Plateros y orfebres (II) Guadalajara y Pastrana

sábado, 12 septiembre 1981 4 Por Herrera Casado

 

2 – El taller de Guadalajara

Tampoco hasta ahora se sabía nada acerca de la platería o taller de artesanías del oro y la plata en la ciudad de Guadalajara. Los estudiosos del tema en España nunca habían ni siquiera sospechado esta posibilidad. La verdad es que no puede extrañarnos esta existencia, teniendo en cuenta que la ciudad del Henares, protegida por los poderosos Mendozas desde la Baja Edad Media, había alcanzado un grado de prosperidad durante el siglo XVI, un cultivo tan intenso de las artes y la cultura, que no es en modo alguno sorprendente el hecho, documentalmente probado, de que existiera en esa centuria una floreciente «platería» que surtía de magníficas obras a la comarca en torno. Según leemos en un documento de 1570, podemos localizar con precisión su enclave: «en esta ciudad, a la parrochia de San Gil della, donde dizen la platería» (1) y en otro documento de los mismos años se menciona la «calle pública de la platería». Poco después, en 1581, vemos que tres plateros arriacenses poseen sus casas y tiendas mutuamente colindantes, en esta calle: eran Alonso Hurtado, Francisco Gutiérrez y Diego de Molina (2). También de 1570 es el dato que nos informa que Bartolomé Sánchez, platero, tenía unas casas en la calle mayor de Guadalajara (3), y de otro, Francisco Gutiérrez, a quien ya hemos visto que su taller estaba en la calle común de los plateros, nos llega la noticia de que también poseía unas casas junto a la «Puerta Mercado» en la colación de San Nicolás. El hecho cierto de que esta «platería» arriacense fuese nutrida y estuviese en lugar céntrico, cerca de San Gil y en calle propia, en el centro de la ciudad, supone la gran importancia que el gremio en esa época había adquirido. De sus figuras tenemos algunos datos que ahora consignamos.

A comienzos del siglo XVI, ejercía el artesanado en oro plata Fernando de Cuéllar, a quien la Inquisición condenó a su mujer por hereje o cristiana nueva. El fue inhabilitado en 1532, pero hasta entonces dejó una apreciable obra; Lope de Cuéllar, quizás pariente del anterior, fue también declarado hereje por la Inquisición, y huido; Alonso Rodríguez, de finales del XV y comienzos del XVI, del que no se conserva memoria de sus obras; Juan de Segovia, artesano y comerciante, quizás judío, porque huyó también de la Inquisición; Juan de Ciudad, cuyo nombre y título de platero aparece en algunos documentos notariales de mediado, el siglo; Diego de Salamanca, que ejercía en 1573 y adelante como platero y contraste oficial del oro y la plata que se trabajaba en la ciudad; de él consta que tenía taller y «oficina abierta» en la calle pública de la platería; otro era Francisco Alvarez, activo en 1569; y Bartolomé Sánchez, platero que en 1576 hi­zo una gran custodia de plata, de más de diez marcos de metal, para la iglesia de San Ginés de Guadalajara (4); Gaspar Muñoyerro era repostero de plata de los duques del Infantado, desde 1567 (5), cargo que conllevaba la responsabilidad de cuidar y limpiar el tesoro de plata y otro de los magnates mendocinos, y al mismo tiempo un sustancioso sueldo. En 1588 le vemos aceptando como aprendiz por dos años a Pedro Ramírez, quien quería aprender el oficio; Francisco Gutiérrez, a quien hemos visto con tienda abierta en la calle de los plateros, se ocupó en 1573 de limpiar la cruz grande de plata de la iglesia de Marchamalo (6); también fue repostero de los duques del Infantado el platero Juan de Losada, activo en 1573; Guinea hizo diversos trabajos finos para la casa de los condes de Coruña, en 1574; y, en fin, los hermanos Sotomayor, que además de su arte de orfebres hicieron una gran fortuna comerciando, en plan fuerte, con los metales y piedras preciosas, en la segunda mitad del siglo XVI: Marceliano de Sotomayor hace en 1573 un contrato para realizar un gran número de botones de oro y ámbar; en 1587 entrega diversas obras de plata a las parroquias de Fuentelahiguera, Quer y La Puebla de Guadalajara; en 1575 acepta como aprendiz a un joven alcarreño, llamado, como otros muchos, al señuelo del prestigio de una profesión que este hombre elevó, en Guadalajara, a gran categoría (7). Su hermano, Francisco López de Sotomayor, hizo numerosas obras en 1573 para el duque del Infantado. Entre la nómina de comerciantes al por menor de oro y plata en Guadalajara, debemos reseñar a Álvaro de Antequera. Ya en el siglo XVII co­mienza la decadencia de este gremio, y sólo encontramos relación de Lázaro de Rueda como platero que produce algunas cosas no de envergadura para los pueblos más cercanos.

