Juan Pablo Mañueco, un aluvión de palabras

viernes, 19 septiembre 2014 1 Por Herrera Casado

Con "Guadalajara te doy mi palabra" reaparece Juan Pablo Mañueco en el escenario de las letras arriacenses.

Es Guadalajara una tierra que ofrece una larga nómina de escritores: unos que aparecen y otros que reaparecen. A esta segunda estirpe pertenece el personaje al que hoy me refiero: porque si no nacido en Guadalajara, a la vida, sí que lo hizo a la poesía y a la creatividad. Es uno de nuestros más altos valores, y conviene decirlo, y que se sepa. Juan Pablo Mañueco regresa a la cotidiana cita con sus lectores.

Desde Camilo José Cela (andante de alcarrias) a Francisco García Marquina (palabra que bulle y atina), y desde Alfredo Villaverde (poeta en la cima y voz de honduras) a José Antonio Suárez de Puga (sonetos y medidas voces que no se apagan) en Guadalajara ha vibrado siempre la letra castellana y ha estremecido a todos cuantos han leído a sus autores: importados unos, aquí nacidos otros. Creo, sinceramente, que todos entusiasmados de esta tierra que les acoge, o que lo hizo en su día.

Por eso quiero hoy traer a mis lectores la noticia de un resurgir con fuerza y con mensaje, de una voz que no por antigua se ha olvidado, y que sigue viva y pletórica de realidades y promesas. Es la de un escritor, periodista que lo fue de esta casa, novelista, comentarista político, poeta y hombre de letras en su dimensión más cierta: la de Juan Pablo Mañueco Martínez.

Una obra en la vanguardia

De nuevo llega Juan Pablo Mañueco y nos sorprende con una obra literaria, aparecida en estos días por librerías y redes sociales, que en esta ocasión va dedicada por completo a la nación castellana, de la que trata, poéticamente, de todos sus perfiles y desde múltiples perspectivas. Conjuntando dos tomos, bajo el mismo título se abarcan visiones muy diferentes de Castilla, a través de su historia, su literatura, sus paisajes, sus ciudades y su porvenir.

Solo paseando por su índice vamos a entrever la trama de esta obra, que se dedica al análisis (en su primera parte) de la literatura castellana, en todo su recorrido desde la inicial Bardulia hasta el Siglo de Oro.

De hondo e interior venero

que en cascada entre piedra y musgo brota

no es Cadagua un reguero

que porte escasa gota.

Un mundo en murmullo ya en su agua flota.

Así comienza, desde la altura cántabra, la voz de Mañueco a referirnos todas las expresiones que la literatura ha tenido en nuestra tierra, la Castilla original y señera en la que nos albergamos. Son las jarchas primero, con las glosas emilianenses y silenses, las que nos saludan, y proponen seguir sabiendo de los libros de gesta, a los que da nombre el Cantar del Mio Cid, pero que se acompañan con el cantar de los Siete Infantes de Lara y los escritos de Bernardo del Carpio. Siguen los múltiples cánticos del mester de clerecía, en los aparece Gonzalo de Berceo, tan sonoro e  íntimo, o el cantar a Fernán González, más los escritos del rey Alfonso el Sabio y los escritos emanados de la universidad salmantina.

Con la lírica didáctica continúa Mañueco, y ahí se extiende glosando al Arcipreste, a nuestro Juan Ruiz, el de Hita, a Pero López de Ayala, a don Juan Manuel y a esos ignotos maestros que componen el romancero viejo, la lírica popular junto a la lírica culta.

Este tratado solemne, bien escrito, ameno y didáctico, concluye con las obras de los más modernos vates castellanos: desde el marqués de Santillana a Juan de Mena, y desde Jorge Manrique a La Celestina, todos ellos ligados, de un modo u otro, con esta provincia actual que ha sido siempre clave y latido de Castilla. Todo el poema está escrito en liras (y en romances y en seguidillas, y luego hay cuartetas, sonetos, canciones medievales, coplas asonantadas, etc).

El primer tomo concluye con un Himno a Castilla, una canción para los comuneros, algunas seguidillas y un cántico final a la señora Castillesquieu, de cuyo apelativo tendrá el lector cumplida razón si hasta la página final alcanza. En el segundo de los tomos, el autor de tamaña obra nos alegra el corazón con sus sonoros y bien compuesto cantos a los pueblos y ciudades de Castilla. Tantos y tantos rincones íntimos, solemnes, queridos y añorados, como el naciente Duero en Soria, el Puentecurvo de Pancorbo, los faros de Cantabria, la plaza mayor de Valladolid o el trasiego de almenas en Ampudia.

Aunque luego siguen volando sus versos, empecinados y airosos, sobre los temas más puramente alcarreños, tan nuestros. Y así Mañueco  se pone ante la Virgen de la Leche de Alonso Cano, ante las ruinas del alcázar capitalino, o ante los leones del patio mágico del palacio ducal de los Infantado. Un septenario de preguntas por las iglesias de Guadalajara sigue a esta serie, que se constituye en un denso añoro por la ciudad en que vive el autor, y en la que pasean sus numerosos lectores.

