Fábricas de papel en la Alcarria
En el cómputo del patrimonio industrial, antiguo y silenciado, de esta provincia, cabe recordar someramente algunos lugares que contaron, desde el siglo XVIII, con molinos y fábricas de papel. En ellos se ponía un germen de industrialización, al abrigo de las ideas ilustradas de la centuria “de las Luces”. Que dieron trabajo a muchos aldeanos, y algún beneficio a sus dueños. Todo en pequeña cantidad, como en ensayo.
Hubo un molino dedicado a la fabricación de papel junto a la localidad de Gárgoles de Abajo. Era el “molino de estraza” como le llaman los documentos o “la Obra del Obispo” como la gente lo conocía, popularmente. Estaba situado en la orilla izquierda del río Cifuentes, y se conformaba por un gran edificio que se abría al camino que desde Cifuentes bajaba a Trillo, junto al río.
Mandó construir esta fábrica, entre 1774 y 1775, el obispo de Sigüenza don Juan Díaz de la Guerra, al que algunos llamamos “el obispo albañil” porque muy en su papel de hombre ilustrado procuró destinar la mayor parte de los ingresos del obispado a la construcción de elementos productivos que dieran trabajo a la gente y produjeran artículos necesarios para la prosperidad del país.
De esta fábrica decía en 1781, a poco de comenzar a funcionar, decía Ponz que “en opinión de los inteligentes, es de las mejores del reino por su amplitud, solidez, máquinas, oficinas, etc. y por la buena calidad del papel”, y hacia 1846 decía Madoz que se trataba de «…una fábrica de papel de estraza y otrade papel fino; esta última, edificio sólido de figura cuadrada con buenas habitaciones para los directores y un hermoso mirador para enjugar el papel, tiene tres tinas, una de papel de estraza y dos de blanco, tresórdenes de mazos, un cilindro, una máquina para estraer la fécula de patatas y otra para encolar el trapo…»
Siempre estuvo mejorando materiales, máquinas y calidades. Se puso un nuevo cilindro para fabricar papel continuo y se añadió la máquina para extraer la fécula. De su primera época han aparecido papeles con filigrana en que aparece el nombre del obispo creador, y en otra un dibujo de mitra episcopal con báculo. A finales del siglo XVIII la filigrana llevaba el nombre de Gárgoles, y también el del industrial papelero Santiago Grimaud, que dirigió el ingenio durante un tiempo.
Poco, muy poco es lo que hoy día queda de aquel complejo industrial. Junto al río Cifuentes y la carretera que viene desde Sacedón, se ven las ruinas de un gran edificio de planta rectangular que tuvo tres plantas. Sus paramentos son de mampuesto ordinario, con sillería que remata esquinas y vanos, teniendo la entrada un amplio vano cubierto por arco de medio punto. En la baja estarían las salas de trabajo con toda la maquinaria: tinas, prensas, cilindros, y en un extremo una sala con la pila de los mazos. Se ven todavía, en la zona noroeste del edificio, galerías abovedadas comunicadas entre sí por las que circularía el agua, además de un balsa de almacenaje aneja. El segundo piso, restos de forjado y alguna hornacina en los muros. Poco más, porque todo el espacio está invadido por maleza destructora, desde hace muchos años, en un abandono total, en un olvido completo.
El referido papelero Santiago Grimaud montó una fábrica de papel en la finca “Las Cascadas” en torno al río Cifuentes, poco antes de llegar a Gárgoles de Arriba. Fue de los primeros excelentes fabricantes de papel en España, pues lo hacía de calidad sirviéndose de materiales como el esparto, la paja de cereal, los sarmientos y los juncos. Llegó a tener fama su papel fino de paja para hacer cigarrrillos de tabaco. Grimaud había arrendado la fábrica de papel del Obispado en Gárgoles de Abajo a partir de 1775, pero luego en 1800 construyó en “Las Cascadas” el molina de Gárgoles de Arriba, donde fabricó con detalle su papel de calidad. Es de 1812 la “Escritura de compañía para fabricar y vender papel que otorgan D. Santiago y D. Francisco Grimaud, padre e hijo” y que se conserva en el Archivo de Protocolos de Madrid.
