Aunque en días como hoy el ambiente está cargado de política y fútbol (en Madrid, además, de toros) y muchos están planeando su escapada de fin de semana aprovechando el buen tiempo, creo que es este momento para recordar cómo en este año 2015 tendremos la oportunidad de recordar a dos paisanos que en este año pasaron por el severo trance: uno de ellos, Alvar Gómez de Castro, por nacer en 1515. Y el otro, más veterano, el segundo conde de Tendilla, por morir en las mismas fechas. Fue el año, también, del nacimiento de Santa Teresa, y eso supone que la fecha redonda del 1515, ahora justamente hace cinco siglos, España se movió un poco. Alvar Gómez de Castro Castellano de Santa Olalla, en Toledo, don Alvar Gómez de Castro fue un personaje que a lo largo de su vida dejó larga huella en Guadalajara. Por eso deberíamos considerarlo en esta ocasión como un referente al que aplaudir, en el momento en que se cumplen los cinco siglos de su nacimiento. Aunque de familia de judeoconversos, su tesón vital le alcanzó altos puestos en la confianza de magnates, poderosos y aún en la misma Corte. Recopilador de la obra de San Isidoro de Sevilla, tras sus estudios en el Colegio de San Ildefonso de Toledo, alcanzó la cátedra de Griego en la Universidad de Alcalá, en la que fue tenido siempre como un puntal del humanismo que en ella se fraguó. Él, sin embargo, siempre guardó una admiración sin límites a la figura del fundador de esta Escuela de Sabiduría, don Francisco Ximénez de Cisneros, muerto cuando nuestro autor solo contaba dos añitos de edad. Conocido en los cenáculos renacenistas como “el eulaliense”, tiró más hacia el Henares que hacia el Tajo, y así descolló con luz propia en la ciudad de Alcalá, en la que fue profesor, consejero y respetado erudito, al tiempo que los duques del Infantado, especialmente el cuarto, don Iñigo López de Mendoza, creador de su corte humanista a la que ya entonces se le dio el nombre de “Atenas Alcarreña”, le tuvieron por maestro y referente en todo lo que fuera cultura libresca y sabiduría clásica. El académico Francisco de Borja San Román, que publicó en 1928 el testamento de Alvar Gómez, decía de él: “De los humanistas españoles del siglo XVI es, acaso, Alvar Gómez de Castro, sino de los más olvidados, sí […]
iñigo lopez de mendoza
El arte en la vida del Marqués de Santillana
A lo largo de la semana que viene, tengo el honroso compromiso de dar dos conferencias en nuestra ciudad. La primera, el martes 18, en el nuevo Archivo Histórico Provincial, sobre el tema “El Greco y Guadalajara”. La segunda, al día siguiente, el miércoles 19, en la Biblioteca Pública Provincial del palacio de Dávalos, sobre la figura de Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, inaugurando un ciclo sobre personajes literarios de nuestra tierra. A mis lectores habituales invito especialmente a estos actos, en los que espero que junto aprendamos nuevas cosas. Ahora quiero recordar uns parte, no la menos importante, de la vida y actitud ante ella del marqués de Santillana. Si su peripecia vital la divide entre las dificultades de mantener vivo su patrimonio, de forjar y continuar un puesto en la política castellana, de hacer la Guerra con el debido decoro, y de servir de introductor en la vertiente literaria al Renacimiento que, como amor a lo antiguo, llega desde Italia, al final está, aunque no es lo último, su querencia por el arte, manifestada en una serie de vertientes que quiero recordar ahora. El Arte como decorado Durante la Baja Edad Media, la actitud frente al arte es muy diferente a la que siglos después, y por supuesto actualmente, se ha tenido. En una síntesis de urgencia, podrían esbozarse cuatro cultos que se quieren rendir con la producción artística: el culto a la personalidad, que viene a cuajar en retratos, escudos heráldicos y detalles alusivos a personajes concretos; el culto a la muerte, que se refleja en enterramientos de diverso tipo; el culto a la fama, con elevación de palacios y profusa decoración en elementos muebles de todo tipo, y el culto a la piedad religiosa, que se concreta en la construcción de iglesias, altares, etc. Para todos estos cultos, tiene el marqués de Santillana su idea concreta, y quizás sin proponérselo, elabora una serie de obras de arte que van a servir de decorado a su magnificencia, y expresarán con mayor insistencia, su significado vital La personalidad El culto a la personalidad lo desarrolló en el retrato que mandó hacer, de sí y de su mujer Catalina Figueroa, en el retablo del Hospital de Buitrago. Cuidó de encargar ese trabajo a uno de los más exquisitos artistas del momento: el maestro Jorge Inglés, quien supo dar no solo el detalle fiel de unos ropajes, […]