La torre de Mendoza en Alava

viernes, 11 enero 2002 1 Por Herrera Casado

Cerca de Vitoria, en la alta llanada alavesa, al poniente de la ciudad, entre unas suaves colinas desde las que se ve cerca el aeropuerto y a lo lejos la silueta de Gasteiz, se encuentra la aldea de Mendoza, presidida con solemnidad y rotundidad por la torre de su mismo nombre, lugar de origen del linaje que tantas páginas de historia escribió en nuestra tierra alcarreña. Sentía curiosidad por visitarla, y en los pasados días cuando más arreciaba el frío por aquellos lares, me decidí a ello, tomando buena nota de lo visto.

A Mendoza (aunque es territorio de Euskadi, los alcarreños podemos considerarlo un poco nuestro, porque es razón y fuente de nuestra historia) se llega con facilidad desde la autovía que sube de Burgos a San Sebastián por Miranda de Ebro, Vitoria y Salvatierra. Es la antigua N-I, que señala con claridad la desviación a Mendoza. Y unos kilómetros más allá se llega al pueblo. Pequeño y desierto en el invierno, ofrece la grandiosa silueta de su torre. Así la llaman allí, y así la señalan las guías, pero se trata en realidad de un castillo, porque la dicha torre, poderosa y cuadrada, se rodea de un amurallamiento reforzado en sus esquinas por torreones circulares, con un portón único de entrada orientado al sur.

Este fue el espacio donde los Mendoza vascos crecieron en fuerza y notoriedad. Si origen se remonta al siglo XIII, cuando don Iñigo López de Mendoza (un ancestro del marqués de Santillana) la construyó como espacio de vivienda y defensa para él y su familia. La estructura no podía ser más sencilla y medieval: torre fuerte, elevada sobre el terreno (Mendoza significa “Monte Frío” en euskera, y bien que pudimos comprobarlo hace poco, cuando hasta el aliento se helaba…) con apenas mínimas aspilleras y ventanales trepanando los muros.. Quedó siempre entre las posesiones de los Mendoza, marqueses de Santillana y duques del Infantado, que desde Guadalajara gobernaban sus extensas posesiones. En 1856 fue vendida al vitoriano Bruno Martínez de Aragón, de cuya familia pasó finalmente a la Diputación de Alava y ahora al gobierno autónomo vasco, el Eusko Jaurlaritza, que ahora la mantiene y cuida con todo detalle.

En 1963, fue adquirida por la Diputación Foral de Alava, y tras restaurarla y acondicionarla, instaló en ella el Museo de la Heráldica Alavesa. Hoy puede visitarse este edificio del que adjunto algunas imágenes junto a estas líneas, a diario por las mañanas (de 11 a 14 horas) y tardes (de 16 a 20 horas) y los sábados y domingos en horario solo de mañana, estando los lunes cerrado, y siendo de entrada gratuita, como lo son todos los Museos dependientes del Gobierno Vasco.

Tras admirar la solemne belleza de su amurallamiento exterior, de piedra blanca, con altos muros cerrados en cuyas esquinas se levantan torreones cilíndricos, se pasa por su portón central al patio que circuye completamente a la torre. En este patio, cubierto el suelo de hierba, se han colocado en sus muros los grandes escudos nobiliarios de las familias alavesas que se rescataron de palacios y casonas hundidas. Destaca entre todos el escudo de los Gaona, procedente de la destruida torre de Sabando. Es del siglo XIV. Y también es muy curioso el escudo picado procedente del palacio que el comunero Pedro López de Ayala, conde de Salvatierra, tenía en Vitoria. Varias docenas de escudos se reparten por este patio.

Luego pasamos a la torre. Por una puerta minúscula, que obliga a agacharse incluso a los que somos de estatura normal, accedemos al vestíbulo, donde se ven escudos más pequeños, publicaciones, láminas, etc. Y a partir de ahí comienza la visita que es en cuesta, porque se ubica el Museo a lo largo de los cuatro pisos que conforman la torre, los cuales cuatro pisos, así y todo, tienen enormes y altísimos techos. A ellos se va accediendo por una lateral escalera de peldaños volados de madera, en caja abierta, lo que permite ir viendo el contexto general del espacio interior de la torre. En el primer piso aparecen elementos y cuadros con personajes alusivos a las siete cuadrillas de Alava, bancas nobles y grandes cuadros verticales con largas leyendas explicativas de los personajes retratados, que no son otros que los primitivos Mendoza alaveses. Iñigos, Ruis y Lópeces del linaje aparecen revestidos de armaduras y cubiertos de panoplias armadas.

En los pisos superiores se ofrece, bien iluminado y decorado, todo un recorrido por la Heráldica, con explicaciones generales de esta ciencia, y luego con exposición particular de los escudos más específicos de Alava. Una envidia sana me recorrió el cuerpo al ver esta torre, tan “nuestra” por ser de los Mendoza, tan bien restaurada, tan bien ocupada por un Museo tan bien hecho… una muestra más de que en Guadalajara lo que conviene es ponerse a hacer cosas, aunque sea imitación de las de fuera. Por ejemplo, el torreón del Alamín en la capital, recién abierto a la contemplación pública, es parecido, aunque mucho más pequeño, a esta torre: sus dos pisos, sus fuertes muros, su aire medieval, y su contenido exquisitamente preparado y explicativo de la muralla medieval de la ciudad…. un ejemplo que ha sido premiado como merece, al menos desde este periódico: con el Popular 2001 a la mejor atención al Patrimonio Histórico de nuestra tierra.

Recomiendo a los alcarreños viajeros a que se acerquen un día a Mendoza, junto a Vitoria. Su torre les impresionará, y les hará rememorar gestas alcarreñas en muchos lugares. Pero, sobre todo, su  aspecto valiente y digno, su contenido medido y atrayente, les hará pasar un buen rato.