Los Escritos de Herrera Casado Rotating Header Image

estriegana

Campos de Castilla, desde Medinaceli a Anguita

El próximo miércoles día 12 de febrero, y en un conocido Centro Cultural de Madrid (el Auditorio Axa, en el Camino de la Fuente de la Mora), se va a presentar un libro que tiene mucho que ver con Guadalajara y sus territorios más norteños, concretamente los pueblos y paisajes de la serranía del Ducado, aquellos por los que hace novecientos años cruzó el Cid Campeador y sus mesnadas, dejando en su Cantar los nombres sonoros que aún nos llegan: Medinaceli, Anguita, Abengalbón, el Campo Taranz, y el viento frío que se corta en las ramas de las sabinas. El título de la obra lleva en sí un mensaje de leyenda propiciatoria: “El beso del Moro Abengalbón” nos llama a descubrir quien fuera aquel personaje y con qué objeto y a quien dio un beso. En cuatro líneas puede contestarse esa pregunta, porque el moro Abengalbón fue el reyezuelo de la taifa de Molina que la gobernó en los años en que Rodrigo Díaz de Vivar anduvo cruzando España desde Burgos a Valencia, y porque a los andalusíes de entonces (y creo que aún ahora) dar un beso en el hombro de alguien suponía la demostración de un apoyo y una amistad bastante firme. Las tierras frías que median entre Medinaceli y Sigüenza, allí por donde pasaba el tren que se metía, sonoro y traqueteante, bajo la sierra por el túnel de Horna apareciendo en Torralba, son lugares que siempre han propiciado la literatura más sensible. Si por un lado el Cantar del Mío Cid acude a ellos para situar los momentos más densos del pensar castellano, es en el siglo XX don José Ortega y Gasset quien se aventura por ellos, a lomos de una mula, y descubre también la metafísica de nuestro país, brotando de los solemnes horizontes, de los abrigados recueros, de las aldeas de doble puerta y templo enorme para los cuatro viejos que allí habitan. En ese viaje iniciático, ilusionado, en pos de un amor que solo se nutre de un destello, el protagonista pasa por los caminos silenciosos y va cruzando el arroyo de la Fuentecilla, o los regatos del Parral y Vallehermoso a la derecha del Henares. Tras pasar por Alcuneza, llega a Sigüenza donde se enfrenta, de un lado, a la enormidad de su conjunto urbano, a la catedral y su germen, el Doncel don Martín Vázquez de Arce, y de otro […]