En estos días de inicios del mes de junio, se cumplen los 70 años ya de aquel “Viaje a la Alcarria” que hizo el escritor Camilo José Cela, y que poco después publicaría en forma de libro, constituyéndose en uno de los más leídos de la literatura europea del siglo XX. Van a conmemorarlo un buen puñado de publicaciones, de ceremonias y acontecimientos. Van a poder recorrerse de nuevo sus etapas, y verlas y leerlas en libros varios, de los que aquí doy noticia. Apoyado –como era de esperar- por la primera institucin por el gobierno de la Junta de Comunidadescio:a propuesta especial, magntesora. Diciendo de sus tres naves, la mayor y centraón provincial, nuestra Diputación, pero también por el gobierno de la Junta de Comunidades, y por varios ayuntamientos alcarreños, la memoria de este Viaje ha cuajado en un buen número de publicaciones, algunas ya conocidas, y otras nuevas que vienen a ser expresión de ese interés permanente que la gente tiene por aquel viaje, por aquel personaje, y por aquella época que empieza a ser, -de tan lejana- un poco histórica. Entre los libros aparecidos, destacaría varios con diferentes valores. Uno de ellos, la “Guía del Viaje a la Alcarria” que escribiera y publicara en 1999 el escritor y biógrafo de Cela, Francisco García Marquina, y en el que se apuraba sorbo a sorbo el Viaje y sus circunstancias, descubriendo anécdotas y sutiles detalles que ayudaba a transformar una composición literaria en una aventura personal. Ahí es donde nos enteramos que Cela hizo el “Viaje a la Alcarria” en tres veces, y no solo, sino acompañado por el fotógrafo Karl Wlasak y la periodista Cristina Stichaner. Que unas veces –como él dice- fue andando, y otras en coche de línea, aunque fijándose muy bien en lo que veía al pasar (porque los coches de línea en esa época, 1946) iban muy despacio y levantando mucho polvo. Similar en intenciones, aunque con resultados diferentes, es el libro “Buscando a Cela en la Alcarria” que firmaron en 1981 Salvador Toquero y Santiago Barra. Buscaron lo mismo, personajes y sucedidos, testimonios de testigos y alguna que otra suposición. Ahora ha vuelto a salir, con el apoyo de Diputación, y una sorprendente portada debida al pintor Antonio Burgos. También es de estos días la reedición del libro de Pedro Aguilar Serrano, que vio por primera vez la luz […]
aguilar
Campos de Castilla, desde Medinaceli a Anguita
El próximo miércoles día 12 de febrero, y en un conocido Centro Cultural de Madrid (el Auditorio Axa, en el Camino de la Fuente de la Mora), se va a presentar un libro que tiene mucho que ver con Guadalajara y sus territorios más norteños, concretamente los pueblos y paisajes de la serranía del Ducado, aquellos por los que hace novecientos años cruzó el Cid Campeador y sus mesnadas, dejando en su Cantar los nombres sonoros que aún nos llegan: Medinaceli, Anguita, Abengalbón, el Campo Taranz, y el viento frío que se corta en las ramas de las sabinas. El título de la obra lleva en sí un mensaje de leyenda propiciatoria: “El beso del Moro Abengalbón” nos llama a descubrir quien fuera aquel personaje y con qué objeto y a quien dio un beso. En cuatro líneas puede contestarse esa pregunta, porque el moro Abengalbón fue el reyezuelo de la taifa de Molina que la gobernó en los años en que Rodrigo Díaz de Vivar anduvo cruzando España desde Burgos a Valencia, y porque a los andalusíes de entonces (y creo que aún ahora) dar un beso en el hombro de alguien suponía la demostración de un apoyo y una amistad bastante firme. Las tierras frías que median entre Medinaceli y Sigüenza, allí por donde pasaba el tren que se metía, sonoro y traqueteante, bajo la sierra por el túnel de Horna apareciendo en Torralba, son lugares que siempre han propiciado la literatura más sensible. Si por un lado el Cantar del Mío Cid acude a ellos para situar los momentos más densos del pensar castellano, es en el siglo XX don José Ortega y Gasset quien se aventura por ellos, a lomos de una mula, y descubre también la metafísica de nuestro país, brotando de los solemnes horizontes, de los abrigados recueros, de las aldeas de doble puerta y templo enorme para los cuatro viejos que allí habitan. En ese viaje iniciático, ilusionado, en pos de un amor que solo se nutre de un destello, el protagonista pasa por los caminos silenciosos y va cruzando el arroyo de la Fuentecilla, o los regatos del Parral y Vallehermoso a la derecha del Henares. Tras pasar por Alcuneza, llega a Sigüenza donde se enfrenta, de un lado, a la enormidad de su conjunto urbano, a la catedral y su germen, el Doncel don Martín Vázquez de Arce, y de otro […]