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Wad-Al-Hayara

Revista de Estudios de Guadalajara. Editada por la Excmª Diputación Provincial de Guadalajara. Fundada en 1974 por J.A. Suárez de Puga y Antonio Herrera Casado.

La ruta de los puentes del Tajo

Diez años hace ahora que Juan José Bermejo Millano, escritor y viajero, presentó en la Casa de Guadalajara su libro sobre los puentes de Guadalajara, un itinerario inédito, plural y sabroso. El paso sobre los ríos de nuestra tierra (Jarama, Henares, Tajuña, Tajo…) a lomos de unos puentes viejos, orondos y amables. Este es el recuerdo del libro, del escritor, y de sus viajes. Tajo abajo Nace el río Tajo, el más largo de los de España, entre la muela de San Juan (1.830 metros) y el cerro de San Felipe (1.839 metros), en los Montes Universales, en la provincia de Teruel. El lugar exacto del nacimiento, que está señalado por un monumento sencillo pero interesante, es la Fuente García, a unos 1.600 metros de altitud, y en pocos kilómetros y por fuertes pendientes baja a los 1.140 metros. Inmediatamente penetra en la provincia de Guadalajara, o va haciendo de frontera entre esta y la de Cuenca. Desde ese momento, el río al que denominan en un espacio de más de 100 Kilómetros Alto Tajo, y que está incluido en un espacio bien delimitado y protegido con categoría de Parque Natural, nos ofrece un espectacular entorno paisajístico. A su paso por los pueblos de la provincia, sobre el Tajo vemos los puentes del Martinete, cercano a Peralejos de las Truchas, y de Poveda, en el término de este pueblo. Son puentes modernos, que han sustituido recientemente, con estructuras la mar de modernas, a los antiguos pasos que siempre andaban renqueantes y viniéndose abajo con las riadas. Lo usaron, en las guerras, todos los ejércitos, y en las paces, los aldeanos de aquellas tierras altas e inhóspitas. Otro de los primeros puentes, y este se visita más porque en el verano son miles de turistas los que le atraviesan, es el de San Pedro, en término de Zaorejas, donde el Tajo recibe por su derecha las aguas del río Gallo que viene desde la altura y profundidad del Señorío de Molina. El puente de la Tagüenza El viajero tiene que descubrir, a base de andar caminos (porque ninguna carretera accede a él con coche) el “puente de Tagüenza”, uno de los más espectaculares de la provincia. Hay que bajar a pie, bien desde Huertahernando, lo cual es relativamente fácil y cómodo, aunque más largo, bien desde Huertapelayo, más corto pero más difícil. Siempre fue muy utilizado porque ponía en comunicación a […]

Lecturas de Patrimonio: Monasterios (IV) El monasterio de Buenafuente del Sistal

Hoy en Europa es un tópico medir la antigüedad y prosapia de los lugares en función de la existencia en ellos de monasterios viejos, de aquellas instituciones fundadas por los benedictinos, los cistercienses, incluso los templarios, en la remota Edad Media. Y muy pocos lugares pueden alzarse, en verdad, con orígenes tan antiguos y relevantes. En la provincia de Guadalajara hubo bastantes cenobios benitos y bernardos, pero de la mayoría solo queda el recuerdo o los datos documentales. De otros quedan aún las venerables ruinas, aisladas en medio de los campos. Y hay uno sólo que pueda con orgullo decir que mantiene, vivo, su monasterio cisterciense desde su fundación en la Edad Media. Este es el de Buenafuente del Sistal, en Villar de Cobeta. Es este el único monasterio cisterciense que queda vivo en la provincia de Guadalajara. De origen remotísimo, está como perdido en casi inaccesibles alturas boscosas del Alto Tajo. Fue en su origen de canónigos regulares de San Agustín. Muy poco después de ser reconquistada la región a los árabes, concretamente en la cuarta decena del siglo XII, ya se pusieron las miras del monarca castellano Alfonso VII en la raya del Tajo, para afirmarla por suya no sólo con castillos, sino también con monasterios. Mitad canónigos, mitad guerreros, recibieron terrenos en diversos lugares de la orilla derecha del río Tajo, y allí pusieron pequeños puestos (vigilancia y oración), de los que sólo este de Buenafuente llegaría a cuajar en auténtico monasterio. Los otros, Alcallech, Grudes y el Campillo, nunca pasaron de pequeñas casas con huerta. La primera fundación es de 1176, con su primer documento conservado. Y años después, en 1234, el arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximénez de Rada se lo compró; y de ahí se sucedieron rápidos los cambios que lo pusieron en manos del Císter. En 1242, el mismo arzobispo lo cedió a doña Berenguela, hija de Alfonso VIII y madre de Fernando III, con la condición de que pusiera allí un monasterio de monjas de la advocación de la Santísima Virgen. Doña Berenguela se lo cedió a su hijo don Alonso, a la sazón señor de Molina por haber casado (tras la concordia de Zafra) con doña Mafalda, hija del Conde don Gonzalo Pérez de Lara, y es este infante don Alonso, el de Molina, quien al año siguiente, en 1243, se lo vende por 4.000 maravedís alfonsíes a su suegra doña […]

