En la ladera norte de la sierra de Caldereros o de Zafra, entre jarales y encinares de gran extensión, sobre tierra árida y fría, asienta esta población de remota y ajetreada historia. Fue armada, sin duda, cuando la repoblación del territorio molinés, en época en la que don Manrique de Lara creó Señorío sobre el Común de villa y tierra de Molina, y concedió Fuero y libertades al país y a sus gentes. Quiere la tradición que el sobrenombre que tiene Campillo «de Dueñas» es referido a que fue señorío de dos mujeres, doña Inés y doña Beatriz de la Cueva, últimas habitadoras del lugar cuando en el siglo XIV, y principios del XV, las continuas guerras entre Castilla y Aragón forzaron a la despoblación de la localidad. Después, el Común de Molina pidió a la reina Isabel la Católica que declarase todo el término de Campillo, en calidad de territorio yermo, propiedad comunal. Y así ocurrió en 1479. Por entonces, aquellas alturas quedaron vacías, silenciosas y yermas. Pero años después, ya en el siglo XVI, Campillo se repobló con nuevas gentes llegadas dispuestas a la utilización de sus términos para pasto, y un largo pleito llevado ante la Cancillería de Valladolid acabó en 1581 favorablemente a los nuevos pobladores del lugar. Eran gentes llegadas desde el País Vasco, al llamado de una prometida riqueza y franquicias. Desde entonces fue Concejo perteneciente al Señorío al Rey, y partícipe de los derechos comunales del Señorío molinés. Pueblo grande, en llano, extendido, cómodo de andar, en él destacan algunos viejos caserones, que no remontan su antigüedad a más allá del siglo XVIII. Algunas fuentes generosas (y fundamentales en aquella altura de escasos manantiales) y anchas plazas. Como edificio interesante hay que destacar la iglesia parroquial, dedicada a Santa Catalina, que es de enormes dimensiones, está aislada del pueblo, a saliente, y es obra hecha de una vez en el siglo XVII, en la segunda y definitiva repoblación. Muestra la portada, en alto, sobre el muro oeste, y se escolta de una bella torre de ornamentación barroca. El interior es de una sola nave, con planta cruciforme, y gran cantidad de altares barrocos, con profusión decorativa del mismo estilo por bóvedas, pilastras y frisos. Es un templo que impresiona de riqueza y grandiosidad. De ella puede decirse que es todo un museo del arte barroco, desde sus balbuceos en el siglo XVII hasta su […]