La Fábrica de la Hispano-Suiza, un monumento por los suelos

viernes, 17 febrero 2006 10 Por Herrera Casado

La fábrica de la Hispano-Suiza, que a principios del siglo XX fue exponente de la industria española que se dinamizó a partir de la necesidades bélicas contra Marruecos (es que tuvimos una guerra contra Marruecos, y dura de verdad, con muchos muertos, por si a alguien se le ha olvidado) se construyó en Guadalajara, sirviendo para dinamizar a la sociedad arriacense, con muchos puestos de trabajo, muchos ingenieros, muchas visitas reales, y mucho movimiento económico, que falta le estaba haciendo.

Entre otras cosas, esa fábrica produjo motores de avión, coches de lujo, y autobuses. Se levantó un complejo fabril de envergadura, se dio empleo a muchísimos parados, y su imagen y su fama recorrieron de punta a cabo la península ibérica. Hoy sigue existiendo, su edificio solamente, en ruinas completas, y parece ser que la solución que se le da a tan triste final es ignorarlo. La técnica del avestruz, que esconde la cabeza bajo el ala, y el peligro desaparece.

El edificio de la Fábrica "Hispano-Suiza" de automóviles, en Guadalajara, tal como se veía en 1970.

Una lamentable realidad

Hace poco más de seis meses, el verano pasado, una tarde de rabioso calor y brillante luz estratosférica, se alzó una columna de humo negro, denso, amenazante, sobre la ciudad de Guadalajara. Casi nadie se enteró, porque la mayoría de sus habitantes dormían la siesta. Los bomberos sí se enteraron, porque tuvieron que bajar a toda prisa, como siempre, a apagar un espectacular incendio que se había declarado en la fábrica de la Hispano-Suiza. Al día siguiente, escuetas notas de prensa emanadas de la central de bomberos, dieron cuenta que se había producido la combustión de un gran montón de ruedas de caucho que los habitantes de los derruidos edificios de la Hispano-Suiza almacenaban en ellos. Se apagó rápidamente, y punto.

Aquello fue un acontecimiento, breve e intenso, que puso en evidencia, una vez más, el abandono en que está aquel conjunto de edificios que forman parte de la historia y el patrimonio de Guadalajara, y del que nadie habla, porque de él no se pueden sacar conclusiones victoriosas y optimistas.

Personalmente, creo que no hay más remedio que alzar la voz, todo lo fuerte que esta página me deje, en favor de la antigua Fábrica de la Hispano-Suiza en Guadalajara, ese lugar que, con una extensión de un millón de metros cuadrados, se alza a la derecha del río y del ferrocarril, en la parte baja de la ciudad, en la carretera a Marchamalo, a la entrada del Polígono de las industrias pesadas. Y voy a hacerlo con el mismo texto que publiqué hace once años es este periódico. Para que quien sepa leer, entienda que a pesar de las apariencias, en esta ciudad quedan todavía muchas asignaturas pendientes para hacerla, de verdad, culta, moderna y próspera.

La situación actual

Bajar hoy (cualquiera puede hacerlo, incluso andando, sólo hay que cruzar por la carretera de Marchamalo el puente sobre la vía férrea) hasta *la Hispano+, es una propuesta de escalofrío. Medio borrada por la mancha densa de los castaños que le han crecido sin tacha delante, la fachada de ladrillo y piedra de este edificio industrial tiene todavía el empaque de un monumento que en silencio pide atención y cariño. En el frontispicio se ve el título de la Fábrica, y sobre él se alza medio borrado el escudo de España. Entornando los ojos puede aún verse a S.M. el Rey Alfonso XIII, bigotudo y marcial, rodeado de señoras con mantilla, diputados con levita y chiquillería con gorrito de visera, subiéndose al primer coche producido en esta fábrica, un flamante Hispano-Guadalajara, blanco y brillante, potente y asombroso, que poco después sería solicitado por príncipes y magnates (el príncipe de Mónaco no quería otra marca que esta). El recuerdo se quedó plasmado en las fotos de Goñi, y en la memoria de algunos que, hoy ya tan viejos, casi la han perdido.

La realidad, abriendo los ojos del todo, es muy distinta. Las puertas, las ventanas, los tejados, todo ha desaparecido. Dentro viven gentes varias. Delante se han hecho con cuerdas y alambres una especie de corrales donde guardan caballejos y algún burro. Furgonetas en mediano uso, muebles rescatados de derribos, bicicletas recompuestas, pirámides de palés y una alegría faraónica lo puebla todo. Es difícil acercarse más de cien metros de la panorámica, porque puede haber bronca. Dentro, ni se sabe. Eso es todo. Eso es, hoy por hoy, la Fábrica de automóviles, motores de avión y material de guerra de la Hispano-Suiza de Guadalajara. Una pena.

La Fábrica de la Hispano-Suiza de Guadalajara

En el año 1916, el Consejo de Administración de La Hispano‑Suiza de Barcelona decidió iniciar el estudio de un proyecto para el establecimiento de una nueva factoría o taller‑sucursal a situar en alguna localidad del centro de España, cercana a Madrid, al objeto de acercarse con mayores posibilidades al núcleo del poder del Estado.

