En el Centenario de Sinforiano García Sanz

viernes, 10 junio 2011 1 Por Herrera Casado

Cúmplese en estos días el Centenario del nacimiento de Sinforiano García Sanz. Un campiñero ilustre, que pasó su larga vida viajando por la provincia y estudiando sus manifestaciones folclóricas. Una vida dedicada a conocer mejor la tierra que nos nutre, y que ahora, cien años más tarde de haber nacido, pero con el recuerdo aún vivo de su personalidad, de su amistad y honradez, se nos viene a la mano algún recuerdo del buen trato que con él tuvimos, algunas secuencias de su vida que se plasmaron en imágenes sucintas, en episodios engarzados en la fría celebración de la botarga campiñera, en esos febreros de hielo y campanillas por los que anduvo, y nunca solo.

Trata de recordar este escrito a un gran amigo, que fue también un gran hombre, honrado y trabajador, estudioso y cariñoso, un campiñero sin tacha, que hace ahora, justo (el 8 de junio de 1911 nació en Robledillo de Mohernando) un siglo que naciera.

Sinforiano García Sanz, por el maestro Rafael Pedrós

Una biografía sencilla

Me concedió una entrevista en junio de 1972. Andaba yo empezando a moverme por los senderos del periodismo provincial, y Sinforiano García Sanz era ya toda una autoridad en los entresijos de la cultura popular guadalajareña. Subí los peldaños que llevaban al primer piso de su librería/estudio/biblioteca en el número 9 de la calle de Fuencarral y estuvimos charlando un buen rato. Nos hicimos amigos, y viajamos juntos en alguna ocasión posterior.

De sus escritos aprendí el respeto con que uno ha de acercarse a las manifestaciones populares en fiestas y celebraciones. Él fue el primero que señaló el interés de una fiesta que hasta entonces había pasado desapercibida entre los historiadores clásicos: la botarga, elemento festivos, vibrante, provocador, en los ritos invernales de algunos mínimos pueblos de la Campiña del Henares y de la Sierra.

Nacido en Robledillo de Mohernando, donde se educó a la manera antigua, entre la familia y el maestro, con admoniciones de cura y catecismo los sábados y domingos. Eran épocas en las que los chicos crecían con compeljos, no lo niego, pero también con la visión clara de donde están los límites, las reglas y los respetos. A los once años de edad, acabada la enseñanza primaria que en una aldea se podía recibir, marchó a Madrid, donde se empleó, de entrada (había trabajo para todos por entonces) en un taller de cortador de telas, anejo a una famosa sastrería. Duró ocho años en el oficio, y se pasó luego al gremio de los ayudantes. Chico para todo, se empleó en el Centro de Estudios Históricos, de donde salió para hacer la mili y a su vuelta quedó como empleado de ese Centro, luego transformado en Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde tuvo oportunidad de tratarse, y aprender mucho, con gente como Américo Castro, Gabriel María Vergara, Julio Caro y el alcarreño Castillo de Lucas. De la mano de todos ellos conoció los entresijos de la investigación histórica y costumbrista, y al final echó alas por sí mismo, y nos fue dando en forma de artículos y breves notas las curiosas costumbres que él fue descubriendo en sus andanzas por los pueblos de Guadalajara.

En 1949 consiguió instalar una pequeña librería en la que movió miles de piezas de segunda mano, teniendo en él un seguro proveedor cuantos estudiosos buscaban elementos para ilustrar los estudios sobre Guadalajara. De esa manera entró en contacto con el cronista Layna Serrano, con Tomás Camarillo, con José Sanz y Díaz y José Antonio Ochaita, uniéndose a ellos en sus entusiasmos por crear, a modo de Colmena, la Casa de Guadalajara en Madrid, de la que fue desde el primer momento miembro de la directiva, laborando sin cesar por ella, y ocupándose también de crear su biblioteca que, -hoy crecida y famosa- es sin duda una de las joyas de la Casa.

Se apuntó a los viajes que las cátedras ambulantes de la Sección Femenina del Movimiento hacía sin pausa por toda la provincia. Las mujeres que formaban esa institución del Régimen se ocuparon en los años de los posguerra de recoger canciones, costumbres, recetas, bailes, trajes, peinados y muchos de los modismos tradicionales que trataban de salvar. Sinforiano García Sanz iba con ellas y apuntaba paciente todo cuanto veía. Así definió certero el traje popular de la Alcarria, nos habló del moño mondejano, y de las múltiples versiones del pollo maranchonero. No se casó, pero mantuvo buena amistad con diversas féminas de la Guadalajara de entonces, que le ayudaron en su tarea encomiable de rescatar tradiciones y memorias, de descubrir viejas piedras, y procurar por los medios a su alcance que se protegieran del olvido. Seguro que alguna se acuerda aún de la excursión con Sinfo hasta las viejas piedras brillantes de las ruinas del templo románico de La Golosa, en término de Berninches…

García Sanz fue colaborador asiduo de los medios de comunicación guadalajareños, en los años en que solamente “Nueva Alcarria” y a partir de 1955 “Flores y Abejas” colgaban de sus páginas las columnas en las que se desgranaban noticias sueltas, hallazgos casuales, memorias exquisitas de antiguos tiempos. Sinforiano se fue especializando en la descripción de costumbres, de fiestas, de ritos y canciones, contándose con él para cualquier recuperación que de esas viejas fórmulas se intentara.

