Diálogos de piedra: santos cristianos y héroes paganos en la Alcarria

viernes, 12 julio 2013 3 Por Herrera Casado

A propósito de una visita a la localidad de Romancos, en pleno valle del Tajuña, y de ver y estudiar el edificio de su iglesia parroquial, y sobre todo de analizar y ponderar en lo que vale el conjunto escultórico de su coro renacentista, ha sido preciso continuar viaje por otros pueblos de la provincia, desde Sigüenza a Pareja, pasando por Peñalver y Budia, y deteniéndome en muchos otros de la Campiña, del Henares, para poner sobre la mesa otro tema que casi ha pasado desapercibido, pero que al analizarlo ahora, muchos lectores se darán cuenta de que cada esquina del patrimonio provincial tiene un valor, y un significado. Vamos a escuchar ahora los “diálogos en piedra entre santos y paganos”.

En muchos templos de nuestra tierra, en las enjutas del arco semicircular que (sirviendo de entrada a la Gloria, a lo Sagrado) oficia de puerta principal, aparecen medallones con bustos, caras, cuerpos enteros, en parejas, en solitario. Unos son evidentemente personajes de la Biblia, normalmente del Nuevo Testamento. Y otros son personajes de la Antigüedad clásica, surgidos de leyendas, de historias, de homilías varias.

La mezcla de lo santo y lo profano, de los cristiano y lo pagano, es muy propia del comedio del siglo XVI, cuando ha estallado plenamente la Reforma (Lutero, Calvino, Melachton, Erasmo, los Valdés, Lucena… de un modo u otro) y la jerarquía católica en la Península Ibérica, y en general en la Europa meridional, se prepara para una dura batalla que rematará el Concilio de Trento. Confirmando la ortodoxia romana, pero dejando puertas abiertas a la interpretación y la aceptación de las bondades éticas y morales de los no cristianos, desde los sabios griegos a los médicos islámicos.

A modo de ejemplo, simplemente por dar pistas, para que mis lectores cuando viajen se fijen en detalles que tienen un significado hondo y transmiten con fuerza un debate que fue acalorado y pasional hace cinco siglos, refiero los lugares donde se pueden contemplar estos diálogos de piedra entre santos y paganos.

La Sacristía de las Cabezas

Quizás el más emblemático y espléndido, por arte y por contenido, de esos lugares, sea el Sagrario Mayor, o Sacristía de las Cabezas, de la catedral de Sigüenza, construida a instancias del cabildo catedralicio, y encargado al mejor artífice del momento, Alonso de Covarrubias, en 1535. Este espacio consiste en una gran estancia rectangular, en cuyos lados mayores se abren amplias hornacinas, en las cuales se alberga la cajonería con talla profusa, magnífica, plena de figuras y simbolismo. En las enjutas de los arcos aparecen enormes medallones representando bustos de profetas y sibilas. Entre ellos, pilastras adosadas y rematadas de estupendos capiteles. Sobre la corrida cornisa se inicia la gran bóveda, de medio cañón, seccionada en cuatro partes, en las cuales aparecen varios centenares de casetones circulares, bien alineados, ocupados por rosáceas y cabezas humanas, estas últimas todas diferentes, provistas de una expresividad increíble, debidas a un verdadero genio del arte: Alonso de Covarrubias, que fue el diseñador de este recinto, aunque la talla directa se hizo, años más tarde, hacia 1550, por Martín de Vandoma, que en esta pieza se consagró como un consumado artista. Muchas de estas cabezas (hay 304 en total) son retratos de personajes de la época, incluyendo al Papa, al Emperador, a la mujer de éste, a diversos canónigos, cardenales, ofi­ciales del templo, etc.

Es en este lugar, que lleva la firma de Covarrubias (aunque luego sería Nicolás de Durango quien realmente dirigiera la construcción de la estancia) donde más claramente se contempla este “diálogo en piedra” entre los santos, los héroes y los humanos. La entrada al recinto está escoltada por santos clásicos y vírgenes de la primera Iglesia. El interior, su bóveda, está ocupada por la Humanidad completa, entre la que hay virtuosos, cristianos, paganos, mahometanos y judíos, autoridades concretas…. Una clara representación de la Humanidad. Y finalmente el complemento de profetas y sibilas, todo ello componiendo ese “maramagnum” que intenta decirnos cómo el espacio sagrado de la Gloria (es lo que pretende simbolizar esta Sacristía) está ocupado por unos y otros, por cristianos y paganos, por profetas y sibilas, por autoridades (el Papa, el Emperador) y pueblo llano…

