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julio, 2019:

El fraile jerónimo fray José, una gloria seguntina

Vida y Obra de Fray José de SigüenzaLa próxima semana, del lunes 29 julio al jueves 1 agosto, van a celebrarse en Sigüenza sus habituales Jornadas de Estudios Seguntinos, en las que, por celebrarse este año un aniversario relativo al personaje, van a tratar monográficamente sobre Fray José de Sigüenza, el fraile jerónimo que tan buen sabor de boca dejó en la historia de la Literatura Española.

De todos es sabido que la Orden religiosa de San Jerónimo, nació en Guadalajara, muy cerca de su capital, en los bordes de la meseta alcarreña que dan vistas al valle hondo del Matayeguas, por Lupiana. Esta Orden monástica, netamente española, tuvo allí su inicio y “Casa Madre”, extendiéndose por otras tan conocidas como Yuste, Guadalupe y El Escorial, y posteriormente por toda España, y por el conjunto grande de tierras hispánicas sobre América. La Bula del Papa Gregorio XI en 1373 abría un camino que fue muy circulado y provisto de contenidos, durante siglos, hasta la irrupción de la ley de Desamortización impulsada por Mendizábal a inicios del siglo XIX, que acabó con la Orden. Curiosamente, sería luego otro alcarreño, Manuel Sanz Domínguez, quien ya a finales de ese siglo volviera a recuperar y dinamizar esta Orden Jerónima, que hoy cuenta con apenas una decena de individuos en España.

Aparece José Martínez de Espinosa

De entre los numerosos personajes que la Orden Jerónima dio a la historia, cabe destacar uno que podemos esgrimirle como propio de nuestra tierra. Se trata de José Martínez de Espinosa, hijo de un eclesiástico seguntino, y en la Ciudad del Doncel nacido, en 1544. Atraído por la vida religiosa, decidió entrar en religión, cosa que hizo el 17 de junio de 1567, en el monasterio de Santa María del Parral en Segovia, adoptando entonces el nombre (como solían hacer los individuos de la Orden, tomando sobre su nombre el apelativo de su lugar de nacimiento) de fray José de Sigüenza. A partir de entonces, jornadas imparables de estudio, de análisis, de escritura y meditación. Escribió libros de historia (la de su Orden, la de su fundador, la de la construcción y ornato del monasterio de El Escorial), de exégesis apologética, de espiritualidad, de poesía, y en todas las líneas mostró su elegancia y rigor escriturario. Algo que solo se consigue leyendo mucho, analizando, y pensando. Que fueron actividades que fray de José de Sigüenza ejerció sin descanso a lo largo de su vida.

Esa imagen que de él se ha propagado, vestido con su hábito pardiblanco, sentado ante una mesa forrada, con una pluma en la mano, y la obra sujetando el cuaderno en el que escribe, la firmó primero Bartolomé Carducho y luego se universalizó con el grabado que, minucioso, hizo Manuel Salvador Carmona, inserto en la colección de “Retratos de los españoles ilustres” que se dio a imprenta en 1791 y que acompaña a estas líneas. En la mirada está compendiada su biografía. Larga y densa, en su infancia estudió en los centros docentes seguntinos y luego en su Universidad, donde cursó Teología. De allí marchó a Segovia, donde entró en 1566 como novicio, alcanzando el grado de monje profeso un año después. La biografía cabal que de él escribió nuestro Cronista Provincial, don Juan Catalina García López, ha de ser resumida por fuerza del escaso espacio de que dispongo. No obstante, el libro que ahora aparece, debido a los esfuerzos investigadores y el cariño inmenso a su figura, de Antonio Nicolás Ochaita, servirá para ofrecer con detalle esa vida tan interesante.

