Paulino Aparicio Ortega: “Cerro del Pimiento”. Edición de la Asociación de Vecinos “Cerro del Pimiento”. Guadalajara, 2004. 160 páginas.
En una de las ciento sesenta páginas de este libro, el autor suelta una cosa como esta: “El tiempo es como el agua, sirve para que las cosas se limpien, porque la distancia es indulgente, quita los ronchones del miedo, seca los gritos y deja los ojos limpios”. Y sigue andando, y escribiendo, y contando, y recordando, y analizando… y escribiendo frases y conceptos tan luminosos como el anterior. Porque este libro tiene una razón, un fundamento, una materia de la que tratar, y que ahora explico, pero tiene, sobre todo, un modo nuevo, un estilo claro y potente, razonable, metódico y como el agua: limpio.
Este “Cerro del Pimiento” de Paulino Ortega es, en realidad, una historia entrañable de Guadalajara, durante los años en que ese lugar tuvo vida: entre 1940, en que se construyeron sus casas, y se explanaron sus calles, y 1980, en que se derribó por completo, para construir en su lugar una serie de equipamientos que la ciudad demandaba. Una vida corta, pero intensa, y que este libro cuenta, desmenuza y nos ofrece como en carne viva, con todos sus detalles.
Este libro nació por idea de Jesús Mínguez Chinchilla y Pilar Roche, que querían tener escrita la historia de su barrio, en el que nacieron y vivieron largamente. Y se la pidieron a quien mejor podía hacerla, porque es hombre de serenas razones: a Paulino Aparicio, que ya tenía en su haber un libro en el que volcaba sus recuerdos de infancia en Horche: “Caminos borrados por la hierba”.
En esta obra, Aparicio se introduce en la memoria de un barrio. Del sitio que ocupó en la ciudad, de su nacimiento y desarrollo, de las cuatro calles que lo formaban (Balconcillo, Era Alta, Lavadero y Miralcampo. Más la Guarrina debajo de todo, a la entrada. Arrasado, entero, dio lugar a que en su lugar nacieran el Instituto de enseñanza “Buero Vallejo” , el edificio de aulas de la Universidad de Alcalá de Henares, la iglesia parroquial de San Pascual Bailón y el Teatro Auditorio Buero Vallejo (todo ello en su parte alta, la que mejores vistas tenía), y el barrio de “Las Casas del Rey” en la parte baja.
Personajes del barrio salidos (castañeras, lecheros, limpiabotas y comerciantes) y sitios donde ellos iban, que era la ciudad entera, más el río Henares npor la huerta de Pepe, la Fuente de la Niña, las Ferias de la Concordia y la Calle Mayor.
En este caso, el libro se convierte en un repaso añorante a la ciudad en los años 60. Paulino Aparicio pone en cada línea la palabra justa pata levantar el recuerdo, en el que se mezclan olores y sonidos, visiones y temblaeras. Le ha resultado un libro redondo, este “Cerro del Pimiento”, y le consagra con todo derecho como uno de los mejores escritores que ha tenido Guadalajara en toda su historia.
Debía reeditarse, y leerse en clubes de lectura, y en aulas de instituto, y en excursiones al campo, siempre, siempre.., porque con estas páginas se recuperan los apagados ecos de la infancia de muchos de nosotros. Al menos a mí me ha ocurrido.
A. H. C.