Quizás para los críticos que aborden este libro, esta obra única en dos tomos, resulte difícil clasificar su estilo, su intención final. Yo no lo creo, porque ante la diversidad de pasos que va dando por sus páginas, el autor manifiesta siempre su fácil versificación, su rigor de pensamiento, y su facilidad para el neologismo. El mismo autor nos lo explica a media voz: escribe en «realismo simbólico», que es la realidad pasada por el tamiz intenso de los símbolos de la imaginación poética y literaria…

Sinceramente, creo que estos versos son muy, muy buenos. Con ellos acabo esta visión sucinta, y asombrada de esta Castilla este canto es tu canto de Juan Pablo Mañueco:

Nadaba el mar en torno y era tarde,

la hora roja que el cielo incendia en brasas,

cuando el hachón en llamas notó escasas

candelas granas y corinto en que arde.

 

Nadé mar adentro aun, nada cobarde,

por ver, añil y ocre, la lid en que asas

del mar calan ámbar fuego. Sus rasas

chispas rubias brincaban ya sin barde.

 

Lumbre púrpura así se defendiera:

azuzando el azul fuera del agua.

Lid de olas garzas y rubí en degrado

 

que, si el limón en fuego de la hoguera

volvió pavesa, así la acuosa fragua

ceniza fue luego en luctuoso nado.

 

Más tarde, bruno tanto mar y cielo

se escuchó sólo el ritmo en desconsuelo

de oleaje, plañiendo negro duelo.

Pero si hay alguna espectacular aportación en esta obra, que vaya más allá de la erudición y la capacidad descriptiva, es la creación de una nueva forma de composición poética, y más concretamente de la «Victoriola», a base “dos liras entre cuartetos”. De las varias que nos entrega Mañueco, quizás sea esta, una de las que rematan el libro, la que a mí más me gusta:

EL TORO DE LA LLUVIA

(Victoriola con cuartetos serventesios)

 

El toro de la lluvia nubes trota,

soberbio en los arpones

que escalan la remota

borrasca en que agua inducen sus pitones.

 

Hinca sus dos hachones

hasta causar la mengua de la gota

al cielo, que astas de iones

cornean cota a cota

por escalar venero en donde brota.

 

Desencadena toro

de tormentas, de rayos y aguaceros

tu acción de meteoro,

con los sabios aceros

que agudizan tu frente, delanteros.

 

Haz que el cielo despliegue su tesoro

a tus bastones fieros

y que se rinda al toro

agua en vuelo herida a lluvia

por la furia astral de tus punteros.

Algunos datos biográficos de Mañueco

Nacido en Madrid en 1954, Juan Pablo Mañueco Martínez es licenciado en Filosofía y Letras (sección de Literatura Hispánica) por la Universidad Complutense de Madrid, y ha ejercido la docencia de Lengua y Literatura Españolas, en diversos centros de Enseñanza Media de Guadalajara y de Madrid. Además de profesor, ha actuado como periodista, escribiendo en diversas publicaciones periódicas y fundando y dirigiendo otras, como “La Crónica del Henares”,  habiendo mantenido durante los años 2003 al 2008 una columna semanal de opinión en las cabeceras alcarreñas «Guadalajara 2000» y en este periódico «NUEVA ALCARRIA». También colaboró en “Guadalajara. Diario de la Mañana” durante los años 1979 y 1980. Y por su reportaje «Castilla y León: 750 años de unidad», obtuvo la Mención de Honor en el Premio «Provincia de Guadalajara» de Periodismo, 1981, otorgado por la Diputación Provincial de Guadalajara.
Como poeta, ha publicado previamente dos libros: “Claridad que surge del agua” y “Cancionero y Romancero de la Alcarria”, que obtuvieron el Premio “Provincia de Guadalajara”  de Poesía de 1977 y 1981, respectivamente. Tras un interregno de más de 30 años, Mañueco vuelve a donde solía, y camina por estas trochas de la creación poética, con el aplomo de quien sabe hacerlo, y el enorme bagaje de su cultura y sus lecturas.

Datos de sus obras

Las últimas obras de Juan Pablo Mañueco son una expresión literaria de calidad en las que destacan “Guadalajara, te doy mi palabra”, un libro de 84 páginas en el que se canta a las cosas, las historias y las gentes de nuestra ciudad, y “Castilla este canto es tu canto”, que se ha editado en dos tomos, en cuya parte primera va La historia, la literatura, el futuro. Y en su parte segunda Las ciudades, los paisajes, los estilos. Cada uno de los tomos tiene 156 págs. En un futuro inmediato está prevista la aparición de otro gran libro, algo nuevo y que va a sorprender, porque conjuga la poesía con el teatro y la novela, todo en una especie de antología literaria que nos mostrará al definitivo Mañueco, poderoso de expresión y ofertas. Su título será “Dónde estáis los que soliáis?” y en ella se conjuga la novela de un visitante admirador que recorre la Guadalajara de hoy, colmado de asombros y decepciones, junto a la memoria de personajes y colectivos a los que se canta con limpia sonoridad poética.