
Aunque muchos han pasado bajo el gran arco de San Ginés de Guadalajara, pocos se han fijado aún en la colección de rostros (masculinos, femeninos, felices, airados) que pueblan el intradós de esa fachada, que en este artículo se describe y estudia.
Artículos y comentarios sobre Guadalajara
Uno de los conjuntos de piezas artísticas más interesantes del patrimonio de nuestra ciudad, es el grupo de las llamadas tablas de San Ginés, que consisten en cinco grandes pinturas de finales del siglo XV, hechas sobre tabla, con técnica muy común del fin de la época gótica y del comienzo de la moderna, que, tras diversos avatares de olvidos y restauraciones, hoy pueden ser admiradas por todos los alcarreños amantes de su historia. El conjunto de estas cinco tablas se puede encuadrar en el estilo de los primitivos castellanos de fines del siglo XV o comienzos del XVI. Representan estos cuadros algunas escenas de la vida de Cristo (La Natividad, -partida y perdida su parte inferior‑, la Presentación del Templo, y la Resurrección), además de un magnífico dibujo al óleo del Arcángel San Miguel, y un retrato del Gran Cardenal Mendoza orante acompañado de cuatro eclesiásticos familiares. Un sexto cuadro, que representaba el Nacimiento de San Juan Bautista, desapareció en la Guerra Civil. En todos estos cuadros aparecen figuras tratadas con una gran perfección y realismo, encuadradas en paisajes muy minuciosos, y con ropajes propios de la época. Fueron hechas estas tablas para conformar el gran retablo mayor del monasterio de San Francisco de Guadalajara, obra acometida poco antes de 1495 por encargo y con el patrocinio de Pedro González de Mendoza, Cardenal de España. Hace ahora poco más de 500 años de aquello, y de esta magna obra, tras guerras y destrucciones, quedó muy poco. Tan sólo seis tablas, que, partidas, cortadas y machacadas, fueron llevadas en el siglo XIX a la iglesia de San Ginés, donde se colocaron como mesa de altar y baranda del coro. Hacia el año 1934, el Cronista Provincial, don Francisco Layna Serrano, y el párroco de San Ginés, don Vital Villarrubia, las descubrieron, limpiándolas y poniéndolas colgadas de las paredes del templo. De milagro se salvaron de la quema que hicieron en esta iglesia unos cuantos vándalos en julio de 1936, y enseguida se llevaron a Madrid, a ser custodiadas con el resto de bienes del patrimonio artístico eclesiástico durantela Guerra Civil. Trasella, en 1942, volvieron a Guadalajara, y enseguida se restauraron, siendo depositadas provisionalmente en el Ayuntamiento de la ciudad, donde lucieron un tiempo por los muros de la escalera principal, y luego en la Sala de Comisiones, que es donde ahora paran de forma habitual. Cuando gobernaba la institución municipal el doctor […]