Acabando marzo, con la primavera recién estrenada, pero aún con el soplido en las sierras del relente que pone la carne de gallina. Es el tiempo en que parece el cielo más nublado, más triste, llorón casi. Es la Semana Santa, un espacio del calendario en el que -colmados los corazones de los devotos con el recuerdo de la Pasión de Cristo, muchas gentes en muchos lugares ponen todo su entusiasmo y su piedad en la manifestación pública de su Fe. La Semana Santa ha llegado a Guadalajara, y aunque muchos están repartidos por playas y jardines, otros se afanan en las callejas empinadas de sus pueblos por revivir las tradiciones que sus antepasados pusieron como bandera de una firme voluntad trascendente. Guadalajara ciudad va mejorando año tras año el aspecto, la imagen, de su Semana Santa. Una Federación de Cofradías y la colaboración entusiasta del Ayuntamiento capitalino, hace que nuevas procesiones, nuevos atavíos y nuevos pasos pongan en la noche del Jueves y Viernes Santo el rigor de la música fúnebre y los silencios pautados de los capuchinos. El recorrido, la familia entera generalmente, de las estaciones a lo largo del Jueves por la tarde y la mañana del Viernes, daba carácter a la ciudad, más animada que de costumbre, hecha toda una vela, un tul, un sagrario blanco. En los pueblos se ha vivido siempre con mayor intensidad estos días. Son múltiples, casi infinitas, las variedades de celebración. Por recordar algunas, la de Usanos. La procesión del Santo Entierro salía en la noche del Viernes Santo, y durante su recorrido en torno a la iglesia, las ventanas y balcones de todas las casas del recorrido se veían alumbradas por candelas, velas, faroles y candiles de aceite, en los que temblaban sus llamas atónitas y humildes, como si fueran las almas asombradas que se entregaban al rito del misterio, la muerte del Dios. La imagen acostada de Cristo era seguida en Usanos por otra de la Virgen de la Soledad, y esa procesión humilde y sencilla, similar a la de tantos otros pueblos de la Campiña y la Alcarria sigue siendo referente común y habitual de estos días. En el otro extremo de la provincia, en Fuentelsaz, existe una costumbre en esta época que reconoce un antiquísimo origen: en las ermitas de San Roque y de la Virgen de las Angustias se guardan siete cruces de madera en cada […]
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Las saetas, en el corazón de la Semana Santa
En estos días de recogimiento y memoria en torno al misterio de la muerte de Cristo y de su Resurrección, recomiendo salir a las calles de Guadalajara a ver pasar las procesiones que, por revivir misterios de la religión cristiana, aparecerán cuajadas de color morado y escuetos sonidos de lamento y corneta. Quizás asome, desde algún balcón, una saeta. En todo caso, es Juan Pablo Mañueco, un poeta de Guadalajara, quien aquí se alza con su voz a cantarlas: las saetas a la Semana de Guadalajara y de España entera. Hace solamente escasos días que Juan Pablo Mañueco ha lanzado a la consideración general un manojo de SEIS libros titulados genéricamente “Cantil de Cantos” y en el que aporta nuevas estrofas de su creación. Un verdadero manantial de poesía, clásica y cercana, muy sonora. En esa colección hay un tomo, el quinto, que está dedicado íntegramente a las Semanas Santas de España, con poemas en forma de Saetas compuestas sobre la estrofa “castellana” de su invención. Creo que este momento es el más adecuado para hacer un repaso, somero y lúcido, sobre las páginas de este libro de Mañueco. Nos dice López de los Mozos en el Prólogo que María Victoria Fernández y Juan Pablo Mañueco (sus autores) han empleado para la composición de estas saetas suyas, una copla nueva, creada por él, a la que ha bautizado y puesto un nombre tan sonoro como el de “castellanas”, en este caso, de arte menor, que convierte en saetas por el tema y por la repetición que significa el estribillo de alguna de sus estrofas. Y aún añade el historiadores y etnógrafo alcarreño en dicho Prólogo, que “Aunque, sin duda, la belleza de los pasos procesionales y el celo de las cofradías y hermandades se concentre, como siempre ha ocurrido, en la procesión del “Silencio y Santo Entierro”, que tiene lugar dicho Viernes Santo y que da comienzo a las ocho de la tarde en la parroquia de San Ginés, desde donde la comitiva procesional va recogiendo los pasos de las diferentes parroquias -San Nicolás, Santiago y Santa María-, desde donde -como concatedral que es y, por lo tanto, primera iglesia de la ciudad, junto con la catedral de Sigüenza- comienza la procesión general, que suele encabezar el obispo de la diócesis Sigüenza-Guadalajara y el resto de las autoridades locales y provinciales, hasta regresar al punto de origen después de haber […]