La picota de Horche, recuperada

sábado, 13 enero 2018 0 Por Herrera Casado

El rollo o picota de Horche en GuadalajaraHa costado años, pero al fin se ha hecho realidad: en Horche han colocado su rollo o picota, que es monumento histórico que recuerda parte de su evolución concejil, y que ha vuelto a la vida tras la meticulosa tarea de reproducción del monumento por parte del escultor local Juan Francisco Ruiz.

En los últimos días del pasado mes de noviembre, ha quedado colocada la reproducción de lo que fuera el rollo o picota de Horche. Se ha instalado, por parte del Ayuntamiento, en una amplio espacio al inicio del Camino del Cementerio, con buena visibilidad y alcanzando el relieve que todo monumento histórico y patrimonial debe tener en una sociedad culta.

El trabajo, de varios años de dedicación, ya en la jubilación de su actividad manual y artística, ha sido realizado por Juan Francisco Ruiz, quien ha ido tallando las 32 piezas de piedra caliza que la constituyen, y que suman 22.000 kilos trabajados con delicadeza y pasión a un tiempo.

Las dimensiones, proporciones, distribución y detalles de esta picota, obra en su origen plateresca, han sido con precisión calculadas, y rescatadas de la armonía que estas piezas tienen en otras localidades que han conservado en su integridad, a lo largo de los siglos, este signo de autonomía jurídica.

Los datos históricos y la distribución de sus partes y adornos, se los dio a Ruiz el historiador local, cronista oficial de la villa de Horche, y académico correspondiente de la Real de Historia, Juan Luis Francos Brea (1940-2008), quien no llegó a ver impresa su moumental “Historia de Horche” (publicada por Aache en 2009, un año después de su muerte, y en la que estudiaba con detalle la evolucirica del elemento).n la que estudiaba con detalle la evFrancos Brea (acadntegridad, a lo largo de los siglos, este signo de autoón histórica del monumento).

Horche alcanza el título de villa

En el año 1537, Horche alcanza el título de villa, y lo hce gracias al esfuerzo mancomunado de toda su población, pues tal título lo concede el rey de España a aquellas aldeas que son capaces de aportar, en el conjunto de sus habitantes, la cantidad solicitadas por las arcas reales como compra de tal título.

Las ganas que los de Horche tenían de independizarse del Concejo de la Ciudad de Guadalajara, que les controlaba en todo cuanto hacían, y les adminitraban justicia, en grado que ellos consideraban impropio, fue lo que hizo que aceptaran el reto que la Hacienda del rey proponía, y se esforzaron en reunir la cantidad de 5.000 ducados “que montan un quento y ochocientos setenta y cinco mil maravedís”, para con ellos pagar su libertad. A una se pusieron todos los vecinos, y lograron reunir el millón ochocientas setenta y cinco mil monedas de un maravedí que se les pedían.

Aceptando las razones (y los dineros) aportados por el Concejo y homes buenos de Horche, mediante Privilegio de Villazgo y Jurisdicción de la Villa de Horche, “dado en la Villa de Valladolid a veinte días del mes de Diciembre, año del nacimiento de Nuestro Salvador Jesu-Christo, de mil y quinientos y treinta y siete”, la Cancillería real acepta la petición y establece la forma de pago del siguiente modo: “en nuestro nombre puestos en nuestra Corte, la mitad de ellos a veinte días de este presente mes de Diciembre de este presente año de mil quinientos y treinta y siete, e la otra metad en los pagamentos de la Feria de Villalón del año venidero de mil quinientos treinta y ocho de contado”.

El privilegio de villazgo para Horche dice textualmente, entre otras muchas cosas: “…es nuestra merced, y voluntad de vos eximir, è apartar, è por la presente vos eximimos, è apartamos de la jurisdicción de la dicha ciudad de Guadalaxara, è vos hacemos Villa por vos, è sobre vos, é vos damos, è concedemos jurisdicción Civil, y Criminal, alta, y baxa, mero mixto imperio en esta Villa de horche, y en todos sus términos… e vos damos poder, é entera facultad para que podáis poner, y tener, è pongades, è tengades, Horca, é Picota, y Cepo, è Carcel, y Cadena, y Cuchillo, y Azote, y todas las insignias de Jurisdición que las Villas sobre si de estos Reynos pueden, è deben tener, y usar”.

Nos cuenta Francos que el dinero lo consiguieron los horchanos de la lana que sacaban de sus ovejas, y así pudieron pagar la enorme cantidad pedida, y hacerlo del todo en los últimos días de enero de 1538 (o sea, que hace ahora de ello un total de 480 años). A partir de entonces, se publicó el Privielgio real por todos llos rincones de la villa: “el primer pregón se dio en la Plaza Vieja (a espaldas del horno de arriba, en la calle ancha, donde está la casa de Pablo García), el segundo en la plaza Nueva, que es la actual antes de ser ensanchada, y el tercero en la plaza de la Fuente Vieja. También se pregonó en Lupiana, Romanones y Tendilla”.

