La prosa escrita por Francisco García Marquina

La prosa escrita por Francisco García Marquina

viernes, 11 marzo 2022 3 Por Herrera Casado

El pasado día 24 de febrero, la ciudad y provincia de Guadalajara, de la mano de la Fundación Siglo Futuro, rindió homenaje a la figura del escritor y poeta recientemente fallecido Francisco García Marquina. En esa ocasión, reflexioné sobre la obra en prosa de este autor, al que tanto debe ya nuestra tierra. Sus libros de viajes, sus biografías y memorias ha dejado retratada nuestra tierra con mano magistral.

Francisco García Marquina*, fallecido el pasado 7 de enero, no lo hizo en una cama de hospital rodeado de monitores y cables: lo hizo como lo tenía programado de antaño: en medio del campo, al sol del mediodía, a la orilla de un camino campiñero, viendo unas palomas zurear sobre el dintel de un tejado, sin más preámbulos, haciendo bueno el título de uno de sus libros: “Morirse es como un pueblo”.

El escritor Francisco García Marquina

La prosa escrita por García Marquina es tema que podría dar para una conferencia densa. Dará, seguro, en un futuro, para una tesis doctoral, para un Congreso incluso. Así es que debo caminar raudo en el repaso de esta parcela. Y empezar diciendo que si la poesía que escribió era como un paseo por la vida y sus circunstancias, la prosa está, casi en exclusiva, dedicada a los viajes, al andar por los caminos, a mirar hacia arriba y buscar las veletas que rematan las torres de los pueblos, el orondo sonar del agua en los caces, la conversación sabia de los aldeanos que encuentra.

El primero de sus libros –para mí sigue siendo el mejor– fue “Nacimiento y mocedad del Río Ungría”, con el que ganó el Premio “Camilo José Cela” para libros de viajes en 1974. Editado por la Institución Provincial de Cultura “Marqués de Santillana” al año siguiente, fui el primero en analizar la obra y hacerle una crítica. Me basé en las palabras que Camilo José Cela escribía en el prólogo: “el autor opina que [esto] huele a Cela, especialmente en dos cosas: su amor a lo concreto y el elemento sorprendente”. Y es a continuación el propio autor quien exime al crítico de su tarea, y dicta la clave de estas páginas: «Pero se independiza por otras dos: el tratamiento psico­lógico y la dosis de naturaleza». Vuelve a decir Camilo que este libro “lleva variadas actitudes y materiales: la poesía, la sabiduría, la geografía, la historia, el cachondeo…

«Nacimiento y mocedad del río Ungría», no es un libro de viajes. Es el libro de un viaje sólo, de una excursión que pudo hacerse en unas horas. Es el rescate, sin datos rimbombantes ni personajes famosos, de la historia. Porque también es historia el nacer y morir de los molinos, de las gentes que trabajan junto a ellos, y al fin se fueron a otros horizontes más dudosos. El derecho de lo humilde a su propia historia está aquí, en estas páginas sencillas, reivindicado. Pero por encima de todo se dibuja, como el humo de una fogata en la tarde de otoño, ya desvaída la luz, el dolor de la tie­rra. Y su esperanza.

Siguió Marquina, ya entrañado con Cela y su obra alcarreña, escribiendo la “Guía del Viaje a la Alcarria” que tuve la fortuna de editar, abriendo en Aache la Colección “Viajero a pie”, en 1992. Un recorrido por las huellas que dejó el viajero y un análisis de su montaje, de sus viajes varios, de sus acompañantes, de sus papeles timbrados, de sus paseos en autobús y de su gran dosis de inventiva frente a unas tierras y unos paisajes que no terminó de entender. El libro costó venderlo, pero al final está agotado y ahora vuelven las cabezas, en clamor, buscándole, porque sin duda es un libro sabio, y divertido. Un libro con mucha conversación detrás, muchas búsquedas, y algunas adivinaciones.

Los viajes de Marquina siguieron junto a los ríos guadalajareños. Primero se hizo el Henares. A su escrito le puso por nombre “Los pasos del Henares” apareciendo primero en un volumen común titulado “La letra de los ríos” que se formó con otros textos hidrográficos de Leguineche, Pedro Aguilar y Chani. Lo de Paco volvió a salir, en formato independiente, y en la editorial “Gato Verde” que con Toya Velasco creó, en 2004, y poco después, medio pirateado, en Portugal, por un admirador suyo.

Este libro es la esencia de Marquina. Es un libro magistral también, como todo lo suyo, pero que añade el sabor pícaro de tratar de lo que todos conocemos, de lo que tenemos ahí, a diez minutos andando, pero sin que apenas nos fijemos en ello. En su página 143 (escojo esto como podría haber escogido cualquiera de los miles de párrafos que el libro acoge) dice de la orilla en Humanes: “Como hoy estoy de buenas, no oigo el ruido de la maquinaria en una gravera cercana y enorme, ni veo los plásticos que abanderan los zarzales, ni las latas que están tomando el sol en la playa. Pero yo sé que hace 50 años las gentes bebían el agua del río que era transparente, y dejaba ver las piedras del fondo, cada uno en su color, según me ha contado María Victoria Cienfuegos, que ejerció durante muchos años como ángel celador del Río Henares, allá por la zona del Cañal”.

A este libro, además, le tengo un especial cariño. Porque en el ejemplar que Paco me regaló, puso esta dedicatoria: “A Antonio Herrera, mi hermano, en las letras, en la tierra y en el trabajo”.

