Ejercicios saludables para refrescar la memoria. Visitas pausadas en ciudades que nos llaman. Un paso tras otro, fijándose bien donde se pone el pie, donde los pasos nos llevan. A través de qué sitios. Hemos subido la calle mayor de Sigüenza, y nada más admirar la portada de Santiago nos vamos a la derecha, por la Travesaña Alta, y enseguida se nos abre, también a manderecha, la plaza de San Vicente. Serena, callada, y presidida por un hermoso edificio medieval. Es el que llamaron, durante siglos, “palacio de los Bédmar” pero que ahora conocemos por la “Casa del Doncel”. Y veréis por qué. Se construyó en el siglo XV, sobre otro viejísimo edificio del XII, esta casona acastillada (fijáos que lleva almenas en lo alto de su fachada). La pusieron escudos sus dueños, que eran los del linaje de Arce: los Vázquez de Arce, emparentados con los de Sosa, portugueses. En el último cuarto del siglo XV, en los años que sintieron el político quehacer de los Reyes Isabel y Fernando, sus dueños le dieron forma y contenido. Era el señor de la casa don Fernando de Arce que casó con doña Catalina de Sosa, y tuvieron por hijos a Martín, a Fernando y a Mencía. Aunque pocas veces habitaron el edificio, sí que estaban orgullosos de él, y aún los sucesores lo cuidaron y ampliaron en el siglo XVI. De toda la estirpe, el más famoso llegó a ser don Martín, Vázquez de Arce, y Sosa, a quien mataron los moros en la Vega de Granada, en el verano de 1486, y a quien sus padres lo trajeron a enterrar en su capilla de la catedral. Allí talló alguien, después, una estatua representando al muchacho, tendido, lector primero y luego meditando, y desde hace muchos años todos cuantos le ven, dicen de él: “Ese es el Doncel, el de Sigüenza, que mataron los moros en la vega de Granada, cuando solo había cumplido veinticinco años”. Durante años fue residencia de unos y otros, pasó la propiedad de mano en mano, y vino a caer, a finales del siglo XX, en las de la Fundación “Ciudad de Sigüenza”, y de ellas a la Universidad de Alcalá, que lo restauró y acondicionó como espacio cultural. La fachada nos muestra una casa-torre, con un paramento de piedra sillar, en el que se abre, a la calle, un gran portón adovelado, con escudos […]