Se levantan los símbolos del villazgo

De inmediato se levantaron los símbolos del título de Villa: la horca y la picota. La primera de ellas, de ladrillo y madera, se levantó en un pequeño cerro detrás de la ermita de la Virgen de la Soledad, que aún hoy se conoce con el nombre de Cerro de la Horca. En épocas antiguas se utilizó para colgar los restos de algún ajusticiado, pero el aparato se fue deteriorando y desapareció completamente, quedando de él tan solo el apelativo del cerro en que se levantaba.

Lo que sí propusieron los nuevos regidores fue hacer un gran rollo, de piedra, y ponerlo en la plaza mayor de Horche, como ilustración y evidencia de ese poder que ganaban, el de administrarse, ellos mismos, la justicia. De ahí surgió el rollo (todavía mal llamado “picota”) que lució medio siglo en la plaza, y que un mal viento se llevó. Hasta hoy, que de nuevo se ha levantado, recuerdo de aquellos buenos tiempos.

Nos da noticias de esta primera picota el historiador Juan Luis Francos, que en su gran “Historia de Horche” viene a decir que “La picota se levantó en la Plaza Nueva, y era de yeso y piedra suelta. La levantó el vecino Miguel de la Hoz, sobre cuatro gradas. Pero diez años después, en 1548, se ajustó con el maestro de cantería, Pedro de Medina, en 50.750 maravedís, sustituirla por otra de piedra paxarilla, curiosamente dolada, con cuatro columnetas de labor estriadas en las cuatro esquinas, coronadas de escarpias, y en un ángulo pendiente la argolla, que es para ciertos delitos de mala vergüenza. La desdicha hizo que en el año de 1590, cuando, convertida la plaza en teatro de las Comedias, se ató un cabo de la lona que cubría el teatro a la picota y sobrevino con fuerza una fortísima ráfaga de viento que dio con la picota en el suelo. Ahí acabó la historia de la picota en Horche. Sus piedras fueron sacadas de la plaza y según testimonio de Juan Talamanco, con ellas se levantaron las peanas de la Vía Sacra”.

De huracanes “tirapiedras” sabe bien en Horche, que en su altura aguanta ventoleras de nota. Dijeron los cronistas antiguos que en 1515 el viento derribó un enorme olmo que, con sus ramas, daba sombra a toda la plaza. “Y con la madera de su tronco se construyeron los bancos para el teatro de las comedias, cada uno medía aproximadamente 0,21 metros de ancho por 5,6 metros de largo. Dichos bancos aún existían en 1710 cuando las tropas del archiduque Carlos, en la guerra de Sucesión, incendiaron gran parte de la villa y en él se quemaron los centenarios bancos”, nos dice Francos.

Al hilo de todo esto, conviene recordar la frecuencia y boato con que en Horche se celebraban comedias al aire libre, especialmente en el día de Corpus Christi. Las compañías que venían, contratadas por el Concejo, ensayaban desde días antes. La costumbre se remonta al siglo XV, y hasta principios del XVIII se representaron anualmente, con la expectación consiguiente. Las pagaba la Cofradía del Santísimo, y consta en documentos que en el año 1613 se representaron “El príncipe inocente” de Lope de Vega (llamaban “Torca” a esta comedia, por su protagonista Torcate). Además se pusieron otros días “El duque de Moscovia, y El Emperador Perseguido, ambas de Lope, que era el autor de moda. Tirando la casa por la ventana, además de la pólvora gastada en tracas, y muchas misas y homilías, se representó el romance anónimo que decían de “El duque de Arjona”. En todo caso, una evidencia de cómo en tiempos pasados, sin tele ni carpas, la gente se divertía también a lo grande.

 

rollos y picotas

 

Una obra para la eternidad

El autor de la réplica ahora colocada en Horche, Juan Francisco Ruiz, es un buen conocedor de los materiales de construcción, porque toda su vida la ha pasado entre ellos. La piedra para construir esta picota de Horche la adquirió en Lérida, es una piedra “de ley”, medio arenisca medio caliza, muy blanca, que aguantará bien las inclemencias, y que ya va a ser difícil que un mal viento la tire.

La altura del monumento roza los ocho metros, y antes de ponerse a tallar, el autor estudió y preparó su tarea a conciencia. – No se pueden hacer las cosas de cualquier manera. La altura y la anchura de las piezas tienen que ser proporcionadas y esos datos están escritos en los libros, yo los conozco y los he seguido al pie de la letra- ha declarado Juanfran Ruiz. La tarea la inició hace unos diez años, cuando Juan Luis Francos estaba escribiendo su “Historia de Horche” y le animó a que hiciese esta réplica. El cronista horchano le dio los datos que esgrimía fray Juan Talamanco en su barroca historia de la villa. Y así entre unos y otros, y después de esperar unos cuantos años a que se decidiera el lugar donde ponerla, se ha alzado y es hoy una hermosa realidad.