Visité por primera vez este recinto a principios de los años setenta, poco después de morir el autor y ser inaugurado oficialmente el Museo. Volví después con mi amigo José María Ferrer, cuando juntos preparamos el gran libro “Museos de Castilla-La Mancha” en cuya elaboración tanto nos divertimos y nos sirvió para conocer, palmo a palmo, esta Región cuajada de sorpresas. Él fue quien desarrolló el capítulo de este Museo, y a su palabra me remito para contaros lo que allí puede verse El artista Victorio Macho nació en Palencia en 1887, y se le puede encuadrar en el movimiento renovador que rompe con el mediocre panorama de la escultura española de fines del siglo XIX. Fue a partir de 1916, cuando comenzó a ser considerado uno de los valores más destacados de la escultura moderna española. Su forma de hacer se centra en el más puro realismo, austero, de líneas simples y decididas, posicionándose como auténtico heredero de la tradición escultórica castellana, con obras de gran dignidad y serena espiritualidad, con rasgos idealizantes y clara intención simbolista. En la década de 1920 cobra auge su presencia, realizando numerosas exposiciones individuales, acudiendo a certámenes internacionales e implicándose en las corrientes estéticas de formas sintéticas y arquitectónicas. Su etapa de plenitud puede definirse en la década de los 30, con la mala suerte que en ese momento se declara la Guerra Civil, y tras ella el artista, pasa a exiliarse primero en París y luego en Rusia, aunque en cuanto puede se traslada a Hispanoamérica, quedando a vivir en Lima, siendo considerado allí en Perú y en el resto del Continente como un escultor cotizadísimo. Tras su boda con la joven peruana Zoila Barros, regresa a España en 1952 llevando en su equipaje más de quince toneladas de sus más queridas esculturas. Fue este conjunto lo que sirvió para formar el núcleo de su colección particular que posteriormente él donó al pueblo español, y con lo que se montaría este Museo. A su vuelta a la tierra natal, dedicó sus primeros meses a recorrer diferentes lugares de Castilla y a construir su casa en Toledo, donde ya había vivido temporalmente. Su última obra fue el busto de Raúl Porras, falleciendo en su casa toledana el 13 de julio de 1966, y siendo enterrado a los pies de una de sus esculturas más colosales: el Cristo del Otero, en su Palencia natal. […]