En este año de recuerdo al Greco, por hacer cuatro siglos que murió, se están celebrando una serie de exposiciones y conciertos que valoran su figura y su obra. En Guadalajara hemos sido incluidos oficialmente en esa serie de fastos, porque en Sigüenza queda (en su Sacristía de las Cabezas) una pintura suya, que la pasada semana veíamos con detalle. Van ahora los datos sobre lo más importante del Greco que hubo en Guadalajara y de lo que he de hablar, como tantas veces, en el tiempo pretérito. Nuestro amigo, malogrado tan pronto, José Luis García de Paz, concienzudo investigador de la historia mendocina, y de las vicisitudes del patrimonio perdido y expoliado de Guadalajara, es quien en su libro varias veces reeditado “Patrimonio desaparecido de Guadalajara” nos relata la peripecia del “Apostolado de Almadrones”, la mayor de las obras de El Greco en esta tierra. Es esa una historia triste, a pesar de que una parte del bien cultural que suponía esta impresionante colección de cuadros haya quedado en España, y podamos admirarla restaurada y perfecta en el Museo del Prado. La otra parte, se fue a los Estados Unidos, y al fin en Guadalajara, de donde partió la obra, no ha quedado casi ni el recuerdo. Y todo esto, en pocos años. Vamos a verlo. La obra del Greco en tierras de Guadalajara Repito lo que decía hace dos semanas en estas páginas: aunque muy leve, la presencia de El Greco en Guadalajara fue real, y entre nosotros sobrevivió largos siglos algo de su pintura y de su arte originalísimo. Aparte del cuadro aislado de “La Anunciación” que hoy admiramos en la sacristía de la catedral seguntina, hubo un Apostolado (una colección de cuadros con representaciones de apóstoles) colgados de la parte alta de los muros del presbiterio de la iglesia parroquial de Almadrones, en la meseta de la primera alcarria. Allí estaban sin que nadie les hiciera caso, y servían más que nada para asustar a los niños, pues la gente del pueblo los conocía como “los hombres feos”. De apagados colores, telarañas por los bordes, marcos lisos desvencijados, y nadie dispuesto a estudiarlos. El mismo cronista don Juan Catalina García López, cuando a principios del siglo pasado visitó la iglesia de este pueblo, no reparó en ellos, y no los dejó anotados en su Inventario Artístico de la provincia. ¿Cómo llegó allí esa colección de cuadros […]