Todavía en el área de influencia de la ciudad de Guadalajara, algunos plateros residían en pueblos, y en ellos ejercían su arte con gran aplauso. Así sabemos que en 1581 tenían taller de platería en Valdeaveruelo Roque Moreno y Gabriel de Esteban. En Mondéjar aparece, en el siglo XVII, Juan Arribas González, autor en 1698 de una gran custodia de plata sobredorada, con pedrería, para la parroquia de dicho pueblo alcarreño. En 1628, había en la villa de Pareja un platero, Antonio de Madrid, que se ocupa en aderezar, limpiar y construir pequeñas cosas para las aldeas de su común.

3 – El taller de Pastrana

Algo más tardío es el florecimiento de este arte en el que podemos considerar gran centro de la orfebrería en la tierra alcarreña: concretamente en Pastrana, el siglo XVII vio cómo se instalaba un selecto número de estos artistas en su recinto. Ello fue al amparo del estímulo dado a fines de la anterior centuria por sus señores los Silva. Si con ellos acudieron tejedores de lienzos, productores de sedas e incluso artífices de paños y tapices, también se llegaron algunos orfebres de los que ahora damos algunos nombres, que, con toda seguridad, serían ampliables en gran modo al estudiar como se merece este importante centro artístico durante el Siglo de Oro. Uno de ellos es Juan López, quien en 1677 hizo la grande y portentosa custodia de la Colegiata de Pastrana. Consta en ella, grabado, el dato de que este artista la realizó en su taller de la propia villa. Otro importante platero pastranero es José Rubio, que en 1692 se ocupaba en arreglar cosas y en hacer nuevos copones, copas y cálices para la iglesia de Mondéjar. Pero el más importante de todos es, sin duda, Gaspar de Ávila, activo en toda la segunda mitad del siglo XVII, y a quien debemos la traza ingeniosa de la espléndida custodia parroquial de Mondéjar.

4 – Influencias externas

También de ciudades cercanas, populosas, tradicionalmente productoras de arte y cultura, llegaron a la tierra de Guadalajara orfebres de calidad, dejando aquí su huella genial de la que los alcarreños también nos sentimos orgullosos. Como es lógico, las influencias externas van en proporción inversa a la distancia de las ciudades productoras con nuestra tierra.

De Alcalá se sabe ya lo rico y denso de su producción: Juan Francisco fue quizás uno de sus más universales representantes. De su vida se sabe muy poco, y generalmente se le ha tenido como plenamente toledano, pero según documentos consultados, su obra principal la realizó en su taller de Alcalá de Henares. De su producción, hoy en gran parte perdida, destacan la cruz parroquial de Buitrago, la que había en el Casar de Talamanca (desaparecida en la guerra), parte de la de Pastrana, la magnífica de Mondéjar, y el cáliz de Viñuelas. Otro complutense de gran relieve es Guzmán, autor de la cruz procesional de Bujalaro y de la gran custodia que hoy posee la catedral de Sigüenza. En el siglo XVII destacan Pedro Gómez Delgado, que realiza diversos arreglos en el tesoro parroquial de Mondéjar, y Francisco Riesgo más tarde, en 1731, haciendo las andas de plata para la cofradía del Santísimo Sacramento, también de Mondéjar.

