Rescate de Carmelitas
En recientes declaraciones, la alcaldesa de Budia, Ana Sánchez, ha pedido ayudas, -de cualquier parte que vengan son buenas-, para salvar del hundimiento y recatar para usos civilizados unas ruinas magníficas con que cuenta esta villa alcarreña. En definitiva, está pidiendo el rescate de una memoria, la de los carmelitas (de los que tan poca memoria queda en este mundo de prisas y despechos) y de una obra de arquitectura ejemplar y realmente hermosa, el convento barroco de Budia.
Algo de memoria histórica
Uno de los monumentos más señalados, y, por desgracia, abandonados y en trance de ruina progresiva, que posee la villa de Budia, es el antiguo convento de la Orden de Carmelitas, situado en la parte alta del pueblo, en las eras de Santa Lucía, desde donde se divisa un bello panorama de la localidad y de los montes del entorno.
En el siglo XVI existía una casa donde vivían en comunidad cuatro beatas, según dice la Relación de la Villa enviada a Felipe II en 1580. El convento de altura que se fundó en esta villa es el de la Orden del Carmelo Reformado, en el siglo XVIII. Corta vida tuvo la fundación carmelitana en este pueblo alcarreño, pero siempre muy querida de sus vecinos, quienes procuraron hacer la vida amable a sus religiosos huéspedes. Tuvo su origen en la piedad netamente popular: varios vecinos de Budia habían entregado, en el primer cuarto del siglo XVIII, algunas cantidades para fundar con ellas un convento de la Orden Carmelitana reformada. Así nos lo cuenta don Juan Catalina García López, el que fuera Cronista Provincial a principios del siglo XX, en sus Aumentos a las Relaciones Topográficas de Budia, y fray Silverio de Santa Teresa en su Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América. Puestas en renta dichas cantidades, producían al año 13.956 reales de vellón. A ello se añadió el voluminoso donativo que dio el Duque de Beragua, que alcanzó los 12.000 ducados, y que entro todo llevó al provincial de la Orden, fray Bernardo de San José, a presentar en 1732 la formal solicitud de levantar en Budia una nueva casa del Carmelo, en la que podrían vivir cómodamente más de 15 religiosos, sin necesidad de acudir a la limosna pública.
Accedió el obispo seguntino, el franciscano fray José García, unos días después, como el año anterior lo había hecho el duque del Infantado, señor del pueblo, y en agosto de 1732 lo hacía el Consejo Real. El 22 de octubre de ese mismo año, ya estaba levantado el cenobio: casa conventual y hospicio anejo, se congregaban en torno a una grandiosa iglesia a la que se trasladó el Santísimo desde la parroquia con mucho boato y popular festejo. Quedaba así instituido el Convento de la Concepción de Nuestra Señora, siendo general de la Orden el padre Antonio de la Asunción. Era la última fundación carmelitana en la provincia de Guadalajara, de siempre elegida por los carmelitas para poner en ella conventos señalados.
Tranquila fue la existencia de este convento a todo lo largo del siglo XVIII. A mediados de él, concretamente en 1747, se trasladó desde Madrid la casa de profesos, siendo un prior, nueve religiosos y seis legos conventuales los que la habitaban. Ya finalizando la centuria, en 1796, quiso la Orden carmelitana probar fortuna nuevamente poniendo en este convento de Budia una modesta fábrica para hacer en ella sayales de las religiosas y religiosos. En otras casas y ocasiones se había intentado ya, pero con muy escaso éxito. Se contaba ahora con la tradición probada de las industrias laneras y de buenos paños que habían existido en la alcarreña localidad, y así, en el Capítulo de 1796, se acordó *que para su establecimiento se tomen a censo 50.000 reales, hipotecando todos los bienes de la Provincia, dando plena autoridad al definitorio provincial sobre la disposición y giro de esta fábrica+. El experimento comenzó a funcionar, y mal que bien, y renovando frecuentemente de religioso organizador, se llegó como pudo a 1814, en que, después de mucho sufrir en la guerra de la Independencia, el obispo de Sigüenza se propuso comprar la fábrica de tejidos de estos religiosos, poniendo por condición que continuase el hermano Pedro de San Antonio al frente de ella. El Capítulo Provincial accedió a este deseo, pero el obispo no llegó a comprarla finalmente. En 1820 se nombró al padre Julián de San Jerónimo administrador de la fábrica, a quien debían rendir cuentas los dos religiosos que en ella trabajaban. En 1824 se decidió se fabricase solamente sayal pardo o blanco, nunca paño.
Los franceses llegaron a Budia en enero de 1809. Ante las noticias de su inmediata llegada, y los desmanes de brutal salvajismo a que sometían a ciertos sectores de la población, en especial del estado religioso, decidieron los carmelitas de la Concepción de Budia abandonar su convento, dejando únicamente a dos miembros de la comunidad entre sus muros. Llevaban los frailes cálices y custodia, resignándose a perder algunas cosas, como altares, sagrario, copones, etc., que destrozaron los invasores nada más llegar. De vez en cuando aparecía una columna francesa por Budia, y aprovechaban la fábrica del Convento como cuartel. Finalmente, en 1814 volvieron los religiosos. Ignorando seguramente lo poco que le quedaba de vida al convento. Fue su último prior fray Cristóbal del Niño Jesús, pues la Desamortización de Mendizábal dictaminó su venta pública.