Fray José de Sigüenza fue no solo teólogo y poeta, sino matemático y músico. Dominaba varias lenguas y alcanzó a ser protegido (por admirado) del rey Felipe II, quien le llevó al monasterio de San Lorenzo de El Escorial, como bibliotecario primero, y luego en funciones de mentor de su decoración, ejerciendo de motor ideológico de la Orden y del centro monástico: de ahí que las pintura de sus bóvedas (coro, biblioteca, hasta detalles de fachada y patios) fueran salidos de la mente de fray José. Desde 1575 hasta su muerte, en 1606, fue eje del Escorial, de cuya comunidad jerónima fue prior en 1603 hasta su muerte. Como es lógico, al haber gozado del apoyo y simpatías del Rey, numerosos enemigos (que en el clero son, por silenciosos, de mayor peligro) le llevaron a ser llamado ante el Tribunal de la Inquisición, que le tuvo una larga temporada en análisis, declaraciones y explicaciones de las que finalmente salió absuelto. Pero aquellos que le acusaron (fray Diego de Yebes, fray Cristóbal de Zafra, entre otros) convivieron luego con él, lo que le agrió el carácter, según su biógrafos.

La figura del fraile jerónimo más conocido en España, crece ante sus biógrafos, y ahora que se cumplen los 475 años de su nacimiento, la Ciudad del Doncel le tributa de nuevo un homenaje, rescata su memoria ante las nuevas generaciones y apoya los estudios sobre su figura. Uno de ellos, el libro que se va a presentar estos días en Sigüenza, y que sin duda es el más completo de los hasta ahora escritos sobre este personaje. Una brevísima explicación sobre esta obra excepcional, firmada por Antonio Nicolás Ochaita, es lo que me sirve para terminar este recuerdo.

Vida y Obra de Fray José de Sigüenza

Esta es la ocasión de anunciar y comentar un libro que en estos días aparece, (que será presentado en estas Jornadas el jueves día 1 de agosto), y que viene a ser el mejor homenaje que se le puede dar, porque en los libros queda compendiada y anotada por los siglos la memoria y la información de la gente.
Antonio Nicolás Ochaita, alcarreño de nacimiento pero seguntino de vocación, presenta la semana que viene en el transcurso de las referidas Jornadas de Estudios Seguntinos su libro “Vida y Obra de Fray José de Sigüenza”. Es un volumen muy bien editado, en tamaño 17 x 24 cms., con 418 páginas, y numerosas ilustraciones, en el que expone el fruto de su trabajo de años: la biografía del fraile jerónimo, la relación analizada y comentada de sus obras (las publicadas y las que quedaron inéditas), su influencia en el desarrollo de la orden jerónima, su importancia clave en la construcción y decoración del monasterio de El Escorial, y (para mi gusto, el mejor de los capítulos) la protección que a los pintores del siglo XVI promovió, desarrollando su obra, y valorando la de otros anteriores…. por ejemplo, el aprecio que desde entonces se le tiene a la obra pictórica de Jerhónimus van Anken, el Bosco, se debe al interés que en el análisis de sus detalles hizo fray José, y cómo le instó a Felipe II a que buscara cuantas obras del flamenco pudiera encontrar, para nutrir su gran colección. Tarea gracias a la cual hoy podemos disfrutar, en el Museo del Prado, del mejor conjunto que en el mundo existe de la obra de este pintor universal.

El libro de Nicolás Ochaita es fundamental en muchos sentidos, pero sobre todo por el ímpetu de totalidad que le embarga: no solo refiere las noticias vitales del fraile, sino lo que él escribe a propósito de cada paso que da en la vida, de lo que otros escriben sobre él, de sus dichos y sentencias, de su visión del mundo (el espiritual y el material). En definitiva, una obra de la que los alcarreños podemos sentirnos orgullosos, porque rescata de manera definitiva a esta singular figura de nuestra historia, al seguntino Fray José, luz de la Orden Jerónima, y una de las plumas más fructíferas y elegantes de la literatura española.

Caminos del Apóstol por la Alcarria

Caminos del Apostol Santiago por la Alcarria

Otra vez vuelve Santiago a ponerse en el Camino, y tras él los peregrinos. Aunque siempre hemos pensado que “el Camino de Santiago” era algo propio de las provincias del norte, de las tierras lluviosas y frescas del Cantábrico y Galicia, resulta que los peregrinos fueron hasta la Tumba del Santo por muchos caminos, desde sus respectivos lugares de vivienda. Y por eso la tierra de Guadalajara ha visto pasar, a lo largo de los tiempos, a los peregrinos hacia Santiago.