En la librería de García Sanz pudimos hacernos con libros raros, hoy ya imposibles de encontrar sino es en las más especializadas bibliotecas. Me consiguió en 1973 las Relaciones Topográficas de Felipe II, completas y encuadernadas, diversos libros de Layna, folletos raros y bibliográficas sorpresas que hoy guardo con verdadera veneración. Afortunadamente, la Diputación Provincial de Guadalajara adquirió, en una fórmula de especial colaboración con el propietario, esta gran Biblioteca personal de García Sanz, fraguándose con ella, como núcleo latiente y valiosísimo, la hoy estupenda Biblioteca de Investigadores Alcarreños.

Descubridor de las botargas

En sus viajes y encuentros con las gentes de los pueblos, que en la década de los 40 estaban todavía muy aislados, especialmente los de la Sierra, fue descubriendo esas fiestas de las que nadie había hablado nunca: las botargas y los enmascarados alcarreños. Recogiendo datos, anotando detalles, haciendo dibujos y alguna que otra fotografía con su cámara de la época, llegó a llamar la atención de quien a la sazón era el más entendido en folclore en España, el académico Julio Caro Baroja. Le acompañó Sinforiano por las localidades campiñeras, y con un equipo de NODO se realizó un reportaje que quedó como un clásico: “A caza de botargas” que luego plasmó en un artículo publicado en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares de 1955. Dos años antes, García Sanz había publicado en esa Revista sus primeros hallazgos, y desde entonces no ha dejado de crecer el número, y la calidad, de los estudios hechos sobre estas figuras rituales, paganas y antiquísimas de nuestro acervo festivo.

El académico Caro Baroja, en su fundamental libro “El Carnaval” (Taurus, 1965), trata delas máscaras fustigadoras y las botargas de Guadalajara, y dice en la página 355 que ha podido obtener todo ese material gracias a la “información abundante, de primera mano, de un folklorista de aquella tierra”. Se refiere a Sinforiano, y se apoya en todo cuanto él había dicho antes para exponer su teoría de la máscara carnavalesca que fustiga y roba, que asusta y salta. Años después, serían otros autores, a los que Caro Baroja también menciona, como Ernesto Navarrete, y José de la Fuente Caminals, quienes aportaran datos de otras botargas (Peñalver y Valdenuño Fernández). Sería finalmente, y estos aún siguen entre nosotros, activos y vigilantes, los investigadores José Ramón López de los Mozos y Francisco Lozano Gamo, quienes siguieran aportando datos, recreando tradiciones y alentando esta galería, inmensa ya y espectacular, del folclore botargueño. A Sinforiano García Sans le corresponde, pues, el mérito de haber sido el primero, el descubridor, de este maremagno de misterios.

La obra de García Sanz

En enero de 1995 murió en Madrid Sinforiano García. Con su vida cumplida y dejando un buen recuerdo, ahora en su centenario es obligado, y justo, recordarle con afecto, decir de su vida y de su obra. Aunque no abundante, quedó para los nuevos buscadores de esencias este plantel de escritos:

«Botargas y enmascarados alcarreños (Notas de Etnografía y Folklore)», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, IX (Madrid, 1953), 3r cuaderno. (Primera parte).
«Botargas y enmascarados alcarreños (Notas de Etnografía y Folklore)», Cuadernos de Etnología de Guadalajara, nº 1 (Guadalajara, 1987). (Completo).

«Sobre el Cancionero de Guadalajara y su geografía popular», cuadernos de Etnología de Guadalajara, nº 25 (1993), pp. 83-141.

Pero toda su obra reunida se puede encontrar en un meritorio libro titulado Sinforiano García Sanz. Su obra. Notas de Etnología y Folklore, que fue editado por la Casa de Guadalajara en Madrid, en 1996, al año de su muerte. En este libro, prologado y compuesto por José Ramón López de los Mozos, se pueden encontrar juntos los artículos que en revistas especializadas publicara García Sanz a lo largo de su vida.

Surgen así los temas de “Las Ramas” de Robledillo, la quema del Judas en diversas localidades de Guadalajara, las Notas por él reunidas para la composición del traje popular de la provincia, los aguinaldos de Santa Agueda, las cuevas de Tielmes, y el anteriormente citado trabajo sobre el Cancionero de Guadalajara y su geografía popular. Obviamente se incluye, entero, su gran trabajo sobre “Botargas y enmascarados alcarreños”. En toda su obra se colige, no solamente datos inéditos y sabiduría constatada, sino una técnica descriptiva y una contundente visión de lo que en esencia es el folclore, el costumbrismo, el estudio serio de la cultura popular.

Faltaría solamente recoger toda la obra publicada en periódicos (en Nueva Alcarria y en Flores y Abejas) por nuestro autor. Sabemos que se está haciendo, se está buscando en hemerotecas y archivos ese perdido legado que, como homenaje justísimo a la memoria de Sinforiano García Sanz, debería ser publicado este año.

Otra tarea que le incumbe a la primera institución provincial, la Diputación de Guadalajara, en su estatutario cometido de preservar y salvaguardar, de dar a conocer y enaltecer a cuantos han hecho algo por la provincia: esperamos que la memoria de Sinforiano García Sanz, que aquí mínimamente bulle, sea resaltada como debe este año al menos. Y mejor para siempre.