Castilla, una historia que regresa

sábado, 23 noviembre 2019 1 Por Herrera Casado
breve historia de castilla

En estos días aparece un libro que va a dar mucho qué hablar (siempre que alguien se lo lea antes, claro está). Es una historia de Castilla, que nace con idea de ser breve y clara, de llegar a todos, y que al final expone circunstancias ancladas en el hoy más cercano, y en la actualidad más rabiosa.

Es la obra mayor de Juan Pablo Mañueco. Un escritor que comparte territorio con nosotros, que vive y anda por Guadalajara, y nada de lo que en ella pasa le es ajeno. Alguna vez he comentado obras suyas, poéticas sobre todo, teatrales, también novelas (de tema histórico, literario, legendario) e incluso hace un par de años apareció por estas páginas con motivo de haber batido uno, o varios, récords, pues en solo el año 2017 llegó a publicar 20 obras diferentes, 20 títulos.

Ahora Mañueco aborda el tema de la historia de Castilla. La nación en que vivimos, la que ha dado vida y engendrado caminos de muchas otras. Y es una obra concienzuda, meticulosa, que añade el valor de ser “breve”, o sea, de ir al grano, sin perderse en lamentos ni en valoraciones.

Porque de lo que se trata es de demostrar, con datos y cifras que Castilla es una sola, (“Castilla entera, y con León comunera” como cantábamos algunos, bastantes, hace unas décadas) y no esta amalgama de regiones, parlamentos, juntas, consejeros y banderolas a las que los intereses de las comunidades periféricas nos han condenado.

Una historia de dos mil años

Quizás sea un poco exagerado, pero Mañueco habla de la Castilla de los iberos, de los celtíberos, de los visigodos y de los bárdulos. De la población aborigen de esta tierra que hoy pisamos, moldeada por la cultura romana, reformada por el ancestralismo europeo, y en fin alzada y argumentada en plena Edad Media como una nación regida de Reyes e Instituciones propias. Con más de mil años de historia documental, de símbolos y de canciones que no hay que inventarse ahora, deprisa y corriendo.

Los castellanos, los que hemos leído (y ahora este libro de Mañueco nos da la posibilidad de releer, o de descubrir lo que ignorábamos) y los que hemos andado sus caminos, mirado sus altos castillos, presenciado sus viejas tradiciones arrieriles, deberíamos conocer mejor nuestra historia. Agudizado el problema desde que la actual Constitución Española de 1978 ha creado un “Estado de las Autonomías”, deprisa y corriendo, sin apenas reflexión y con pocos consensos, para dar su final carta de naturaleza a esa “Triespaña” de la que nos habla Mañueco, y que no es otra que la que formaron, –venían formando ya desde mediados del siglo XIX– las oligarquías y fuerzas económicas de Cataluña, de Madrid y del País Vasco, muy especialmente la población de en torno a la ría de Bilbao.

Castilla durante la transición

Uno de los temas que mejor trata Mañueco en su “Breve Historia de Castilla” es la evolución de nuestra nación desde el franquismo, y especialmente durante la Transición. Superadas esas dos etapas, el resto de lo que fue Castilla, y una vez pisoteada, es lo que hoy vemos, unas “regiones autónomas” de segunda (Castilla-León, Castilla-La Mancha, Cantabria, La Rioja) condenadas al parón económico cuando no a la clara regresión, y en algunas  de sus provincias (Segovia, Soria, Guadalajara, Cuenca…) al sistemático vaciado y aprovechamiento de sus recursos en beneficios de otras regiones inventadas (a ver qué es, si no, Murcia, un apéndice del país valenciano y de la Mancha castellana, que ahora tiene su propio parlamento, consejeros y demás banderas).

Dice Mañueco a este propósito que “Conviene recordar que todo lo que supone y suponía intento de recuperar la identidad castellana, de afirmar su sentido histórico, de pedir unos derechos tradicionales, ha sido mal visto por los gobiernos centralistas y autonomistas desde la instauración de la Democracia”. Yo he sido testigo de los intentos que en esos años, a partir de 1976, se hicieron por recobrar el sentido de la nación castellana, sus instituciones y sus emblemas. Y he visto cómo en Atienza se nos persiguió, por la Guardia Civil, y por órdenes de un Gobernador Civil que obedecía normas de Madrid… En aquellos años (y en estos, aunque ya nadie lo hace) sacar a la calle un pendón castellano se contemplaba como directamente subversivo. Y aún dice nuestro autor: “Las tendencias de rechazo al centralismo ha sido la cuestión corriente desde el inicio de la Transición.  Cinco meses después de la muerte del general Franco, concretamente el domingo 25 de abril de 1976 se convocó la primera concentración de Villalar de los Comuneros, para conmemorar la batalla de Villalar del 23 de abril de 1521 y pedir autonomía para Castilla. La convocatoria fue prohibida por el Gobierno y finalmente fue disuelta por las Fuerzas de Seguridad”.

guadalajara por anton van den wyngaerdet
La castellana ciudad de Guadalajara, dibujada en 1565 por Anton van den Wyngaerdet

Quizás sea de lo más interesante de este libro el relato de la evolución de “lo castellano” durante el siglo XX. Cómo trató este tema la segunda República, como lo trató el Franquismo, y cómo lo ha tratado y lo sigue tratando el estado constitucional surgido del referéndum de 1978, en el que catalanes y vascos aprobaron mayoritariamente una Carta Magna que ahora rechazan. Mañueco expone, con toda suerte de detalles, cifras, datos y argumentos, el castigo que desde la llegada de la democracia ha sufrido la provincia de Guadalajara, que ha sido “desangrada” por el agua, la energía y sus gentes. Vaciada a expensas de otras regiones en crecimiento, (sé de algunas calles de la ciudad de Valencia en las que se concentra más población molinesa que en el propio Señorío de Molina)

De la época de Franco viene a decir que es el momento clave del hundimiento demográfico. Es toda una derrota de Castilla. Porque un país sin gentes… vacío, en declive, deja de existir. Esa es la herencia que del franquismo nos tocó soportar en Castilla, su despoblación sistemática. Había que levantar Cataluña, el País Vasco, había que seguir los dictados del auténtico poder, el de las oligarquías industriales y financieras.

Y después del franquismo, ahora mismo, perder la mirada en problemas creados desde instancias aún más lejanas (somos muchos los que pensamos que el problema catalán está manipulado desde fuera de nuestras fronteras, hay fuerzas internacionales interesadas en debilitar a Europa con estas cuestiones de romanticismo trasnochado). Si no hay Castilla en aras de una España fuerte, tampoco puede haber Cataluña por su cuenta. Y la hay, que el romanticismo de los nacionalismos se extienda a todas las regiones de España… y con ello habremos montado la zarzuela perfecta, en el momento perfecto para que otros nos digan lo que hemos de hacer.

De todos modos, amigos lectores, tranquilidad y buen tino. Y echadle un vistazo al libro de Mañueco, porque hay en él mucha historia cierta, y muchos razonamientos sensatos.