Otras fábricas de papel hubo en el territorio provincial, que tuvieron su auge en la época de la Ilustración. Así cabe recordar la fábrica de papel de estraza de Corduente, que todavía estaba en funcionamiento mediado el siglo XIX, y al mismo tiempo otra similar en Somolinos, así como un molino papelero en Trillo. Todas ellas aprovechando la fuerza de las aguas de sus respectivos cauces anejos. También cabe recordar el señalado complejo fabril de “Los Heros”, cercano a Sigüenza, aunque en término de La Cabrera, y en la orilla estrecha del río Dulce. Hoy quedan importantes restos de esta fábrica de papel, que produjo, entre otras cosas, los primeros billetes del Banco de España. Aquí en Los Heros hubo, desde principios del siglo XVIII, dos molinos para fabricación de papel y tres para la harina. De los de papel, uno se dedicaba soalmente a lo basto, el papel de estraza. Era propiedad de la “Memoria de Ánimas de la villa de Torremocha del Campo” fundada por Juan Bautista Ortega y aguantó hasta mediado el siglo XIX. Pero la fábrica de papel fino prosperó mucho, porque la había creado y protegido el maestro papelero Juan Carroset, y durante la mitad del siglo XVIII la rigieron los hermanos los hermanos Josep y Tomás Romaní, fabricantes papeleros de Capellades. Siguió funcionando hasta los años 60 del siglo XX, y concretamente en 1868 su propietario Pedro Nolasco Oseñalde a la sazón firmó un contrato con el Estado español para la fabricación de papel destinado a la emisión de billetes del Banco de España, con calidad extra y elementos de seguridad patentados por el fabricante. Duró el contrato hasta 1902, en que por dificultades técnicas se vio superado en calidad por fábricas francesas con las que contrató el Estado. Nolasco Oseñalde se presentó en la Exposición Universal de París de 1878 con muestras de papeles fabricados a mano, y que en el catálogo de la exposición se describía como “papel común, de grandes dimensiones; antiguo para ediciones elzeverianas, para billetes de Banco y documentos de crédito; liso y con las contraseñas de una hebra ó cinta intercaladas en la hoja”. Le añadía a los papeles destinados para imprimir billetes una malla de hilo incrustada, o tarlatana, en colores diversos.
Aguas abajo, en la localidad de Aragosa, hubo también molino papelero que fundó a finales del siglo XVIII un francés emigrado de la Revolución. Queda el edificio, aunque utilizado como vivienda, en el casco del pueblo y se ve en su planta baja el amplio espacio en el que cabrían las maquinarias y una gran rueda de molino.
Por la Alcarria hubo otros complejos papeleros de fama y calidad. Uno de ellos estuvo en Pastrana, donde los duques de dicho título montaron un molino destinado a la fabricación de papel en la “Vega del Quadro” junto al río Arlés, un poco aguas abajo del convento que fue de padres carmelitas de San Pedro. A mediados del siglo XVIII estaba arrendado a Valentín Briones, y a finales de ese siglo se hicieron cargo de la producción de papel el catalán Pedro Guarro asociado a L. Gozque. Aún siguió funcionando hasta los comienzos del siglo XX. También hubo de estas fábricas en Casasana, junto a Pareja, y en Mandayona, donde se ubicó una “Casa Molino de papel” en la calle de la Fuente.
Finalmente, cabe recordar la fábrica/molino de papel que hubo en Cívica, término de Brihuega. Está en lo alto de la roca tobiza que se ve cuando se pasa por la carretera que orilla el Tajuña. En el poblado de arriba, hubo edificio con planta en U, cubierto a dos aguas y con tres plantas, que tenía adosada incluso una capilla dedicada a Santa Catalina. Lo fundó en 1797 el obispo de Sigüenza don Juan Díaz de la Guerra, dentro de su ingente plan de industrialización de la diócesis, y produjo papel de estraza gracias a su maquinaria, alimentada por una potente cantidad de agua que procedía de la “Fuente de los Siete Caños” aneja y que se trasladaba al edificio a través de subterráneos y acueductos, de los que muy pocos restos quedan.
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