El monasterio de Lupiana

También obra de Alonso de Covarrubias, héroe por sí mismo del arte y la estructura, basamenta de la evidencia del poder elcesiástico en el arzobispado de Toledo, es el claustro mayor o de las procesiones del monasterio jerónimo de San Bartolomé, en Lupiana. Ese claustro está concebido y diseñado en 1535, aunque entonces solo se hizo la panda norte, bajo la mirada atenta, y con la gubia en la mano de Alonso de Covarrubias, motor de todo esto. Allí pone, especialmente en sus capiteles, la iconografía de seres híbridos, bichas y querubes que él acostumbra. Pero donde salta el contraste es entre los medallones de las enjutas del interior de esa panda norte (representaciones de la virgen María, San Pedro, San Pablo. San Jerónimo y San Bartolomé) y los medallones que pone en las zapatas que sostienen el entablamento de segundo y tercer piso de ese ala: allí está la mujer pagana de hermoso rostro y cenefas sobre el turbante que la cubre, y allí está el guerrero antiguo, sirviendo ambas de contrapunto a los santos de abajo.

El rastro de Covarrubias en la Alcarria

A los templos, portadas, capiteles, atrios y detalles que recuerdan intensamente a lo trazado por Covarrubias, pero que aún no ha podido demostrarse que sea de su popia mano, se le denomina “estilo covarrubiesco”. Hay muchos templos que, especialmente en sus fachadas, pertenecen a este estilo. Y no sólo en la provincia de Guadalajara: también en Madrid, en Cuenca, en Ciudad Real y sobre todo en Toledo.

En Guadalajara, los más relevantes sin duda son los de El Cubillo de Uceda, Malaguilla, Peñalver, Budia y Trijueque. En todos ellos, con unos sintagmas estructurales muy similares, aparecen también decoraciones que comulgan de una idea pareja, directriz, y que va en el sentido que estamos viendo de expresión de un humanismo filosófico expresado a través de la Iglesia Católica. Una forma de adecuarse a los nuevos tiempos, sin romper abiertamente con el pasado. Y una expresión de cultismo que mantiene la imagen de seres letrados, “leídos y sabidos”, a los eclesiásticos locales. Porque son ellos los que tienen que explicar qué significa poner en las portadas de las iglesias, todas ellas construidas en esos años (1530-1550) a San Pedro y San Pablo, y  a la Virgen María, entre damas antiguas y guerreros paganos.

El ejemplo más deslumbrante de esta época, y en el que vemos claramente ese diálogo entre el cristianismo y el paganismo, es la iglesia de El Cubillo de Uceda, y especialmente su portada occidental, dedicada a San Miguel. Obra magnífica de la primera mitad del siglo XVI, es un perfecto ejemplar del estilo plateresco de la escuela toledana. El ingreso se escolta de dos jambas molduradas y se adintela por un arquitrabe de rica decoración tallada con medallón central y abundantes grutescos, amparándose en los extremos por semicolumnas adosadas sobre pedestales decorados y rematados en capiteles con decoración de grutescos. Lo cubre todo un gran friso que sostienen a los lados sendos angelillos en oficio de cariátides; dicho friso presenta una decoración a base de movidos y valientes grutescos, rematando en dentellones. En su parte central, un medallón muestra una figura femenina tocada de un gorro en forma de concha: ¿la Virtud en equilibrio con la virgen María? En la cumbre de la portada, gran tímpano semicircular cerrado de cenefa con bolas y dentellones, albergando una hornacina avenerada conteniendo talla de San Miguel, y escoltada por sendos flameros. Lo más curioso es que el interior del templo, obra de la misma época, mitad del siglo XVI, es un equilibrado ámbito de tres naves, más alta la central, separadas por gruesos pilares cilíndricos rematados en capiteles cubiertos de decoración de grutescos muy bien tallada, y en los que la mano de Covarrubias está clarísima, entre otras cosas porque las figuras, escorzos y distribución de los temas es exactamente igual que en la galería norte de Lupiana. Además, en el interior, sobre el muro norte aparece un gran tondo de talla en que figura la Virgen y el Niño.