La semana que viene celebraremos a Santiago, el apóstol caminante, el guía espiritual de quienes son inquietos y buscan la novedad del paisaje, la curiosidad de los edificios, el intríngulis de las gentes. Por eso tenemos aquí un recuerdo hacia los alcarreños peregrinos que van desde Guadalajara, o desde otras partes periféricas, hasta la Tumba del Apóstol. Uno de ellos, el profesor Jesús Ángel Yela Gómez, ha descrito en un magnífico y reciente libro su camino por la Costa de Portugal, junto al mar, y otro conocido paisano, el doctor Fernando Alvarez de los Heros, nos deleitó el año pasado con el relato y descripción de su viaje hasta Burgos y luego Santiago, desde el Levante español, atravesando entera la provincia de Guadalajara siguiendo el viejo “Camino de la Lana”, un trayecto muy concurrido por el que no solo iban, en tiempos antiguos, los ganados sino también los peregrinos.

Algunos escritores más han examinado y recorrido estos caminos: no podemos olvidar a Angel de Juan-García, que pormenoriza en un libro su trayecto jacobeo a través de la Alcarria, sino los conocidos historiadores Margarita del Olmo y Emilio Cuenca, quienes en un doble volumen que en su día editó “Nueva Alcarria” y que titularon “Los Caminos de Santiago de la provincia de Guadalajara y sus precedentes”. Incluso dos conquenses, Jesús Herminio Pareja Pérez y Vicente Malabia Martínez, en 1999 vieron publicado su librito “La Ruta de la Lana. Guía del Peregrino a Santiago de Compostela” como aportación a esta común y multitudinaria aventura.

La Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Guadalajara, apoyados por la Diputación Provincial, desde hace años ejercen de anfitriones de los peregrinos, y apoyan con iniciativas, charlas y actos diversos la vivencia de esta vía antañona y elemental. Un camino concreto que llevó (y sigue llevando, afortunadamente) a viajeros entusiastas, ruteros y fieles santiaguistas, hacia la meta de su sueño. El Camino de la Lana, especialmente, es el que nos pilla más cerca, y el más auténtico. Porque quizás otro (uno que desde Guadalajara surge atravesando la Campiña y lleva a la Sierra por el valle del Jarama) también sirviera de trayecto a los arriacenses de siglos pasados, pero no ha dejado tanta huella como el alcarreño. Es el denominado “Camino Mendocino” y sigue teniendo vida, al menos en cuanto a organización de rutas por su recorrido.

Cifuentes en el Camino a Santiago

Es concretamente Cifuentes el lugar en el que más averiguado está el paso de ese “Camino de Santiago” por la Alcarria. No solo se cita en documentos antiguos, como estación de paso, sino que aún queda la huella de ese Camino en la iglesia parroquial, porque su portada occidental, dedicada a Santiago, muestra tallada, ente otras figuras, la de un peregrino que va revestido de rigurosa etiqueta jacobea.

Por allí pasaron ganaderos, devotos y, por supuesto, artistas de la talla y la construcción de templos. El ejemplo más evidente es la similitud de tallas en las figuras que pueblan la portada de Santiago de Cifuentes, y la de Santa María del Rey de Atienza. Ambas son del siglo XIII mediado (en Cifuentes la cosa está muy evidente porque aparece tallado y nombrado el obispo seguntino don Andrés, que lo era en 1268) y sus imágenes son muy parecidas, en motivos y técnicas.

El Camino de la Lana, que va de Valencia/Alicante hasta Burgos/Santiago, tuvo su eje por la Alcarria desde Salmerón (donde también quedan símbolos jacobeos en los muros de su templo parroquial) hasta Miedes de Atienza. De ese periplo, queda constancia documental, y ahora, el relato personal y vivido, de Fernando Álvarez de los Heros, que nos ha contado en primera persona la forma de andarle, las anécdotas vividas, y los elementos de utilidad (bares, casas rurales, albergues) que por el trayecto alcarreño pueden encontrarse. Lugares como Viana de Mondéjar, como Trillo, o como Baides, tiene especial encanto en este trayecto, que se hace a pie, o en coche, con facilidad y asombro.

