La sorpresa de El Salvador

sábado, 19 mayo 2018 0 Por Herrera Casado

Interior de la Iglesia de El Salvador, con un mosaico de RupnikEntre los muchos elementos que conforman el patrimonio artístico de la ciudad de Guadalajara (muchos en progresivo deterioro, por abandono, o mala suerte) surge ahora un nuevo aporte, que descubrí de casualidad hace unos días, y que quiero destacar aquí, y animar a que sea contemplado y admirado como debe, por mis lectores. Se trata del gran frontal que Rupnik y su equipo han creado para decorar el ancho presbiterio de la iglesia de El Salvador de Guadalajara.

Hace unos días, de esos pocos que han sido de primavera de verdad, me eché a la calle a andar, simplemente. Yo no suelo hacer a las cosas a lo tonto, sin más, porque sí. Yo cada día me planto ante la vida y lucho contra mi destino, que es único, y seguro. Que es la muerte. Pero que trato de sortear, de alargar su venida. Y una de las formas más seguras de hacerlo es luchar contra el sedentarismo. Andar, pasear, correr, y los etcéteras que se le quieran añadir.

De ahí que primero me pasé por la FARCAMA que la Junta ha instalado este año en la Plaza de España, adherida a las fachadas del Palacio del Infantado. No es mal sitio, pero hubiera estado mucho mejor instalarla en el Paseo de la Concordia. Aunque sea este un lugar de recreo y paseo para los guadalajareños, tampoco pasa nada porque cuatro días al año lo ocupe una gran Feria de Artesanía como es la FARCAMA. O como pueda ser la Feria del Libro, o algunas otras manifestaciones, muy limitadas en el tiempo. Al pueblo guadalajareño le gusta pasear por la Concordia, y más si tiene un motivo por el que hacerlo, visitando algua Feria.

El caso es que la FARCAMA me gustó, aunque tuviera añadidos artesanos de otras regiones españolas, o se plantaron entre ellos los típicos productores de artículos alimenticios, aunque, bien mirado, tambiénn la gastronomía es artesanía… había dinero para montarla a lo grande y así se hizo. Protegiendo, de paso, el tejido empresarial (siempre minúsculo, familiar, infatigable) de los artesanos.

Subí la cuesta de entrada a Aguas Vivas, y me acerqué a la iglesia parroquial de el Salvador, a la entrada de este nuevo barrio. Terminada la arquitectura, se ha completado la decoración. Quedé maravillado de lo que ví, y tuve la sensación de estar ante un avance (de arte, de cultura, de pasión por la vida y de apuesta por el futuro) en nuestro catálogo de arte y patrimonio.

Lo primero que hice fue saludar a mi amigo Jesús Mercado Blanco, párroco de El Salvador, y una de esas personas a las que admiro y aplaudo, porque también tienen una clara misión en la vida, y no paran un minuto de ella sin recorrer el camino que les lleva a la cumbre. Le abracé y le felicité. Estaba bajo los efectos de la contemplación de lo que acaba de montarse en ella, un enorme mural de color y mensajes, y estaba feliz en la seguridad de que aquello transmitirá, mientras dure (y espero que sean siglos) el mensaje de la Teología cristiana, que guarda en su interior más Antropología de lo que algunos piensan.

El fondo de la nave, más ancha que larga, de este templo del Salvador, ha sido recubierta por un inmenso panel/sinfonía de variada morfosis, en el que predominan las teselas, de diversos tamaños, formas y materiales, pero en el que también cabe la pintura. Es un gran panel colorista, que transmite sosiego y alienta el espíritu. El espectador (hablo por mí) se siente atraido y cobijado a un tiempo, valorando e interpretando las figuras y escenas que se suceden entre los arcos y volutas de colores y brillos.

Además, se ha añadido al conjunto todo el mobiliario litúrgico que un templo cristiano postconciliar requiere: una mesa de altar, un ambón predicatorio, un crucifijo, un sagrario, y un Via Crucis. Hasta en en la sacristía se ha colocado un fresco sobre el muro más amplio de ella. Todo está realizado con una fondo de piedra blanca, sobre la que destacan los detalles, las iconografía, y los colores.

El gran mosaico de El Salvador

El autor de esta obra es un artista de origen eslavo (más concretamente esloveno), Marko Iván Rupnik, sacerdote, de la Compañía de Jesús, y director del Centro Atletti en Roma. Un gran equipo, por él dirigido, de artistas y artesanos, que están imprimiendo una visión moderna, coloroista, espiritualista, a la decoración de los centros de culto católicos. Entre sus actuaciones en España, destaco (porque la conozco) la decoración mural de la Capilla del Santísimo en la Catedral de Nuestra Señora de la Almudena en Madrid. Pero también ha dejado su impronta en la capilla de la sede de la Conferencia Episcopal, en la del hospital de la Beata María Ana de Jesús y la del Colegio Mayor San Pablo, perteneciente al CEU, además de media docena de ciudades españolas. El hecho de que Guadalajara acoja, desde ahora, en su templo de El Salvador, una obra de Rupnik, es toda una suerte (a la suerte se la encuentra muy temprano, levantándose pronto, y dirigiéndose a ella sin desfallecer) para la ciudad y provincia.

El día 26 de abril se hizo presentación a la ciudad de esta obra. En ese acto, el propio artista explicó la tarea acometida, su proceso de creación y producción, y, sobre todo, el significado iconográfico que encierra. Me dice don Jesús Mercado que está previsto que sea el 23 de septiembre próximo, el día en que se consagre el templo, (el paso más singular y definitivo para sacralizar un espacio litúrgico) y se dé por inaugurada esta gran obra de arte.

 

Sigüenza alrededores, un libro de textos e ilustraciones de Antonio Herrera e Isidre Monés

 

El sacristán de El Salvador, pulcro y elegante, ha explicado al grupo que se ha formado espontáneamente a mediodía el significado de las figuras. Todo tiene un por qué, nada está dejado al azar. Hay mucha representación de las aguas, por la razón de estar, la parroquia, presidiendo la entrada al Barrio de Aguas Vivas, y porque la propia ciudad de Guadalajara tiene su etimología anclada en el agua del río Henares. El primer grupo de la izquierda representa la salvación de la vida de Moisés desde las aguas del Nilo. El grupo central está formado por Jesús, Cristo como Salvador, con un cordero a los hombros, escoltado de su madre, María Virgen, y de su precursor Juan el Bautista. Lleva en la mano diestra un libro en cuyas cubiertas se nos muestra la frase “El que me ve a mí, ve al Padre”. Tras el ambón está la escena de la Sagrada Familia, y en la esquina opuesta aparece San Pedro pescador.

Además hay una curiosa y poco convencional representación del Vía Crucis, en el que las doce escenas del recorrido de Cristo hacia el Calvario se representan en tonos predominantemente anaranjados con imágenes de rostros, rodillas, costados, hombros, y detalles puntuales del recorrido salvacional.

Esta sorpresa, que para mí lo ha sido en toda la dimensión de la palabra, espero que lo vaya siendo para muchos otros alcarreños a lo largo de los próximos meses. El hecho de que la parroquia de El Salvador está siempre abierta, la cercanía que su párroco y colaboradores suscitan en quien a ellos se dirigen, hace que aquello pueda convertirse realmente en un lugar no solo de oración, sino de encuentro, de amistad, y de asombros.

Junto a estas líneas pongo algunas imágenes captadas el día de mi visita. Como no sé si se publicarán en color, o en escala de grises, encomio la viveza de los colores de aquel recinto, para que todos sepan que es una explosión de viveza, de formas alegres y de colores trascendentes.