Aunque ayer fue la festividad del Corpus Christi, -de siempre la fiesta más bullanguera y brillante de la ciudad, durante largos siglos- no será hasta el domingo que aparezca por sus calles de nuevo la procesión con la Custodia y el acompañamiento solemne de los miembros de la Cofradía de los Apóstoles, que son alcarreños de pura cepa revestidos de primeros discípulos y acompañados de niños y niñas que han realizado su Primera comunión en días-semanas-años precedentes. La festividad del Corpus Christi ha tenido desde hace largos siglos muy cumplida manifestación en nuestra ciudad. Además del significado puramente religioso, que hoy prima, en épocas anteriores fue una auténtica «fiesta popular», en la que todo el mundo se echaba a la calle, en una jornada en la que solía ser buena la temperatura, y además de asistir a los oficios religiosos y contemplar el paso de la procesión, con su Cofradía de los Santos Apóstoles revestidos según antiquísima tradición, se divertían con las representaciones teatrales que el Ayuntamiento ofrecía, así como con los desfiles de pantomimas, gigantes, cabezudos y tarascas. Por la tarde había alguna justa de tipo medieval como residuo del predominio caballeresco en la Edad Media. De este modo, podemos decir que la fiesta del Corpus alcanzó toda su plenitud en el siglo XVI, época de la que existen muchos datos relativos a su celebración, entre ellos los contratos que hacía el Ayuntamiento a las compañías de comediantes y danzantes para que ejecutaran sus saberes en las calles. En 1586, el Concejo contrató a un tal Angulo, «maestro de hacer comedias», para que se encargara de realizar todo el conjunto de actos profanos que ese día tendrían lugar en Guadalajara: dos representaciones teatrales, en forma de autos sacramentales, y otra de simple devoción; tres entremeses cortos en las calles de la ciudad; una danza de máscaras, y otras cosas. Por todo ello, el Ayuntamiento debía pagar al tal Angulo 150 ducados. Por esos años, el Concejo contrató a dos vecinos de la ciudad (Miguel Zapata y Pedro Palacios) para que por su cuenta montaran la «Historia del Martirio de San Mauricio y el Emperador Maximiano», que además contaría con la presencia de ocho tarascas para que en forma de danza amenizaran la función. La tarasca del Corpus En un artículo publicado el pasado año en la Revista “Hispania Nostra”, nos contaba José Ramón López de los Mozos cómo la […]