Opciones ruteras y turísticas

Desde hace pocos años se ha mezclado la antigua devoción religiosa con la curiosidad turística. Aprovechando el “tirón” se han hecho numerosas rutas de senderismo, bicicleta o en caballería y “Caminos de Santiago” por casi todas partes, alcanzando así unas aceptables opciones de promover un desarrollo rural sostenible en zonas que podrían ser poco visitadas.

La Federación Española de Amigos del Camino de Santiago (web http://www.caminosantiago.org) agrupa a la mayoría de estas asociaciones para informar y dar soporte a los peregrinos (o a los simples viajeros) que recorren una serie de rutas establecidas, teniendo una merecida buena fama. Ha recuperado y señalizado diferentes rutas jacobeas y publica desde 1987 la mejor y más difundida revista a este respecto, “Peregrino”, dirigida por José Antonio Ortiz Baeza.

En Guadalajara existe una Asociación de Amigos del Camino de Santiago, con una página web (www.deguadalajaraasantiago.blogspot.com.es) y muy notable actividad, que estos pasados años ha cuajado en la normalización, señalización y balizado del Camino que atraviesa nuestra provincia.

El único “pero” que al Camino de la Lana atravesando la provincia de Guadalajara le queda por resolver, es el corte que en dicho Camino se realiza en el municipio de Peralveche, a la altura de la antigua localidad de Villaescusa de Palositos. Allí la propiedad de la finca en que se ha transformado el antiguo pueblo, le ha puesto una valla metálica al camino, y han cerrado la puerta con fuerte candado. Esto atenta contra toda ley “natural” y ancestral que posibilita el paso por los caminos públicos en toda Europa. Y más por este, que es un Camino con historia, con tradición, son sabor y con adeptos. Las autoridades provinciales deberían tomarse este tema con interés, no pasando de ello, como se ha hecho hasta ahora, desde hace más de diez años en que viene ocurriendo. Los peregrinos, ruteros, caminantes y alcarreños sencillos se lo agradecerían y aplaudirían.

Ya van medio millar de despoblados

despoblados de la provincia de guadalajara

La tendencia urbanita nos está llevando a un despoblamiento del entorno rural. Es una tendencia universal a la que Guadalajara no es ajena. Si en la Edad Media, nuestra tierra estaba ocupada por un millar de pequeñas poblaciones, hoy no llegamos a las cuatrocientas pobladas. Las demás son ya despoblados…

Quizás la huella más clamorosa del progresivo abandono del mundo rural, sea la existencia de lugares que antaño fueron pueblos, y hoy son solamente despoblados, lugares vacíos de vida humana, en los que aún se escucha el eco de lo que fue durante siglos actividad y afán diario. Parece como si del tema solo cupiera la expresión literaria (recitar los versos de Rodrigo Caro “estos, Fabio, ay dolor, que ves ahora, campos de soledad, mustio collado…”) o el enojado protestar de los políticos de la oposición, que solo ven la ruina cuando no mandan.

Pero también cabe el riguroso análisis de lo que fueron, el análisis y catálogo de su existencia y de sus ruinas. Además de la consiguiente elucubración de su significado toponímico, que nos da pistas sobre su origen y su época vital.
Eso es lo que han hecho José Antonio Ranz Yubero, María Jesús Remartínez Maestro y José Ramón López de los Mozos, en un estudio que iniciaron hace bastantes años y que ahora han acabado y puesto al día: el análisis de todos los despoblados de los que se tiene noticia sobre la geografía de Guadalajara. Salen unos quinientos, son muchos.

Remotas desapariciones

En épocas medievales ya se sabe que algunos pueblos desaparecieron de una semana para otra. En unos casos, cuentan las leyendas que se debió el hecho a que en una boda fueron envenedadas las bebidas por una bruja que quería mal a la novia, muriendo todos los habitantes. En otros, se saca a colación el quimérico proceso de la invasión del poblado por una plaga de hormigas, o de termitas, que también en pocos días acabaron engulléndose todos los edificios. Entre medias, están los documentos que nos hablan de la llegada de la epidemia de peste a pequeñas poblaciones castellanas, que en dos semanas acabaron prácticamente con toda la población. Este es el caso de La Golosa, hoy en término de Berninches, en el corazón de la Alcarria. Hacia 1346, y tras pasar la epidemia, solo quedaron vivos tres habitantes, que decidieron, en documento público, borrar del mapa su pueblo y unirse en todo a la cabecera de esa comarca, Berninches. Hoy se ve, en medio de los campos, aislada, la iglesia parroquial de La Golosa, que era una construcción de estilo románico rural, y que aún mantiene en pie muros, ábside y portada.

