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Charlando de literatura por la Calle Mayor de Guadalajara

Hace tan solo unos días me encontraba, por la calle mayor de nuestra ciudad, que es donde habitualmente pasea nuestro personaje, con Juan Pablo Mañueco Martínez, un escritor que no baja ya de los sesenta, y que tiene en su haber una larga lista de títulos, de pruebas y emociones. Una cosa me ha impresionado de él, aparte de su enciclopédico saber sobre Literatura, y su sereno análisis de la realidad: que en solamente en el último año ha publicado más de una docena de libros, lo cual da idea de su dimensión productiva, de su cualidad literaria y avasalladora. Esta es la conversación que nos hemos traido, andando entre San Ginés y Santa Clara…   A.H. – A lo largo del año 2016 has escrito muchos libros, la mayor parte publicados. ¿Nos puedes decir sus títulos?   J.P.M. – De memoria, no. Han sido muchos realmente. Por otra parte, una cosa son los libros escritos y otra son los publicados. En realidad, los seis últimos aparecidos en librerías en abril de 2017, fueron escritos también en 2016.   A.H. – ¿Te refieres a “Cantil de Cantos. Poemas Ejemplares”, que efectivamente son seis libros independientes, aunque agrupados en una colección por tener puntos en común? J.P.M. – Sí, a “Cantil de Cantos”, del que han aparecido seis tomos de una tacada, cada uno con poemas compuestos en una estrofa métrica distinta y no existente antes… Por eso los he llamado también “Poemas Ejemplares”, porque contienen “ejemplos” de ritmos, sonoridades y estrofas nuevas, a través de unos mil versos cada libro, en poemas inéditos.   Pero la totalidad de la serie serán doce “Cantiles”, ya escritos todos. La siguiente y última tanda de seis saldrá publicada en una segunda hornada…   A.H. – Seis libros o doce libros son bastantes para un año. Y tú los has preparado en tres meses.   J.P.M. – Tampoco es así. En enero me ocupé de dar salida a la novela y estudio literario “La sombra del sol”, que fue escrito en tres semanas, aunque tiene 350 páginas. Ésta es la obra de la que me encuentro más satisfecho de toda mi bibliografía.   A.H. – ¿Tanto como para considerarla la mejor novela de tu vida?   J.P.M. – Sí, con toda claridad.   A.H. – En ella transformas a Cervantes en personaje de novela   J.P.M. – Eso es. Junto a personas más sorprendentes […]

Criado de Val en el recuerdo

Acaba de dejarnos, aunque siempre seguirá con nosotros su recuerdo, don Manuel Criado de Val, el profesor que dio vida a la Alcarria por muchos de sus costados. Una verdadera figura clave de la cultura en Guadalajara durante el siglo XX, unánimemente reconocida, pálpito de Hita, generoso caminante de sus caminos, vocero de Cervantes, santiguador de los espacios carmelitas, estudioso de las letras, de los letrados, y de las estanterías donde sus recuerdos se guardan. Cuando tantas figuras de relumbrón se nos cuelan hoy en día, y tantas noticias de ultimísima hora se suben a titulares, no aguantando en ellos más que esa ultimísima hora, porque no dan para más, la actividad del profesor Criado de Val ha supuesto un podio desde cuya altura hoy nos mira, siempre comprensivo, amigable, dispuesto a darnos su razón y su conocimiento. Fue un maestro, en el más amplio sentido de la palabra. A los 97 largos años, ha fallecido en Madrid, donde también había nacido, el profesor don Manuel Criado de Val, ligado a la Alcarria por muchas razones. La primera de todas, porque de ahí le venía la sangre, ya que su padre era natural de Rebollosa de Hita, balconada sobre el Henares desde la que él, aún muy pequeño, descubrió el mundo de las coplas y los juglares, de los canónigos recitadores y los caballeros empeñados. Pero Criado era, con el corazón, y con la pluma, alcarreño de pura cepa. En la Alcarria de Sopetrán quiso tener su casa, y allí la puso, entrañable, minúscula, oronda de antiguas piezas y de miles de libros, en el “molino de Sopetrán” al que se quedó pegada su memoria y allí seguirá, hagan con él lo que hagan. Porque el molino de junto al monasterio, perdido entre la hojarasca, ajeno a todo, guardará el eco de sus palabras, de sus amistades, de sus reuniones sencillas en las que con tantas gentes del ancho mundo quiso rodearse. Muchas razones para el aplauso En este momento de su muerte, regresa Criado de Val a estas páginas por algunos señalados hitos en su actividad reciente y por muchas razones que se han ido acumulando en los últimos años y que, incomprensiblemente, no han gozado del merecido comentario en la prensa provincial, ni en los mentideros de lo cultural, a pesar de su dimensión objetiva. La primera de ellas es que el Ayuntamiento de Hita, hace escasos años, […]

El Centro Cervantino de El Toboso

Puede el viajero que se acerca a El Toboso asociar su previa evocación con muchas cosas: la blancura de sus casas, la eminente llanura donde asienta, el sol vigoroso de su horizonte, y la sin par figura de aquella aldeana imaginada en la mente prolífera del por Cervantes imaginado y manchego Don Quijote. De todo ello tendrá cumplida satisfacción mientras en El Toboso permanezca. Porque el andar por sus calles le dará la dimensión segura de todos los grados de la blancura arquitectónica. La visión del pueblo en la distancia se fijará en el alma como típica ciudad del ensueño manchego. Y hasta la casa, que nació que ni pintada para ser albergue de castas doncellas, de Dulcinea traerá el recuerdo y la melancolía. Pero después de andar los amplios espacios de la villa, admirar esa plaza ancha y lucida donde caballero y dama en sendas férreas esculturas se asoman, ver la gran iglesia parroquial de San Antonio Abad y, por supuesto, evocar a Dulcinea entre los enormes trastos de antiguos trajines vitivinícolas, deberá penetrar en otro de los lugares que El Toboso tiene reservados para la admiración y el pasmo de los viajeros: el «Centro Cervantino». Junto al Ayuntamiento, frente a la iglesia, en un caserón enorme y tradicional que es utilizado como Casa de la Cultura, la planta baja se dedica a «Centro Cervantino» en el que hace de protagonista el libro más universal de los que en España han surgido. Allí está el «Museo de los Quijotes» que, refundado y puesto como hoy se ve, abrió sus puertas en 1983. Es este, ya, otro de los elementos que hacen a El Toboso meca perfecta de un viaje con ingredientes de sazonada cultura. Porque tras la fachada sobria y pétrea, bajo el metálico escudo heráldico del municipio en el que la corza escoltada del laurel y acolada de la cruz de Santiago parece desear la paz a quienes entran, se esconde un mundo mágico de libros, de estampas, de historias y curiosidades que entregan al visitante la seguridad de encontrarse en un sitio único en el mundo, en un verdadero santuario de la sabiduría y el regocijo. Interior del Centro Cervantino Por breves escaleras en escorzo se baja a la sala principal. En ella, la vieja mesa en que Cervantes bien pudo posar sus manos finas, y en ella tomar la pluma que apoyada en el tintero seco […]