En la Campiña encontramos dos templos que comulgan de este covarrubismo, y muestran señales escultóricas del humanismo toledano: una es la de Cerezo de Mohernando, con arco semicircular y medallones en las enjutas, donde aparece tallado un viejo y una mujer, profanos, más bichas aladas entre ángeles en la rosa del arco; y la otra es la de Malaguilla, en cuyo friso principal aparecen a los extremos sendos medallones que muestran finamente tallados los bustos de una mujer y un hombre vestidos con elegancia, y que no son identificables con santos, porque son civiles, y muy posiblemente aluden a virtudes, para lo que tienen que adoptar los símbolos antropomorfos de la elegancia y la belleza.

En la Alcarria, son Budia y Peñalver los protagonistas de este modismo: en la portada de San Pedro de Budia, las enjutas del arco muestran dos grandes medallones representando a  San Pedro y San Pablo, mientras la Virgen María aparece en talla exenta, de cuerpo entero, al centro de la fachada. Sin embargo, aún aparece entre la decoración un medallón con rostro femenino que no es de santa, sino que posiblemente aluda a la Virtud. Y Peñalver, en una estructura similar presenta bajo arco escarzano todo el paramento cuajado de tallas. En lo alto de la portada se ve la Virgen con el Niño adorada de angeles; y en las enjutas dos medallones con bustos de San Pedro y San Pablo; y a lo largo de toda la portada una interminable y magnifica serie de frisos y pilastras cuajados de grutescos, roleos, escudos, conchas y símbolos de peregrinaje santiaguista, más dos figuras (un guerrero con casco y un busco femenino con cenefas).

En un sintagma heredado muy directamente de Budia, se nos muestra la iglesia (lo poco que queda de la iglesia, y la portada a medio derruir) de la vieja parroquia de Trijueque: San Pedro y San Pablo en las enjutas, y la Virgen de bulto arriba al centro.

Más moderna es la portada meridional de la iglesia de Pareja, más evolucionada, y sin duda de otra mano y otro taller salida, en este caso venida la influencia desde Cuenca, a cuya diócesis perteneció durante siglos, siendo villa muy querida de sus obispos. La mano de Jamete, de Vandelvira, de cualquiera de los grandes arquitectos y decoradores levantinos, se ve aquí en Pareja, donde aparte de grutescos y escudos, aparecen en las enjutas del arco dos grandes figuras no religiosas, que como joven y viejo parecen hacer alusión a la Vida y a la Muerte, a la Virtud y al Pecado, a la Iglesia y al Paganismo…están de cuerpo entero y muy bien tratadas.

Pastrana como motor del Renacimiento humanista

En el palacio de los condes de Mélito (luego de los duques de Pastrana) aparecen decoraciones que pudieran ser origen de las formas que hemos estado viendo en estos templos rurales. En este palacio, que doña Ana de la Cerda encarga construir y decorar a Alonso de Covarrubias, van a aparecer imágenes expresivas del diálogo entre el cristianismo y el paganismo, esencia soterrada del Humanismo tolerado por la Iglesia española de la primera mitad del siglo XVI. Así en la portada vemos, a más del escudo de Mendoza y la Cerda, y de la frase que pregona el linaje, una pareja de medallones, en uno el busto de un hombre, en otro el de una mujer. Sin identificar por ningún cartel, suponemos que alude al diálogo de la Virtud y la Fuerza, o quizás quieran ser representaciones de Adan y Eva. En ningún caso son santos (no es el edificio un templo religioso), pero sí que puede ser considerado, como los palacios de la época, un Templo de la Fama, y por lo tanto los bustos aluden a la virtud y la fama, al pensamiento y la fuerza, etc. Un ejemplo más de neoplatonismo expresado de la forma más sintética.

En el interior del palacio, y sin estudiar todavía en la dimensión que merecen, los artesonados de sus tres salones principales, los que dan a la fachada, que tras siglos de abandono y progresiva ruina han sido rescatados en la restauración que hace años hizo la Universidad de Alcalá, y que ahora pueden verse en visitas guiadas. Son los frisos de estos artesonados, tallados por los escultores madrileños  Justo de Vega y Cristóbal de Nieva en 1549, los que nos ofrecen un mundo abigarrado de medallones con figuras paganas, de la Antigüedad, mezcladas con bichas, grutescos, roleos y monstruos híbridos. Son el antecedente directo del coro de Romancos y otra de las muestras del arte renacentista con raíces del humanismo neoplatónico, en un ámbito liderado por Alonso de Covarrubias y su gente.