El estudio recomendó el emplazamiento de la nueva fábrica en Guadalajara, por lo que el consejo de administración contrató terrenos de una superficie de un millón de metros cuadrados, cercanos a la vía del ferrocarril, con objeto de que esta pudiera derivarse hacia el interior de la nueva factoría. En 1917 se formó La Hispano, la *Fábrica nacional de automóviles, aeroplanos y material de guerra+, entidad que en adelante fue más conocida por el simple nombre de La Hispano‑Guadalajara. En un comienzo se desarrolló con independencia de la fábrica de Barcelona, funcionando así hasta 1923, momento en que, por problemas financieros y de organización, la fábrica catalana se vio obligada a intervenir para reorganizarla, siendo entonces adquirida su totalidad por La Hispano‑Suiza. La fábrica de Guadalajara fue dirigida, primero, por don Juan Antonio Hernández Núñez y luego por don Ricardo Goritre Bejarano, ambos prestigiosos ingenieros militares. Es más, el proyecto de la fábrica en su conjunto, presentado al Ayuntamiento de Guadalajara con fecha de 1917, y hoy conservado en el Archivo Histórico Municipal en el legajo 772, fue redactado en su totalidad por el Sr. Goritre.

En la fábrica de la Hispano‑Guadalajara se produjeron camiones para finalidades militares, destinadas al servicio del Ejército español en Marruecos, así como camionetas para servicios civiles, de 15/20; 30/40 y 40/50 CV, capaces para un tonelaje comprendido entre los 1.500 y los 5.000 kilos de carga útil. También se fabricaron autobuses (ómnibus los llamaban) con capacidad de 14 a 40 viajeros, vehículos que, al igual que los fabricados por La Hispano‑Suiza de Barcelona estaban muy bien estudiados, tenían una robustez proverbial y eran considerados muy aptos para satisfacer las necesidades de los servicios mineros, municipales y demás obras públicas y oficiales. La firma de Guadalajara fue durante varios años, la proveedora de material de transporte para la distribución de los productos de la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos, S. A. (la CAMPSA) para la cual construyó gran cantidad de camiones­-cubas de 5.000 litros de capacidad.

También se fabricaron en Guadalajara coches de turismo. El más popular fue un modelo ligero de 8/10 CV, comenzado a fabricar en 1918. Su nombre oficial era LA HISPANO, y en ese año se matriculó en Baleares, con el número de matrícula PM‑147, uno de estos ejemplares que es posiblemente el único que queda hoy vivo y todavía funcionando, y cuya fotografía acompaña estas líneas.

En la Fábrica de La Hispano-Suiza de Guadalajara se construyeron también pequeños aviones, algunos de cuyos prototipos fueron exhibidos en la Exposición Hispano‑Americana de Sevilla en 1929. Antes de la Guerra Civil, la fábrica alcarreña sufrió problemas económicos graves, muchos de ellos repercutiendo sobre los obreros de la misma, siempre numerosos. En 1935 pasó a ser propiedad de la FIAT de Italia, fabricándose a partir de ese momento el modelo 514, de cuatro cilindros, de 67 x 102, de 1.438 c.c. y 3.400 revoluciones por minuto, coche de turismo que fue conocido por la marca FIAT‑HISPANIA, modelo que llegó a tener una gran aceptación y se fabricó en grandes cantidades.

Durante la Guerra Civil española de 1936-39, todas las instalaciones de la fábrica de la Hispano-Suiza de Guadalajara fueron abandonadas, y la sociedad liquidada: la fabrica­ción de automóviles y camiones se extinguió por completo y la sección de aeronáutica fue trasladada a Sevilla, donde en lo sucesivo se conoció como HISPANO-AVIACION. Ocurrió así que la gran empresa que a principios de siglo fundaran en Barcelona los catalanes Damián Mateu Bisa y Francisco Seix junto al ingeniero suizo Marcos Birkigt, y que tantos motivos de gloria dio a la industria española y a la alcarreña en particular, pasó al recuerdo y a la historia.

Pocos recuerdos quedan ya hoy en Guadalajara de un pasado que, en realidad, es tan reciente. El nombre del fundador de la Hispano-Aircraft, don Francisco Aritio, quedó al menos para denominar la nueva calle que desde la Fábrica de la Hispano-Suiza iba hasta la estación del ferrocarril. En aquel barrio, en aquella calle que a menudo se inundaba con las crecidas del río Henares, vivieron los obreros de la nueva fábrica, un nuevo estímulo al desarrollo de Guadalajara patrocinado en buena medida por el entonces Jefe de Gobierno don Alvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones, cuya bigotuda presencia aún se luce entre los pinos de la Mariblanca. Pero la imagen de aquella fábrica, sus naves enteras, sus esqueletos férreos, su fachada de rosada mezcla ladrillera y pétrea, está a punto de perderse para siempre. )No habrá posibilidad de hacer algo por evitarlo?