Despoblados de la Sierra

Mañana sábado va a celebrarse, esta vez en Condemios de Arriba, un nuevo “Día de la Sierra”, que completará la docena de los celebrados. Un día de afirmación, de reivindicación, y de amistades. Un día de elaborar proyectos, de confirmar necesidades y de cantar y bailar todos juntos. Este año, con una pesada losa que se cierne, más aún, sobre todos: la de la despoblación. Mañana sábado tenemos una cita en Condemios de Arriba. Será sede del XII Día de la Serranía, y en la mañana se centrarán los actos con el pregón que este año correrá a cargo de la periodista Raquel Gamo Pascual, y la entrega del galardón “Serrano del Año” que en esta ocasión ha correspondido a don Agustín González, sacerdote de Atienza, mientras que los actos culturales se centrarán en una Exposición de fotografías con imágenes de pueblos abandonados, despoblados y desaparecidos del área serrana, así como una charla de José Antonio Ranz Yubero, autor del libro recientemente editado “Despoblados de la provincia de Guadalajara”, sobre ese mismo tema. La llegada a Condemios puede hacerse, desde Guadalajara, por Cogolludo y luego serranía arriba por Arroyo de Fraguas y Valdepinillos para bajar a Galve y Condemios, o por Tórtola/Hita/Jadraque para llegar a Atienza y desde allí hasta Condemios. Está relativamente lejos, pero es como todo en la Sierra: si te lo propones, está ahí mismo. El quid está en proponérselo. Despoblamiento y abandono En 1992 los arquitectos Tomás Nieto Taberné y Miguel Angel Embid García, publicaron un libro titulado “Matallana”, que recibió la Distinción de Honor del Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla-La Mancha delegación de Guadalajara. Un libro muy raro de encontrar hoy, grande y hermoso, ilustrado y limpio, clarividente. Un libro que, supongo (que para eso están) podrán mis lectores consultar en cualquiera de las bibliotecas municipales de la provincia de Guadalajara. Tiene este libro muchas cosas dentro. Es un mundo (de información, de hallazgos, de denuncias y de imágenes) sonoro y declaradamente valiente. Porque en ese año (1992) se dejaba ya muy claro el grave peligro que se cernía sobre nuestra tierra. Y que no era la emigración, el despoblamiento, la ruina económica: era más duro aún, porque denunciaba el abandono: nadie se hacía cargo de lo que estaba pasando. Pasaba, sin más. En este libro hay fotografías de edificios de Matallana, de ruinas, de espacios, una fotografía aérea… también hay planos, alzados, dibujos […]

