La llegada del arte del Renacimiento a Guadalajara

sábado, 2 agosto 1980 1 Por Herrera Casado

 

El arte del Renacimiento, que tan magníficos ejemplos ha dejado esparcidos por las ciudades y pueblos de toda Europa, hizo su entrada en España de una manera y por una comarca muy concreta: fueron los Mendoza, y en sus tierras de Guadalajara, quienes lo introdujeron y asentaron. Sobre esta temática, de la que hasta ahora se había escrito mucho, pero sin profundizar realmente en el tema, dio recientemente una conferencia magistral el catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense, profesor Víctor Nieto Alcaide, culminando con ella el ciclo «Arte del Renacimiento», que la Institución Provincial de Cultura «Marqués de Santillana» ofreció hace unas fechas. Esta conferencia bien merece ser analizada con detenimiento, por la serie de interesantes apuntamientos inéditos que en torno al tema ofreció el profesor madrileño (1).

A nivel nacional, la entrada de este arte del Renacimiento no se hace por intermedio real, como en otros lugares ocurre (Francia, por ejemplo), sino a través de familias de la alta aristocracia (los Mendoza) y gracias a algunos de sus miembros, que son realmente unos humanistas, que viajan a Italia, y que son recipiendarios de un factor de asombro que las cortes italianas y borgoñesas le confieren un factor de prestigio al arte que lleva luego a la introducción en otros lugares, a través de una ostentación de lo nuevo, un snobismo que diferencia, a través de lo artístico, a unas familias de otras.

El arte es, pues, una diferenciación de lo anterior. El método moderno es lo gótico, y el método a la antigua es lo renacentista, lo que da realmente una categoría de peculiaridad. La introducción desde Italia del nuevo estilo se hace de muy diversas maneras: copias de estampas; artistas italianos que llegan a España (Fancelli, Torrigiano); importación de obras de arte (sepulcros varios, ¿quizás el de El Doncel?) e incluso importación de palacios enteros, como el de La Calahorra, traído por un hijo del Cardenal Mendoza. En cuanto a los artistas que realizan estas obras, coexisten y se mezclan dos tendencias: la de Egas (tradición gótica, de cantero) y la de Lorenzo Vázquez (como arquitecto total).

Como punto capital de este análisis, el profesor Nieto expuso su idea de que no persigue el Renacimiento español una copia de determinadas corrientes renacentistas italianas, negando asimismo el concepto enunciado años atrás de «resistencia frente al modelo italiano» creado por los hispanos. El sostiene que en España se valora el Renacimiento  italiano (y lo clásico como norma a través del él) como influencia indiscriminada de los diversos centros productores de esta arte (Florencia, Bolonia Nápoles, etc.). Así, el Renacimiento español no es algo especial, con voluntad de diferenciación, sino una mezcla de todo lo italiano, en un proceso de voluntad de integración en él.

II

Tras este análisis previo, casi conceptual, el profesor Nieto apunta a temas concretos, monumentales. Aun cuando el arte renacentista entra en España gracias a determinadas familias nobles, y muy en especial la de los Mendoza, al círculo real llega también, aunque sin gran pujanza. Por ejemplo, el escultor Doménico Fancelli (autor de los enterramientos del príncipe Juan y de los propios Reyes Católicos) es traído por intermedio del conde de Tendilla, a quien piden que busque algún artista italiano para ponerle a su servicio.

Posteriormente, en el análisis pormenorizado, ilustrado con magníficas diapositivas, el profesor Nieto fue repasando los primeros ejemplos del arte del Renacimiento en España, acentuando de cada uno aquellos detalles italianos y propios del estilo más sugerentes. Del Colegio de la Santa Cruz de Valladolid destacan el almohadillado de la fachada y las palmetas de su arco de entrada. Lo mismo reseña en el palacio de Cogolludo, en el que esas palmetas decoran el frontón de vuelta redonda que forma su ingreso. Este palacio de Cogolludo muestra una fachada de dos cuerpos, muy marcados en horizontal, con el bajo sin vanos, en una tipología netamente florentina. Sus ventanas son de tipo gótico isabelino, apartadas totalmente de los módulos florentinos, pero dentro del influjo de lo sienés y boloñés. El fondo central, con gran escudo de los duques de Medinaceli, no es exclusivamente hispano como se había señalado; muestra, su imagen en la catedral de Pienza, junto a Siena, y en lo alto de su fachada aparece un escudo de Eneas Silvio Piccolomini, muy parecido. Las columnas del patio no son, tampoco florentinas, sino lombardas. Analiza también el monasterio franciscano, en Mondéjar, que muestra un frontón de tipo curvo, con una composición no estrictamente clásica, sino equilibrada, con una superposición de elementos varios.

Pasa finalmente el profesor Nieto a realizar un detenido y extraordinario estudio del palacio arriacense de Don Antonio de Mendoza (antiguo instituto) al que califica de cabeza de serie de los palacios renacentistas españoles, iniciándose con él un nuevo modelo que luego será muy repetido y copiado.

En cuanto a su portada, destaca el frontón triangular que originalmente la coronaba (desaparecido a comienzos de siglo en las reformas que le introdujo el arquitecto Velázquez Bosco) y que mostraba entre lambrequines el escudo del fundador. En cuanto al patio, también él es un punto de partida del Renacimiento hispano, pues inaugura el llamado orden con zapata, iniciando así, por una necesidad constructiva, de materiales, el tipo de la arquitectura en madera. Analiza con pormenor el profesor Nieto este tema de la zapata, especialmente en madera, que tanta y tan buena acogida tiene entre nosotros. El Renacimiento italiano la usa, aunque en muy escasa medida. España la integra en su arte renacentista, y ello fundamentalmente porque aquí no se tiene el miedo a caer en el anticlasicismo. Y, finalmente, insiste en la idea de la proporción numéricamente desarrolla, como aplicación del principio de simetría de Vitrubio y Alberti. Ellos introducen la correspondencia armónica de las partes, aunque no esté determinada esa relación por un eje. Y viene a examinar la relación de retícula que existe entre los diversos planos del alzado y la planta de este patio alcarreño: la zapata se concibe tanto como elemento de apoyo como especialmente en función de colaboración a esa simetría reticular. Es, pues, una auténtica «clave» de medida del recinto. Nieto Alcaide prometió un estudio más detenido, con elementos gráficos imprescindibles, de este apasionante tema por él magistralmente apuntado.

Cerró su intervención el catedrático con el análisis de un tema que esbozó al principio: el de la dudosa personalidad y figura de Lorenzo Vázquez, arquitecto hispano, en Italia formado, al que se adjudica clásicamente la paternidad de todas las obras analizadas, y se le hace, por consiguiente, realmente introductor del Renacimiento en Castilla. Nieto se muestra escéptico ante esta figura, para la que piensa que no existen suficientes datos documentales, pero sí muéstrase de acuerdo en que, sea quien sea el arquitecto responsable de estos palacios, colegios y monasterios, se trata de un artista completo y homogéneo, plenamente impregnado del Renacimiento italiano, Y, sobre todo, coherente en el desarrollo total de su obra.

En suma, una interesantísima y muy útil conferencia, clave en el entendimiento correcto del arte y patrimonio de nuestra tierra, y que fue seguida con interés, por un número, no muy crecido, de auténticos interesados en la cultura provincial.