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Lecturas de Patrimonio: Los canecillos de Santa Catalina en Hinojosa

Hinojosa Tartanedo Ermita de Santa Catalina Canecillo

Al arte románico se llega por múltiples caminos: ver los detalles más pequeños de sus edificios también supone un cozo y un aprendizaje. Los canecillos de Santa Catalina son un camino que llevan al espíritu de la Edad Media.

Hinojosa, imágenes para el recuerdo

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Una tarde en Hinojosa, en la presentación del libro de Benito García Martínez, «Hinojosa, imágenes para el recuerdo», sirve para evocar cosas y gentes de la historia de este pueblo del Señorío de Molina.

Cumbres y horizontes de Guadalajara

las 100 cumbres mas prominentes de guadalajara

Un libro que nos muestra las 100 cumbres más prominentes de Guadalajara, los cien sitios a los que poder subir y contemplar el paisaje del entorno. Con mapas, QR y todo tipo de datos.

La Cabeza del Cid, sobre Hinojosa

He conocido estos días la publicación del estudio que en su día hicieron los arqueólogos María Luisa Cerdeño y Emilio Gamo en el alto de “La Cabeza del Cid” en Hinojosa, y que fue publicado en el volumen 27 (1) de Complutum, en las páginas 169-184, en 2016, bajo el título de “Estudio preliminar del campamento romano de La Cabeza del Cid en Hinojosa”. Como todo lo relacionado con la arqueología y la historia antigua de nuestra tierra, solo ha tenido repercusión en la media docena de personas atentas e interesadas en estos temas. Pero creo que la cuestión tiene mayor dimensión. Por eso la comento aquí. Hace ya unos cuantos años, en compañía de algunos amigos molineses, subí al cerro de la Cabeza del Cid (yo entonces creía que lo llamaban “el Cabezo del Cid”, pero viene a ser lo mismo). Sabíamos que el lugar, en una orgullosa meseta que se alza cien metros por encima del altiplano molinés del Campo, había tenido habitación primitiva. La estructura del cerro lo pregonaba abiertamente: en ese alto (del que en su costado suroccidental mana la “Fuente del Cid”) se colocaron los celtíberos como uno de sus bastiones principales. Un fuerte oppidum dio cobijo a una amplia población de agricultores y guerreros, desde el siglo VI antes de Cristo. Y su allí estaba el castro, en lo alto, la necrópolis no andaría lejos. Todavía no se ha hallado, pero debe estar cerca. Desde hace siglos se sabe que en la meseta había muchas piezas de gran interés arqueológico. Hoy los arqueólogos investigadores han encontrado ya muy poco. Lo realmente valioso se lo han ido llevando curiosos y aficionados, desde hace siglos. Como ejemplo (y estas frases ya las he utilizado anteriormente en algún otro escrito) cabe reproducir lo que don Diego Sánchez de Portocarrero, regidor e historiador molinés a comienzos del siglo XVII, escribió en su “Historia del Señorío de Molina”: “Se descubren (en el término de Hinojosa) cada día notables antiguallasdel tiempo de romanos u aún más antiguas, monedas y otros rastros, más frecuentes que en otros puntosde esta provincia. Del mismo Cid es notable memoria el cerro en cuya falda está este pueblo y se llama hoy Cabeza del Cid, con tradición constante de que estuvo allí fortificado largo tiempo contra Labros, a quien sojuzga esta eminencia, que es áspera y enriscada por todas partes, formando arriba planos grandes, bastante para un moderado trozo de ejército, donde hay señas de cerca, y algunos creen muralla, y más parece trincheras con cava, formadas de piedra, tierra y fagina, que ciñe casi todo el plano donde debiófortificarse por algún tiempo el Cid […]

El Señorío de Molina, esencia de Guadalajara

En el libro “100 Propuestas Esenciales para conocer Guadalajara” que acaba de ser presentado (y aplaudido por muchos) aparece la densa presencia del Señorío de Molina a través de muchos de sus espacios, personajes, fiestas y elementos a considerar. Son una llamada generosa para que acudan más viajeros a sus caminos. Entre las 100 propuestas esenciales para conocer Guadalajara no podían faltar edificios, espacios, paisajes y fiestas del Señorío de Molina. Unos han sido escritos por mi pluma, y a continuación los pongo, porque quiero que sirvan de reclamo para visitar esa alta tierra. Otros han sido escritos por otras manos, más sabias sin duda que las mías, y que merecen destacarse, porque también sus propuestas son acertadas, merecedoras de una visita, esenciales, en suma. Las Casas Grandes molinesas A lo largo y ancho del territorio del Señorío de Molina, existe una serie de elementos arquitectónicos que deben considerarse como muy singulares de su territorio, y que en ninguna otra parte de la región castellano‑manchega se encuentran. Se trata de lo que podríamos denominar las casonas molinesas, o casas grandes, como también se las llama popularmente, edificios que destinados a diferentes menesteres, tienen en común su estampa recia, sus bien tallados muros, sus portalones generalmente rematados con escudos heráldicos, sus patios adosados, sus escaleras amplias y una serie de características que les dan un rango de preeminencia sobre el resto de las edificaciones del entorno urbano o rural en que aparecen. Estas casonas están construidas generalmente en los siglos XVII y XVIII, aunque las hay mucho más antiguas, expresión de otros modos de vida, más guerreros, de la Edad Media, frente a los residenciales de los tiempos modernos. Su estructura deriva claramente de las grandes casonas urbanas y fincas de labor del país vasco‑navarro. Ello se debe al hecho de haber llegado hasta el Señorío molinés, desde el siglo XVI en adelante, muchos inmi­grantes norteños, algunos de los cuales, una vez acaudalados agricultores o ganaderos, y con la prosapia de sangre que las gentes de la España verde suelen traer en sus arcas, pusieron la representación de su jerarquía, de su riqueza y de su linaje en forma de permanente arquitectura. De las varias docenas de casas grandes que podemos admirar en Molina, es destacable la abundancia de las mismas en la propia capital del Señorío, y en su franja septentrional, especialmente en las sesmas del Campo y del Pedregal, […]