El Libro de Buen Amor

Este es un libro universal, y eterno: de lo mejor de la literatura castellana de todos los tiempos. Su autor,Juan Ruiz, un clérigo que vivió en el siglo XIV, por el valle del Henares y el Tajo, entre Guadalajara y Alcalá, Hita y Mohernando, Toledo y Talavera. Uno de los nuestros. Se movió mucho, siempre a pie, o en borrico. Subió a los puertos de la sierra, pasó frío, cantó y bailó siempre que pudo, comió bien siempre, y de vez en cuando se sentaba a escribir poemas, que trataban de loar a la Virgen, cantar a la buena vida y advertir de los peligros (y las oportunidades) que daba la vida disipada.

Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita

Es la única obra conocida de este autor, y de ella nos han llegado tres códices completos, especialmente notable el de la Universidad de Salamanca, en el que se basan las ediciones modernas. Ya el marqués de Santillana le conoció, y le llamaba “el Libro del Arcipreste”, pero fue en 1898 que Ramón Menéndez Pidal le dió el nombre con que hoy se le conoce. Está redactado entre 1330 y 1343, y se imprimió por primera vez en 1790, por Tomás Antonio Sánchez, con el título de “Poesías”.

El Libro de Buen Amor de este arcipreste castellano está escrito a lo largo de una vida, en diferentes épocas, lugares y momentos de inspiración. No encaja con claridad en una corriente literaria medieval, creando por sí mismo una nueva fórmula: el compendio de temas, de géneros, y síntesis de todo lo hecho hasta entonces, Con fuerza argumental y descriptiva, el autor se pone, en primera persona, como sujeto activo, y pasivo, de amores varios. El protagonista, es un clérigo, un arcipreste, y se muestra como un persistente y tenaz amante, que una y otra vez trata de alcanzar la plenitud del amor, aunque, consciente de sus peligros y contradicciones, no logra sino cosechar un fracaso tras otro. 

Composiciones líricas se derraman por el texto, como una lluvia mansa de sorpresas. Unas son de carácter religioso, otras profano. Algunas son de inspiración devota, como los Gozos y  Cánticas de loores de Santa María, al comienzo y el final del libro, o las coplas a la Pasión de Cristo, ofrecidas a la Virgen en Santa María del Vado, expresando un real sentimiento religioso: “A ti, noble Señora, Madre de piedat, / luz luziente del mundo, del çielo claridat…”

Las estrofas profanas podrían ser representadas por la «troba cazurra» a la panadera Cruz, las cánticas de serrana y los cantares de escolares y de ciegos. La parodia campa por todo el libro, lo mismo que el deseo de provocar, de suscitar controversia. Nos ha quedado la constancia de “El Libro de Buen Amor”, pero carecemos de las opiniones de la gente de entonces sobre él ¿Qué opinarían de Juan Ruiz, de su libro, los coetáneos? ¿Qué los reyes, los obispos, los profesores, los caballeros? No lo sabemos, pero la polémica surgió, eso es seguro. Aunque, como sabemos, era muy poca gente la que leía: el pueblo en general estaba a expensas de que juglares y ciegos por las plazas de los pueblos les cantaran/contaran lo que Juan Ruiz había escrito.

Siempre me ha parecido esta que presento aquí, la mejor de sus ediciones. La que hizo en 1968 la editorial Marte, de Barcelona, ilustrada por Oscar Estruga, e impresa en dos tomos de buen papel juntos en una caja. Su limpio texto y sus sorpredente ilustraciones, me dan pie para presentar aquí, este “Libro de Buen Amor”, como uno de los más significativos libros que tienen a la Alcarria por protagonista.

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