Obras en prosa de Francisco G. Marquina

Dos años después siguió andando, esta vez junto al corto e intenso río Cifuentes, que va desde la villa de los Silva a sus cascadas sobre Trillo. De ese viaje, de poco más de 8 kilómetros, (la legua larga de los clásicos) surgió en 2006 “El Río de las Cien Fuentes”. Antes había visto publicar a la Institución “Marqués de Santillana” su sencilla, impecable, transparente como un carámbano, “Guía de los Castillos de Guadalajara”, en el que colaboré aportando la mayoría de sus fotos. Esos castillos los pateamos juntos, y es ahora el momento de decirlo: Marquina sabía ver en esas piedras tumbadas y humeantes más cosas de las que un simple historiador percibe.

García Marquina escribió de todo, ejerció de periodista, de biólogo, de ingeniero y de gestor cultural. Fue un humanista a quien llegaban las cosas del entorno y las analizaba como abriéndolas en canal, mirándolas con el objetivo minucioso de un atento sabio. Por eso Guadalajara, y sus gentes, echarán de menos a Marquina, porque era un referente.

La gran novela de García Marquina es la que tituló “Cosas del Señor” y se editó, él mismo, en 1998, en su sello “Óptima trabajos literarios y fotográficos S.L” Con sus casi 600 páginas densas, exuberantes de imágenes, personajes y sucedidos, nuestro amigo alcanzó la suma perfección, y una consideración de narrador y esteta que le valieron frases de Francisco Umbral (Un libro rico, riquísimo), de Raúl de Pozo (Una fábula bellísima) y del propio Cela (Una novela espléndida y absolutamente actual). Quien pueda, que la lea, o que la vuelva a leer. Yo lo hago de vez en cuando. 

La última etapa de Marquina como prosista, creciendo siempre en calidad y recursos, es la dedicada a Cela, a su amigo Camilo, con quien llegó a entenderse perfectamente, alcanzando ambos una amistad que nadie podrá, nunca, enturbiar. Una aproximación a las anécdotas celianas supusieron su obra “Cela, masculino singular” que editó Plaza y Janés en 1991. Pero el análisis de la obra literaria de quien alcanzó el Premio Nobel, y, sobre todo, el meticuloso saber de su vida y sus quereres, fue la esencia de la gran obra “Cela, retrato de un Nobel” que tuve la suerte de editar en 2016, cuando el centenario del escritor gallego, y que a todos gustó, excepto a su viuda.
Es este también un libro de viajes, porque toda biografía es un análisis del camino vital del biografiado. Con sus capítulos cortos y monográficos, sus frases claves, y sus fotografías inéditas, sacadas del álbum familiar, no habría podido encontrar Cela mejor biógrafo que Paco. Y así se lo hizo saber en muchas ocasiones. Fui testigo.

A ese libro cabe añadir sus epígonos: “La España de Cela” (2018) y “La Alcarria: el libro” (2019) en los que García Marquina consigue sacar más punta al lápiz, todavía. En el primero busca –y encuentra– las muchas razones por las que Cela amó España y se alegró de ser su ciudadano. En el segundo, y como dice el subtítulo de la obra, hace Paco “Un estudio del Viaje a la Alcarria de Camilo José Cela. Otro más. El definitivo.

Lo último que escribió y firmó Paco fue el Epílogo al libro “Serranía de Guadalajara: despoblados, expropiados, abandonados” que ayer  (23-II-2022) presentábamos en la Casa de la Cultura de Azuqueca, y en cuya ocasión pude también rendir homenaje a la memoria de Marquina, evocando algunas de las frases que en esta epilogal ocasión escribió, en torno a un lugar que tan bien conoció y que amó con sinceridad. En las dos únicas páginas que al final de este libro de la Serranía van firmadas por Marquina, con la brevedad escueta, y la sentenciosidad de quien cree en lo que dice, afirma rotundamente: “Y este epílogo queda escrito para dar testimonio de aquellos hombres que vivieron heroicamente sin tener conciencia, ni hacer protesta, ni sentir vanidad por ello”. 

Quizás en esas dos páginas que ya figurarán como el testamento editado de Marquina, nos propone la esencia de sus quereres terrestres, porque en ellas dice lo que buscó, lo que encontró, y su aplauso: Mi mayor hallazgo fue encontrar a un pueblo que llevaba su pobreza con mucha dignidad, gente fuerte y austera, pero también compasiva, personas recelosas, pero también acogedoras, que vivían haciendo frente a una situación desfavorable. Que tenían una nobilísima cultura rural, una moral natural y un lenguaje sentencioso y vivo. Los campesinos eran gentes que no sabían de libros, ni de escrituras, porque allí no había nada que leer, ni nadie a quien escribir, y eran gentes calladas, aunque no mudas, porque las preguntas fundamentales que se hacen los humanos, que son el hambre y el amor, no necesitan palabras.

Con estas que le tomo prestadas a Paco, acabo esta evocación, y agradezco a todos su atención y, sobre todo, el aprecio para el amigo que se ha ido.

* Este es el texto íntegro que preparé para el Homenaje a Francisco García Marquina que el pasado 24 de febrero le tributó la Fundación “Siglo Futuro” en el Teatro Moderno de Guadalajara, y que por la premura de tiempo, y el gran número de participantes, tuve que resumir según leía. Aquí va entero, aún con brevedad, un estudio sobre la obra en prosa del escritor recientemente fallecido.