De similar manera desaparecieron lugares como Retuerta, cerca de Balconete; Romerosa, junto a Aleas; San Pedro, en término de Valfermoso de Tajuña, Roñuela, por Brihuega, y el poblado de Séñigo, que contaba con un torre fuerte, entre Sigüenza y Palazuelos. Así, a cientos. Y de muchos de ellos aún quedan huellas, señaladas y valientes, como las de Morenglos, junto a Alcolea de las Peñas, Sacedoncillo, entre Muriel y Tamajón, o San Marcos, entre Centenera y Atanzón. De otros, sin embargo, apenas el recuerdo de pastores, que al pasar por el monte ven montones informes de piedras, entre las que han crecido quejigos, encinas o espinos densos. Saben el nombre, y recuerdan la vida que hubo en ellos. Pero ni documentos, ni recuerdos se mantienen.

Una tercera categoría de despoblados son los que hemos podido ver, con nuestros propios ojos, por haber dejado hace ya tiempo de ser jóvenes, pero contando aún con la suerte de mantener la memoria activa, y en ejercicio. Así, el caso de Villaescusa de Palositos es de los más sangrantes: un pueblo vivo, animado y feliz hace cincuenta años, que fue abandonado de sus habitantes, adquirido por entero por un particular que con máquinas arrasó toda huella de vida, dejando solamente la iglesia parroquial (de notable estilo artístico) y que a su vez está abandonada de sus dueños (la Iglesia Católica) y contando con el permiso de la autoridad civil (la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha) para que se haya puesto una puerta con candado en el camino público que accede a lo que fue población.

He visto cómo el ejército ha hecho prácticas de tiro sobre Las Cabezadas, sobre Robredarcas, sobre Jócar. Pueblos enteros y con gente, que previamente los abandonaron. He visto cómo los pantanos han inundado poblaciones antaño dinámicas como Poyos, La Isabela, Alcorlo, El Atance y El Vado, quedando de algunas solamente los esqueletos de sus casas y templos. He visto como todos se han ido, de Querencia, por ejemplo, de Matillas de Arriba, de Teroleja, o de Torrecilla del Ducado. He estado con gente, merendando en sus casas, en Villacadima y en Villanueva de las Tres Fuentes… y hoy ya nadie vive allí, al menos habitualmente.

De tanta desolación, de tanto abandono, de tanta pérdida de memoria, tratan estos tres amigos autores. José Ramón López de los Mozos, por desgracia, ya fallecido, pero los otros dos, sabios de viajes, de lecturas y análisis toponímicos, nos dan listas, nos enseñan fotos, nos entregan claves para saber más de esos lugares. La obra es un monumento a nuestros ancestros, a los que pasaron sin hacer ruido y sin dejar memoria escrita, pero latientes y seguros, como el latido de un corazón, que sería eterno si no nos empeñásemos en cargárnoslo.

La “Enciclopedia de los Despoblados”

En estos días aparece este libro que ­–ya en segunda edición, pero con un repertorio gráfico muy ampliado, y muchos despoblados nuevos añadidos– nos viene a dar la referencia precisa y minuciosa de todos y cada uno de los despoblados que existen en Guadalajara. A la vista, o en el recuerdo. Con piedras en la mano, o con solo los datos de su nombre y significado.
Ha sido escrito por José Antonio Ranz Yubero y María Jesús Remartínez Maestro, habiendo colaborado muy ampliamente con ellos el ya fallecido investigador José Ramón López de los Mozos. Bajo el título de “Despoblados de la provincia de Guadalajara” fue editado hace diez años por la extinta Caja de Ahorros de Guadalajara, que pocos meses después desapareció, y la edición casi entera se perdió. Por lo que muy poca gente pudo disfrutar de esta obra magna.
Se acompaña el texto, que abarca más de 400 páginas, de abundantes imágenes de despoblados (espadañas, muros, poblados en ruinas, fuentes…) y se completa con dos amplios índices (de poblaciones donde radican, y de despoblados propiamente dichos) y un enorme mapa a color, en el que pueden localizarse con bastante detalle los lugares referidos.
El libro ha sido editado este verano por la editorial alcarreña Aache, a cuyo cargo corren descubrimientos y recuperaciones como esta. Su ISBN el 978-84-17022-89-1 y su precio al público es de 20 Euros el ejemplar.

