Jadraque, de feria

viernes, 25 junio 2004 7 Por Herrera Casado

Desde hoy hasta el domingo, Jadraque va a tener su propia Feria, sus jornadas de fama y trasiego, con el ir y venir de las gentes de la Alcarria por los stands y las animaciones que con motivo de la quinta edición de la FAGRI (Feria del Desarrollo Rural) se van a abrir y dar una variedad de información y entretenimiento a cuantos hasta el Parque Municipal jadraqueño se acerquen. Junto a la carretera de Guadalajara a Soria va a haber, desde hoy viernes a mediodía, hasta el domingo a las 8, un completo muestrario de actividades, stands y curiosidades por ver. Con el campo y la ruralía de nuestra provincia por motivo principal. Y en él entra, y más en Jadraque, la buena gastronomía, las conferencias, las presentaciones de libros y hasta las exposiciones de fotos.

Iglesia de San Juan, en Jadraque.

Una historia densa

El Cid Campeador fue uno de los primeros visitantes de Jadraque. Bien es verdad que con intenciones distintas a las de tanta gente como en estos tres días desfilará por la villa alcarreña. El héroe castellano conquistó la villa y su castillo a los musulmanes de Al-Andalus. El castillo, luego reforzado, y hasta crecido a dimensiones de palacio, es hoy uno de sus recuerdos y de los símbolos del lugar. Sobre el cerro se yergue orgulloso y desafiante atisbando las distancias de valles y sierras. Trae los recuerdos del Cid, del gran Cardenal Mendoza, y de su hijo el valiente guerrero Marqués de Cenete. Trae los deseos de que sea reconstruido definitivamente, para mayor gancho y prosperidad de la villa. Y trae la memoria de los recuerdos históricos, anecdóticos y literarios de esta villa, siempre capitalilla de una amplia comarca, sobre todo durante el siglo largo que tuvo tren y en su estación paraban cercanías y expresos, sueños rodantes en la noche rocosa.

Recuerdos que se palpan

Puede el viajero entretener su visita con numerosos monumentos y edificios de interés. Es el primero con el que normalmente se encuentra, el castillo del Cid, puesto en la estrecha y justa cima de lo que Ortega y Gasset calificó como “el cerro más perfecto del mundo”. Aunque en época árabe, y luego en la Edad Media castellana, hubo en aquella altura for­tín señalado, sería su propietario el cardenal Mendoza, a par­tir de 1470, quien inició la construcción del actual, según normas ya residenciales más que guerreras, y se mantuvo habitado por los señores durante algún tiempo. Las guerras de Sucesión y de la Independencia, y especialmente el aban­dono secular, le hicieron casi desaparecer del paisaje. En 1889, cuando los duques de Osuna, herederos de los Infantados, sacaron a la venta su patrimonio, el pueblo de Jadraque compró su propio castillo por trescientas pesetas. Y aun en los años medios de este siglo, los propios vecinos protagonizaron una de las páginas más señaladas de la historia del patrimo­nio artístico provincial, al restaurar en gran modo, con su trabajo personal, esta fortaleza. Hoy puede encontrarse su historia completa en un magnífico libro que la explica con letras e imágenes, de punta a cabo.

Se asciende al castillo por estrecho y empinado caminejo. Se compone de fuerte y no muy alto muro, que rodea por completo el recinto de planta estrecha y alargada. Los extremos se refuerzan con torreones cilíndricos, y el muro remata en barbacana almenada. Nada más entrar hay un patio de armas, luego el recinto residencial, seguido a continuación del área propiamente fortificada, de la que queda foso para aljibe en su centro, y vestigios del patio y estancias. Se hace muy evocadora su visita y recorrido de estas bien cui­dadas ruinas.

