina acompañados del sacristán o clavero, hoy ya guía turístico en el amplio sentido de la palabra, que se conoce al dedillo cada hueco del suelo, que lleva las llaves sonoras que abren las pesadas puertas, y que señala con su dedo los mejores detalles a contemplar, no está de más procurarse alguna de las guías que existen para visitar la catedral con cierto conocimiento previo.

Es la mejor la que escribiera en los años cincuenta del pasado siglo don Aurelio de Federico, y que editó “Plus Ultra”, con fotografías excepcionales, y un contenido justo y sabio. Es un libro raro de encontrar hoy. Salió luego el estudio publicado por Ibercaja sobre La Catedral y los Museos de Sigüenza (1992), con fotografías de lujo,  y finalmente la más usada hoy que es la titulada “Fortis Seguntina” de don Felipe Peces y Rata, con muchas fotos y medida explicación de todos sus detalles. Una guía más completa de la ciudad, a la que llamo “Sigüenza, una ciudad medieval” fue escrita por mí y editada por AACHE, en sucesivas ediciones desde 1985.