SELAS: Retablos y festividades

selasAcaba de aparecer (reeditado) un libro modélico, que ha tenido el aplauso de un pueblo, concretamente el de Selas, al que se dedica en cuerpo, alma y detalles. Historias, retablos, festividades, personajes y leyendas, todo bien dispuesto y entretenido.

Entre las poblaciones de la sexma del Sabinar, del Señorío de Molina, destaca Selas, a poco más 1.100 metros de altitud, y con una vida intensa, especialmente ahora en el verano, más aún en los pasados días, en torno al Corpus y a su consecuente celebración de la Virgen de Minerva, que aquí en Selas es tenida por patrona desde tiempo lejano, concretamente, y que se sepa, desde el siglo XVI.

Tiene Selas por alcalde a una persona que lleva muchos años en la dedicación completa de su tiempo hacia el pueblo en el que ha nacido. Félix Martínez Sanz (Selas, 1948) es además un investigador que no ha dejado papel por leer de los que quedan en el Ayuntamiento y en la iglesia de la localidad. Todo anotado, todo meditado, todo en concordancia: y con esos datos ha construido un precioso libro, una historia de Selas a la que califica de “un pueblo entre fronteras”. Siempre dentro de las del Señorío de Molina, pero en el inestable ínterin del Ducado de Medinaceli, no lejos de Aragón, y con los castellanos a veces amenazando. De esa larga secuencia de siglos surge este rimero de datos que nos entusiasma leer.

Pero además de la historia, en este libro surge el arte, el folclore, los personajes, la geografía… de unos y otros saca el lector siempre información y consecuencias. Yo me he decantado, al tenerlo en las manos, por ir primero de todo al capítulo del Patrimonio, donde se habla de los principal que a este respecto hay en Selas, la iglesia parroquial.

Y dentro de ella, una colección estupenda de retablos, sobre los que Félix Martínez ofrece fotografías, descripciones y muchos documentos, todos los que ha encontrado en los libros de fábrica de la parroquia. Yo, de entre ellos, me decanto por tres, al menos de los que actualmente quedan, porque algunos otros se perdieron (no explica cómo) aunque han quedado fotografías de Camarillo. Esto le ocurre, por ejemplo, al retablo que él califica de “Santa Catalina” (porque así lo pone escrito sobre la fotografía de Tomás Camarillo) pero que se entiende que debería ser nombrado como de “San Sebastián” porque ese es el santo que aparece en la tabla principal.

Al parecer, antiguamente, rodeando al gran retablo barroco mayor, que sigue existiendo, con una talla de la patrona, la Virgen de Minerva en su centro, le escoltaban otros dos retablos, denominados de San Sebastián y Santa Catalina. El primero desapareció, pero el segundo se conserva, aunque hoy le llaman “el de Nuestra Señora del Carmen” porque tuvo sobre la mesa del altar delantero una talla de esta advocación.

Sin embargo, vemos que es un altar dedicado a Santa Catalina, y que además se proclama a sí mismo sin dificultad como el mejor de todos los del templo. Pongo una foto junto a estas líneas y paso a describirlo.