De Toledo debemos recordar a Abanda, que hizo una cruz procesional magnífica, de las más destacables que hoy se conservan en nuestra provincia, para la parroquia de Uceda.

De Madrid siempre llegaron artistas y obras. Ello es lógico, especialmente en el siglo XVII, a tenor del gran auge que desde entonces toma la vida de la Corte, con creciente intervención, y absorción, de la vida económica de un amplio entorno. Damián Zurreño hizo en 1667 la gran custodia parroquial de Mondéjar, en plata fina muy certeramente cincelada. Juan Rodríguez Bavia estuvo al servicio directo de Felipe II. Labró, hacia 1564, la custodia de la catedral de Sigüenza, según consta en las actas capitulares de dicha catedral. Sabemos también que elaboró joyas diversas para algunas ricas familias de Guadalajara. Antonio Pimentel hizo en 1608 unas varas de plata para llevar el palio en la catedral de Sigüenza. Juan López de Orea construyó en 1671 dos grandes lámparas de plata que colgaron siempre en el presbiterio de la iglesia de Mondéjar, hasta 1936. Tenían fama de ser dos joyas capitales del arte de la orfebrería barroca. En 1693, Francisco Artacho construyó, en su taller madrileño, la preciosa custodia de la parroquia de la Santísima Trinidad en Atienza.

También la platería de Cuenca envió algunas de sus obras a nuestro territorio. Fue concretamente a la parroquia de La Puerta, a la izquierda del Tajo, tradicionalmente perteneciente a la diócesis conquense, donde Francisco Becerril llevó su momento más inspirado, su equilibrio renacentista más genial, dejando una cruz procesional que puede contarse entre las piezas más hermosas de este repertorio

De Zaragoza llegaron algunas obras, especialmente al Señorío de Molina: en 1639, el aragonés Miguel Pérez construyó la custodia de plata de la parroquia de Alustante

Y de Segovia también vinieron a nuestra tierra algunos artistas y obras, especialmente a la comarca de más directa relación con la provincia castellana. Así, el famoso Diego Valle, en el siglo XVI, produjo las cruces parroquiales de El Cardoso de la Sierra y de Valverde de los Arroyos, ambas hermosísimas. También segoviano fue José Rueda, que en el siglo XVIII se encargó de algunos aderezos en el rico tesoro de la parroquia mondejana.

Todavía saldrán, a buen seguro, numerosos nombres, atribuciones y datos enriquecedores en torno al arte de la platería y la orfebrería en nuestra tierra. En este breve panel donde queremos asentar los personajes que, paso a paso, y cada uno en su humana parcela, han ido haciendo a nuestra tierra, no podían faltar estos artistas de la meticulosidad y la paciencia. Ahí quedan sus nombres y sus obras, como inicio de una relación que ojala pronto se haga mucho más larga.

(1) AHPG, protocolo 132, escribano Pedro Medinilla, Fol. 176 v.

(2) AHPG, protocolo 163, escribano Gaspar de Campos.

(3) AHPG, protocolo 155.

(4) AHPG, protocolo 157, Fol. 340 v. y 341.

(5) AHPG, protocolo 166

(6) AHPG, protocolo 166.

(7) AHPG, protocolo 170, escribano Diego López de León «En 2 septiembre 1575… paresció Sancho de Soto, alcaller, vezino della e dixo que assentava e asentó a servizio a Diego de la Vega su hijo de edad al presente de diez e seis años poco más o menos, con Marceliano de Sotomayor platero de oro vezino de la dcha. ciudad que presente estaba, esto por tiempo e plazo de cinco años… durante el qual tiempo de los dichos cinco años, el dcho Diego de la Vega le a de servir en las cosas que el mandare con estar licitas de se hacer y el dcho marceliano de Sotomayor le a de enseñar el oficio de platero de oro y plata en lo que alcanzare la avilidad del dcho diego de la vega sin le ocultar y encubrir cosa alguna y por azón dello el dcho marceliano de Sotomayor le a de dar de comer e bever en todo el dcho tiempo, e casa e cama en que duerma e çapatos los que pudiere rromper e unas calzas e jubón e un sombrero de la manera que se lo quisiere dar…