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la españa de cela

Cela y España

Nos llega a las manos un nuevo libro de Francisco García Marquina. Esto es ya una buena noticia, por sí misma. Porque la veteranía y pulcritud del escritor madrileño ha ido decantando hacia caminos de perfección y asombro. Lo que suma interés a la noticia es que ese nuevo libro trata de Cela, y aún se alza el mérito, y el interés, al saber que el análisis que en él hace es el de “Cela y España” como un emparejamiento obligado. Cela en Guadalajara Todos sabemos, a estas alturas, del gran cariño que el gallego Camilo José Cela tuvo a la tierra (los pueblos, las comarcas, la provincia entera…) de Guadalajara. Lo demostró muchas veces, con sus viajes, sus residencias, sus escritos en prensa, en libros, en conferencias… Al menos en tres lugares tuvo casa y vivió largas temporadas nuestro autor. Primero en Caspueñas, en el “Molino de las Truchas” en el que su amigo García Marquina le prestó cobijo en épocas difíciles. Segundo en El Clavín, en un chalet que le alquiló un alcarreño amigo mío, y en el que hasta una noche me invitó a cenar, para celebrar el cumpleaños de su por entonces esposa Marina Castaño. Y tercero en la casa / finca de “El Espinar” inserta en el conjunto residencial “El Cañal”, que fue antiguo pueblo reconvertido en finca de los Cienfuegos a finales del siglo XIX. Se pateó la provincia entera, especialmente la Alcarria, a través de un itinerario que por ya conocido no entro a describir. De ese recorrido, hecho a trechos, y en ocasiones varias, nació luego, en 1948 (hace ahora 70 de su primera edición en formato libro) la obra “Viaje a la Alcarria” que alcanzaría –pasados los años- los 10 millones de ejemplares editados… que ya es decir. Recorrió de nuevo aquellos pueblos, bastante cambiados ya, en 1973, cuando se cumplían los 25 del nacimiento de la obra. Y en ese periplo tuve la fortuna de acompañarle, según he contado en otros lugares. Aún más tarde, en 1986, volvió a recorrerla, esta vez con el amparo de la parafernalia mediática, en Rolls Roice y con choferesa negra, más algún escarceo en globo y un multitudinario yantar en Caspueñas. Pero de Guadalajara hubo de marcharse, no por voluntad propia, que bien claro lo dijo, sino por el imperio de la voluntad femenina, la de su mujer entonces, doña Marina, a quien tanto […]