Tiene dos niveles, de tablas pintadas, separados por frisos de hechura plateresca. Se remata con una tabla aislada, sin marco, representando un Calvario. Se conoce que las tablas de este retablo son de distinta procedencia, quizás procedentes de otros retablos desaparecidos, de los que han salvado tablas sueltas. El mejor conjunto es el nivel superior, en el que vemos agrupadas, en paralelo, tres tablas representando a otras tantas mártires del primitivo cristianismo, y que son, de izquierda a derecha, Santa Águeda, Santa Catalina (que centra el retablo y le da nombre) y Santa Inés. En el nivel inferior, aparecen los siguientes personajes: San Gregorio, papa, con sus atributos pontificios; San Roque, vestido de peregrino, mostrando su pierna herida y acompañado de su inseparable perrito; finalmente una tabla de mala calidad, de imperfecta hechura, y que hasta hace difícil su identificación (quizás San Cristóbal, o, más bien, San Sebastián, porque aparece desnudo arropado de una sábana, y con escudo y arco de flechas a los pies.

En la parte inferior del retablo, una cartela, moderna, dice que este retablo fue donado por Domingo Moreno, en 1855. Es obra, sin duda, del siglo XVI, segunda mitad, al menos las tablas superiores. Y bien podría ser de mano del pintor seguntino Luis Usarte, que aparece documentado en el Libro de Fábrica de la parroquia de Selas, así como su hijo Juan Usarte (ambos vivieron en una casa del barrio de San Vicente, de Sigüenza).

El siguiente retablo es el dedicado al Niño Jesús, y es también obra de finales del XVI o comienzos del XVII. Aparecen sus tablas, en número de cinco, más otro Calvario en el remate, uniformemente tratadas, siendo todas del mismo pincel o taller, en un manierismo/barroco muy popular, pero de claro contorno, con mensaje efectista. En la bancada inferior aparece, a la izquierda, San Juan Bautista, y a la derecha, San Pedro, bajo cuyos pies orante asoma el oferente del retablo, posiblemente un clérigo pues va de negro vestido. En la banda superior, tres tablas: la de la izquierda representa a San Francisco; en el centro, la Epifanía, y a la derecha San Antón. Todos ellos, sin duda, santos de la devoción del oferente del retablo. No hay documentos sobre el mismo.

El tercer retablo, el más moderno, claramente del XVII, es más sencillo, pero muy contundente en su forma, con un espacio central y bajo de fondo liso y ocipado por una talla, buena, de Cristo crucificado, al que llaman “del Miserere”, y en lo alto como remate, enmarcado, otro Calvario, que viene a ser una representación iconográfica predominante en Selas.

Es curioso también, aunque artísticamente de menor relieve, el altar mayor del templo, que centra su presbiterio. Con adornos y columnas barrocas, en sus hornacinas se albergan diversas figuras del santoral, presididas todas por la imagen de María Virgen, en su advocación de la Minerva. Según nos dice Félix Martínez en su libro, las rebuscas documentales revelan que se trata de un retablo concluido en 1692 y debido al arte de Diego del Castillo, artista actuante en Sigüenza.

Fiestas únicas y curiosas

En Selas, según nos cuenta Félix Martínez en su gran obra sobre el pueblo, han tenido fama dos festividades, ambas de tiempo frío, que aún se celebran, aunque ahora en un sentido más minoritario que antaño, en que participaba el numeroso vecindario. Se trata, de una parte, de la “Fiesta de las Candelas”, en la que salen los mozos, vestidos de grandes capas negras de estilo castellano, a rondar las calles, muchas veces con el suelo cubierto de nieve. Y la otra, a la que llaman “Fiesta de las Hoguerillas” se hacía la víspera de la Inmaculada, el 7 de diciembre, y en ella se encendía hogueras particulares, delante de cada una de las casas habitadas del pueblo. Esa devoción por la Inmaculada Concepción de María, que es concepto eminentemente teológico y, por tanto, traído por la clerecía, está muy extendida por el resto del Señorío de Molina.

En cualquier caso, tanto esta muestra del arte de Selas (representada por los retablos de la parroquia) como el recuerdo de las fiestas tradicionales que se celebraban en el pueblo, son solamente dos aspectos de la obra considerable que en más de doscientas páginas refleja el trabajo y la pasión de Félix Martínez Sanz, quien ha puesto en el mapa a Selas con este libro, ahora reeditado, muy cargado de imágenes, de documentos y de historias interesantes. Un libro que todos los aficionados a la literatura de tema local deberían tener ya en su biblioteca.