En el centenario del Capitán Arenas

En el centenario del Capitán Arenas

miércoles, 20 enero 2021 3 Por Herrera Casado

Se celebra (o espero que se celebre) este año el centenario de la muerte de un hombre de nuestra provincia, que destacó por su valor, por su entrega a la causa de la dignidad de España. El capitán Félix Arenas Gaspar, molinés como todos los suyos, entregó su vida defendiendo Monte Arruit, en la Guerra del Rif, y haciendo notar su saber, su valor, su capacidad de amor a la Patria.

Un Centenario que a todos atañe

Es este un personaje que cae de pleno en la mitología de los personajes de relieve en Guadalajara. Porque su nombre les suena a todos, pero muy pocos identifican cuales fueron sus méritos para haber concitado atención y recuerdos. La historia, breve y dramática, del Capitán Arenas, es la de una valentía, la de un soldado español que, lo mismo que otros muchos miles a lo largo de nuestra historia, no tuvo miedo a la muerte, y ésta le llegó en uno de los hechos guerreros más desfavorables de nuestra historia contemporánea. Su mérito fue el del auténtico heroísmo, despreciando el riesgo que su vida corría por salvar la de sus compañeros, en una campaña (el desastre de Annual en la Guerra del Rif, 1920-1925) y en una batalla que se intuía perdida. Su serenidad de acción, su desprendimiento y generosidad, su sereno enfrentamiento final con la muerte, es lo que nos entrega la dimensión de la figura del Capitán Arenas. Le historió con detenimiento don José Luis Isabel Sánchez en su obra “Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernando”, dedicada a los que en el Arma de Ingenieros obtuvieron esa recompensa, la que cinco años después de su muerte le entregó la Patria: la Gran Cruz Laureada de San Fernando.

El Capitán Arenas defendiendo Monte Arruit,
en dibujo de Augusto Ferrer Dalmau

Por cumplirse ahora los cien años de su fallecimiento (tenía 29 años cuando murió el 29 de julio de 1921), creo que es motivo más que suficiente para que su tierra le recuerde. Ya lo hizo, no hace mucho, en abril de 2013, cuando se le dio su nombre de “Capitán Arenas” al Parque y Centro de Mantenimiento de Material de Ingenieros de Guadalajara, en un acto al que asistió su hijo el Contralmirante de la Armada don Francisco de Borja Arenas, más sus nietos y biznietos, todos militares, inaugurando un busto a la entrada del establecimiento de Defensa, que es réplica del que Coullaut Valera le dedicó en Molina, y aún sigue allí, ante la fachada del Colegio de los Escolapios donde estudió el bachillerato el que sería pronto eminente militar. Ese monolito y busto en bronce lo inauguró el Rey don Alfonso XIII, en julio de 1928, porque fue su deseo, y el del Gobierno de don Miguel Primo de Rivera, de que Molina de Aragón guardara la memoria de su hijo preclaro.

La corta e intensa vida del Capitán Arenas

La carrera de Félix Luis Arenas Gaspar había sido fulgurante. Había nacido en Puerto Rico, en diciembre de 1891, hijo del Capitán de Artillería del mismo nombre, que a la sazón se encontraba destinado en aquella isla americana. Pero muy poco después la familia regresó a España, y el joven Félix llegó a Molina de Aragón, de donde era toda su familia, viviendo allí su infancia y primera juventud, cursando los estudios en el Centro que los Padres Escolapios tenían montado en un moderno edificio, con vistas a los Adarves.

Era su tío abuelo el eminente escritor e investigador don Anselmo Arenas López, erudito local que además se había dedicado a la política como ferviente partidario de la República Federal, siendo profesor de Geografía en Granada y Valencia, y muy considerado en los ambientes intelectuales españoles. Don Anselmo tenía a Félix como su sobrino nieto preferido.

Aún muy joven, a los catorce años, en 1906, ingresó en la Academia de Ingenieros, a la sazón en Guadalajara, y a los diez y ocho de su edad ya había sido promovido a teniente, alcanzando el grado de capitán poco después, en 1919, haciéndose cargo del mando de la 2ª Compañía de Zapadores de la comandancia de Ingenieros de Melilla. Un año después, y ya iniciadas las operaciones contra los rebeldes rifeños, en noviembre de 1920, tomó el mando de la Compañía de Telégrafos de la Red Permanente de Melilla.