Viaje a los pueblos que ya no lo son

Desde la Edad Media hasta hoy, se cuentan en nuestra provincia más de 500 lugares las características de pueblos abandonados, despoblados y olvidados. El viajero se ha decidido a poner aquí, en brevedad mayúscula, cinco de ellos. Hay más, muchos más, por descubrir y visitar. Por una vez dejamos las carreteras señaladas en los mapas, renunciamos a visitar los pueblos, sus plazas, sus templos y sus hontanares sonoros, y nos vamos a visitar esa otra Guadalajara inmensa, atónita, y silenciosa, que yace perdida entre los recovecos de la geografía provincial: nos vamos a ver despoblados, lugares donde hubo alguna vez un pueblo, y que tras el ataque de una peste, de una plaga o de una contingencia atmosférica ó social, quedó vacío de habitantes, y empezó a hundirse. Morenglos En los páramos de la tierra atencina, cerca de la villa de Alcolea de las Peñas, se pueden visitar los restos de un antiguo poblado al que hoy todavía se conoce con su primitivo nombre. Es Morenglos. Un lugar impresionante y misterioso, que ofrece en cada ángulo de su breve extensión la oferta de un origen remoto y el misterio de su estructura permite elucubrar sobre sus funciones. El centro del lugar es una roca contundente, caliza, muy firme, que surge aislada sobre un valle alto de erosión. En lo alto de la roca hubo un templo, de construcción medieval sin duda, de estilo románico, del que solo queda en pie la espadaña, pero en la que se adivina el arranque de su triangular remate con los huecos para las campanas. En las piedras de su muro occidental se ven numerosas marcas de cantería. Repartidas sobre la superficie de la roca, aparecen numerosas tumbas talladas en ella, todas de origen medieval, unas grandes, y otras muy pequeñas, de niños, sin duda. Están orientadas, dentro de un indudable rito cristiano. Y lo más curioso aún del despoblado de Morenglos, al que aún nadie ha dado la importancia que el lugar merece, es la suma de cuevas y cavidades artificiales que hay excavadas en la roca que sustenta el conjunto. Esas cuevas, profundas algunas, altas y espaciosas, talladas hace muchos siglos, tuvieron la misión de resguardar de las inclemencias del tiempo a los habitantes iniciales del lugar ¿Fue eremitorio? ¿Lugar de prácticas religiosas, o sagradas? ¿Resguardos de caza, o de pastores? En todo caso, Morenglos es hoy uno de los espacios que más […]

Bernardo de Brihuega, cronista real

Hace muchos siglos, en el remoto XIII de nuestra era, existió un clérigo al que llamaban (sencillo apelativo, señal de que era muy conocido) Bernardo de Brihuega. Este hombre llegó (desde no se sabe dónde, pero muy probablemente desde el burgo alcarreño del que tomó nombre) a la Corte de los monarcas castellanos, que como todo el mundo sabe era itinerante: hoy acá en Ciudad Rodrigo, mañana en Salamanca, después en Arévalo, y así. De lo que hizo, de cómo fue, de lo que escribió y de lo que pensaba este señor, ha quedado poca huella. Pero aún puede darse por contento de que ha quedado algo más de lo que dejó la media de los castellanos en aquel siglo. Que es como decir nada de nada. De Bernardo de Brihuega ha quedado memoria de que escribió una Crónica del Reino. Algo importante, sin duda. Algo que supone su relevancia, cuando vivió, y su proyección en los siglos futuros. Aunque, como ha solido ocurrir en nuestro país, de su obra solo haya quedado el recuerdo (nebuloso, encima) pero ni una letra coherente. Aparte del título. El hallazgo En 1887, un austriaco que andaba indagando bibliotecas por España (Rodolfo Beer), encontró un manuscrito firmado por nuestro paisano, Bernardo de Brihuega, al cual por no encontrar el título dijo tratarse de un compendio titulado “Los cinco libros que compiló Bernardo de Brihuega por orden del Rey don Alfonso el Sabio”, pero que en realidad contenía un acopio de revueltas memorias dedicadas a glosar vidas de santos y mártires. Resultó que ese manuscrito ya estaba recogido por un bibliófilo español, don Nicolás Antonio, quien en su “Bibliotheca vetus” nos dice que en la Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial andaba depositado el “Flores (id est Vitae) Sanctorum Christi Martyrum & Confessorum Hispanice, in Bibliotheca Escuarelensi Lit. F. Plut. I n. 1 atque ítem in Regia Matritensi”, y también en la Biblioteca Real de Madrid. Esta obra, que no era sino una aportación a la gran Crónica de España en la que estaban trabajando varios miembros del gabinete real, aportaba relación de los personajes que en el mundo de la religión, el martirio y la santidad habían existido en España en siglos pasados. Beer hace relación breve del contenido de la obra de Bernardo de Brihuega, y encuentra que la esencia de su Tratado está en la referencia de múltiples […]