La iglesia parroquial fue construida, en su edificio actual, durante el siglo XVII, y fue su tracista y constructor el arqui­tecto montañés Pedro de Villa Moncalián. La portada, orien­tada a poniente, es obra de claro estilo manierista, con ele­mentos ornamentales y estructurales que rompen totalmente la serenidad del clasicismo, y sorprenden por su arrebatada imaginación de equilibrios imposibles. El interior es de gran­des proporciones, de tres naves sin crucero y coro alto a los pies. Gruesos pilares sustentan las bóvedas, de las que destaca la semiesférica sobre el presbiterio, con las imágenes de los evangelistas pintadas sobre sus pechinas. El altar mayor es de estilo barroco, está dedicado a San Juan, y procede de una iglesia de Fromista, en Palencia. Destacan en las capillas late­rales una serie de lápidas y estatuas yacentes de caballeros y personajes jadraqueños (Juan de Zamora, su mujer María Niño, y el cura de la parroquia Pedro Blas, todos ellos del siglo XVI; una hermosa talla de Cristo crucificado, atribuida a Pedro de Mena; y un óleo de Zurbarán, el “Cristo recogiendo sus vestiduras después de la flagelación”, pintado en 1661, y que es una obra genial de la época tenebrista y final del maestro extremeño).

Muestra también Jadraque varias casonas hidalgas, cons­truidas en los siglos XVII y XVIII. Así, destaca, en la calle mayor, la casa de los Verdugo, de severa fachada con gran escudo de armas. En ella, propiedad a la sazón del político ilustrado Juan Arias de Saavedra, se alojó unos meses del año 1809 el ilustre político y escritor don Gaspar Melchor de Jovellanos, quien allí recibió a diversas personalidades, como el pintor Goya, que le retrató. La habitación que Jovellanos utilizó en su estancia, decorada al fresco en sus muros por él mismo, se conserva intacta, y es curiosa de ver y evocar en ella la figura del ministro renovador. En la Plaza Mayor, además del moderno edificio concejil, y la fuente severa y hermosa del siglo XVIII, se conserva aún la casa donde se alojó la segunda esposa de Felipe V, doña Isabel de Farnesio, y sobre ella aparece, ya medio desmochado, un escudo de la Inquisición. También se conservan los muros y fachada, del convento de frailes franciscanos capuchinos, que protegidos por los señores de la villa, asentaron en ella durante el siglo XVII, quedando sobre el portón de entrada un enorme escudo de la fundadora, doña Catalina Gómez de Sandoval y Mendoza. Algunos otros caserones con escudos altivos y barrocos se conservan por el pueblo, en el que, de todos modos, siempre debe el viajero acabar su visita recorriendo sus breves plazuelas y sus callejas empinadas, una de las cua­les, la de San Juan, es exponente perfecto de la arquitectura tradicional de la Alcarria, logrando mantener viva la estampa rural y aprisionada de un tiempo ido.

Jadraqueños ilustres

Numerosas figuras de las artes, la ciencia, la literatura y la mística ha dado Jadraque al mundo. Es una muy destacada la de fray Pedro de Urraca, que alcanzó fama de notable virtud, siendo fraile mercedario, en diversos con­ventos de la América española, especialmente en Lima. Queda de él un retrato al óleo en la sacristía de la parroquia, así como una interesantísima biografía redactada, tras su muerte, en 1668, por el maestro fray Felipe Colombo, también alcarreño y cronista general de la Orden.

Don Diego Gutiérrez Coronel fue aquí nacido: vivió en el siglo XVII, y se dedicó, de manera provechosa a estudiar temas de historia y genealogía, escribiendo una densa *Historia genea­lógica de la casa de Mendoza+ riquísima de datos y conclusio­nes.

En el siglo pasado, fue gloria de Jadraque el poeta de Guadalajara toda, la voz de la Alcarria, como se le ha dado en llamar: José Antonio Ochaita, dedicado por entero a la creación poética, dramática e histórica de su tierra y de España, ha sido uno de los más importantes escritores guadalajareños de todos los tiempos, y de quien no podemos olvidarnos, en este nuevo siglo en el que habrá que refrescar muchas memorias. Frente a la portada de la iglesia parroquial, álzase un busto en bronce, original del escultor Navarro Santafé, dedicado a la memoria de este jadraqueño ilustre e inolvidable. Y en todas las manos del pueblo, un libro memorable y tierno, la biografía que de Ochaita escribió Tomás Gismera, recordando sus anécdotas vitales, y muchas de sus canciones y poemas.