Anteriormente, su servicio como Teniente lo hizo en el Servicio de Aerostación y en los Talleres del Material de Ingenieros de Guadalajara, hasta que fue enviado con las tropas que batallaban en el Norte de Africa, agregado a la compañía de Aerostación en Tetuán, a continuar librando aquella desafortunada guerra colonial en la que España puso lo mejor de sus hombres, pero sin la fe necesaria para mantener sus posiciones en un continente en el que por entonces ya nada, ni nadie, nos pedía continuar. El año 1921 fue en esa guerra de Marruecos el más desafortunado y triste.

Tras el desastre de Annual, las tropas indígenas marroquíes habían crecido en moral y empuje, llegando ya, en el verano de ese año, hasta las mismas costas mediterráneas. El ataque arrollador de los moros, que diezmaban sin piedad al Ejército Español, sonó como un clarín de alarma en Melilla, donde se encontraba Félix Arenas, capitán a la sazón de una Compañía de Telégrafos.

La hazaña heroica del Capitán Arenas

Con sus hombres tomó en ascenso el río Zeluán, llegando hasta la cabecera de la llanura de Ben-Sidel, donde se dió cuenta de que el enemigo ya les cerraba el paso. Allí tuvo que tomar el mando de todo el ejército que se batía en retirada, por ser el Capitán más antiguo, y en un momento de verdadero peligro, cedió su caballo a un sargento herido, para que pudiese ser evacuado. Siempre en la retaguardia del ejército hispano, Arenas fue sosteniendo el empuje moro, retirándose a Tistutín, y luego a Monte Arruit. En la defensa del primero de estos enclaves, ya tuvo Arenas ocasión de mostrar su valor y genio militar. Por las noches extendía con su gente gran cantidad de paja, que rociada prendía luego, dificultando así el avance enemigo. Dirigió con serenidad las operaciones de retirada hacia el valle, y siempre en el puesto de mayor peligro, muy próximo ya al refugio de Monte Arruit, cayó muerto de un balazo en la cabeza.

Fachada del acuartelamiento de Monte Arruit antes del ataque rifeño.

Homenajes póstumos

La figura del Capitán Arenas, queridísima para cuantos habían sido compañeros de campaña, se agigantó tras su heroica muerte. Previos los trámites correspondientes, en 1924 le fue concedida a título póstumo la gran Cruz Laureada de San Fernando. Y en 1928 se inauguró en Molina de Aragón, en un solemnísimo acto al que acudió el Rey Alfonso XIII y parte de su Gobierno, un monumento a este preclaro hijo del Señorío, que aún hoy puede admirarse en el atrio de entrada al viejo edificio de los Escolapios.

Vemos junto a estas líneas el busto realizado en bronce por el extraordinario escultor Coullaut Valera, de quien aparece firma en la parte baja de la talla, y consta de un pedestal que sostiene un monolito de piedra, rematado en un castillete símbolo del Arma de Ingenieros, y sobre una repisa en su parte anterior, se muestra el busto en bronce del militar que, a pesar de su juventud supo escribir página tan gloriosa para la historia de España, y poner así su nombre en el abultado número de las figuras que por uno u otro motivo han merecido quedarse a vivir en la memoria de sus paisanos. 

En el mismo monumento molinés aparece esta leyenda «El Cuerpo de Ingenieros y la Ciudad de Molina al laureado Capitán D. Félix Arenas. Muerto en Tistoren – Africa, 29 de Julio de 1921. Inaugurado por S.M. el Rey D. Alfonso XIII el 5 de julio de 1928». En ese momento, la ciudad de Molina le dedicó una calle, y en 1956, lo hizo también la ciudad de Guadalajara, quedando su memoria eternizada en la céntrica rúa que va de San Ginés a la Plaza de Toros. A partir de 2013, un busto en bronce, réplica del existente en Molina de Aragón, y su nombre al frente del acuartelamiento de Ingenieros en la parte de la Vega del Henares de nuestra ciudad, supuso una renovación de la memoria que Guadalajara siempre ha rendido a su héroe Arenas.

Héroes de la Guerra de África, con los hermanos Arenas en la línea inferior

Debemos considerar aún el impacto que esta desgracia produjo en la familia de los Arenas, sabiendo que cinco días antes, el 24 de julio, un hermano del heroico capitán, el teniente Francisco Arenas Gaspar, había muerto en el ataque rifeño al Zoco Telatza, en otra operación de la misma guerra. Juntos los vemos en la página que Mundo Gráfico de octubre de 1921 dedicó a muertos en acción bélica en África. Aspectos sumados de su fama, son esos detalles que dan, como decía al principio, carácter de “quasi mitológico” a un personaje: el dibujo del gran artista Augusto Ferrer Dalmau, que representa a Félix Arenas defendiendo los cañones de Monte Arruit, o la inclusión del Capitán Arenas como “soldadito de plomo” en la colección de trajes militares del Ejército Español.