El edificio entero, con su huerta, pasó a poder de particulares. Fue concretamente en 1842, poniendo en práctica la Desamortización de Mendizábal, que el Gobierno había decidido dedicar el convento a hospital y escuela de la villa, y la iglesia dejarla para el culto. La Diputación Provincial se opuso, y exigió que todo saliera a subasta. Así fue que en 1847 lo adquirió doña María Isidra Pastor, vecina de Madrid, en la cantidad de 140.000 reales, quedando de todos modos la iglesia para culto y uso de cementerio, como hasta hoy ha permanecido.
Algo de arquitectura
El edificio de este convento, especialmente la iglesia, es una obra magnífica de la arquitectura carmelitana española, que tuvo unas características muy propias desde que en el siglo XVII el arquitecto y religioso de la Orden fray Alberto de la Madre de Dios levantara diversos templos con una estructura similar y muy hermosa. Esta iglesia de Budia está construida a imagen y semejanza de las que diseñara el fraile santanderino (que por cierto murió en Pastrana) en San José de Guadalajara, la Encarnación de Lerma, los Reyes de Guadalajara y San Pedro de Pastrana.
Según el estudioso del arte carmelitano José Miguel Muñoz Jiménez, este edificio de Budia debe ser obra de fray Pedro de la Visitación (activo en Castilla la Vieja entre 1710 y 1715), de fray Juan de Santa Teresa, natural de Pozaldez (Valladolid) y autor del magnífico convento de los carmelitas de Padrón (La Coruña) en 1729, o del navarro fray José de los Santos quien en 1753 trazó y dirigió la fábrica de convento e iglesia de las carmelitas de Santiago de Compostela. En todo caso, no puede descartarse que fuera trazado por algún artífice no identificado que ocupara el cargo oficial de tracista de la provincia de Castilla la Nueva, que si bien fue la región pionera en la expansión carmelitana, a mediados del siglo XVIII apenas conoció la construcción o renovación de conventos e iglesias.
El cuerpo central de su fachada presenta tres arcos bajos de acceso, hoy cerrados de una verja. El central se escolta de planas pilastras, y se remata con vacía hornacina. Sobre ella aparece un enorme ventanal escoltado de almohadillado, que tenía por misión dar luz al coro, y sobre ella todavía gran remate triangular con bolones. Esta fachada ofrece la habitual composición de un rectángulo central y sendos cuerpos laterales unidos al primero por aletones curvos. Si bien las líneas generales pertenecen al Manierismo clasicista, a la sazón anacrónico, la planitud del hastial se adorna de los elementos acostumbrados, pero de magnífico efecto en la bicromía de su elegante caliza sobre los muros de blanco enfoscado. El tripórtico, la ventana del coro, la hornacina superior, así como los óculos en elipse, todo responde a un diseño preciosista y depurado, propio del último Barroco hispano. El interior, del que solo quedan los muros, y muy deteriorados, es de una sola nave con capillas laterales. Era esta la planta canónica de los templos carmelitanos, con una cruz latina muy precisa, nave única, capillas laterales, brazos del crucero muy cortos, y gran desarrollo de la cabecera, de planta cuadrilátera. Tenía una gran linterna sobre el crucero, hoy ya hundida. En 1968 se desmontaron las cubiertas de este templo, lo que supuso un verdadero atentado al arte y la monumentalidad de Budia, pues ello ha propiciado la aceleración del hundimiento de esta joya de la arquitectura barroca castellana.
Y aquí es donde pido la atención que este gran edificio requiere: no debemos dejar que siga hundiéndose. Al esfuerzo hecho por el Ayuntamiento de Budia este año pasado, de limpiar el interior de los hierbajos que le habían crecido, de consolidar muros en los que habían aparecido grietas, debe añadirse una acción contundente desde la Consejería de Cultura. Sabemos que la actual Consejera, María Paz López, tiene una especial “sensibilidad alcarreña” y hasta budiera. No en vano fue unos años alcaldesa de El Olivar, allí al lado. Pero sin llegar a esos niveles de sentimentalismo, por los que la cosa pública no puede dejarse llevar, sino más bien por los estrictos de la justicia distributiva, a este precioso templo carmelitano de Budia le tienen que estar reservados mejores días. El pueblo está decidido a seguir pidiéndolo, y nosotros a apoyarles en esas peticiones y justas reivindicaciones. El arte, la historia de la Alcarria, tienen que tener su día, su acogida, su brillo.
Otros lugares carmelitanos en la Alcarria
No puede dejar de admirar, el viajero de Alcarrias, los conventos que la Orden del Carmelo dejó entre nosotros. Sus fachadas, de arcos y ventanales, de solemnes espadañas y sones josefinos, aparecen en Pastrana (San Pedro, allá abajo junto al Arlés) y en Guadalajara (los Reyes, lo que hoy es el Carmen, fachada y templo en perfectas condiciones y maravillas de la estética, más San José, en la antigua carretera, hoy calle de Ingeniero Mariño, con su pletórico barroco en el interior y su ladrillo barnizando la fachada) o en Cogolludo, donde Fray Juan de la Fuente erigió el templo de suaves perfiles, también clásicos, en 1596. Todos son lugares que recuerdan a Santa Teresa y sus normas santas basadas en la cotidianeidad y el éxtasis.