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Las salinas de Armallá en el Señorío de Molina

La tierra molinesa está llena de sorpresas, y a pesar del silencio en que hoy se encuentra, de la aparente soledad de sus pueblos y tierras, la huella de la historia surge con fuerza en cada espacio que se pise y se analice con detalle. Uno de esos espacios son las salinas, los lugares donde, antaño,se obtenía sal para tantas cosas, sobre todo para sazonar alimentos y conservarlos durante temporadas largas. La sal (de ahí vino el nombre de salario) sirvió incluso de moneda de cambio, de elemento valorable como los metales preciosos. Vamos a recordar y a visitar las salinas de tierra Molina. El Señorío de Molina tuvo sus salinas propias, que le sirvieron en la época medieval para alzarse un punto más en su capacidad de independencia. Aunque utilizadas por los celtíberos y luego por los romanos (se han encontrado numerosos restos arqueológicos de esta época en sus inmediaciones), fueron los señores de Lara quienes comenzaron la explotación directa de la sal obtenida sobre diversos lugares del río Bullones. De un lado en Terzaga, Armallá y Tierzo. De otro, en Traid. Y escondido en un mínimo vallejo, Valsalobre. En el idioma árabe clásico, “mina de sal” se dice madin al-mallaha, y es de ese apelativo que puede derivar el nombre de estas salinas molinesas, que se dicen hoy “de Armallá”, lo cual demuestra que serían los árabes quienes primero explotaron este venero mineral, o, al menos, quienes le pusieron nombre. La red de fortificaciones establecida por los musulmanes necesitaba el suministro regular de sal, pues sus propiedades de conservación de alimentos la hacían indispensable para almacenar éstos en caso de que el lugar fuera sitiado. Estas salinas son nombradas en el Fuero de Molina, de mediados del siglo XII. Decía así este fuero: Do a vos en fuero que siempre todos los vecinos de Molina y su término, así caballeros, como clérigos, eclesiásticos y judíos, prendan sendos cafices de sal cada año e se den en precio de estos cafices, sendos mencales, et prendan estos cafices en Traid o Almallas. Estas salinas fueron usufructuadas en un principio por los condes de Molina, quienes paulatinamente fueron cediendo sus derechos a favor de nobles y monasterios. Sin embargo, a fines del siglo XIII, cuando el señorío molinés pasa a ser regentado por el rey Sancho IV, se dice que la sal de Molina y su Tierra pueda ser vendida libremente […]

En busca de las Salinas de Guadalajara

En el extenso territorio de la provincia de Guadalajara destacan entre todas las Salinas de Imón. Es este un lugar incluido en el Común de Villa y Tierra de Atienza, siempre en el directo señoríodelrey de Castilla. El aprovechamiento intensivo de sus afamadas salinas (de Emona se dice en los antiguos documentos) hizo que fuera especialmente cuidado y protegido por los reyes. Durante la Edad Media, y mas aún durante la época de la Monarquía absoluta, las salinas de Imón quedaron bajo el control real. Sin embargo, los monarcas solían conceder aprovechamiento en ellas, o donativos de cantidades obtenidas de su explotación, a nobles cortesanos, a monasterios o instituciones benéficas. Alfonso VIII, el rey castellano que se distinguió por su cariño y protección a la Villa de Atienza y a todo su Común de Tierras, insistió mucho en su testamento para que la propiedad de las salinas de Imón quedara siempre por el Rey. No obstante, él otorgó importantes cantidades de ella a los monasterios de Sacramenia, las Huelgas de Burgos y al hospital deBurgos, dejando la décima parte de los impuestos en ellas cobrados al obispado de Sigüenza. Todavía en el siglo XVIII las salinas de Imón eran fuente de gran riqueza para el país. Carlos III ordenó su modernización construyendo amplios almacenes, nueva red de artesas, canales y caminos y organizó su explotación para sacarles gran aprovechamiento.