Fiesta a la Virgen, por todas partes

viernes, 8 septiembre 2017 0 Por Herrera Casado

Santuario de Nuestra Señora la Virgen de la Antigua en GuadalajaraEn estos días, y más concretamente hoy 8 de septiembre, festividad de la Natividad de la Virgen María, se suceden por muchos pueblos de España las celebraciones en su homenaje y recuerdo. Son densas y ancestrales las fiestas en honor de la Virgen, en sus miles de advocaciones repartidas. Hoy recordamos, al menos, tres de esas advocaciones festivas en Guadalajara.

Por poner tres ejemplos, vibrantes y cercanos, de fiesta en torno a la Virgen, recuerdo aquí tres lugares en los que la tradición mariana se adensa. Uno es en nuestra propia ciudad, porque esta tarde desfilará por las calles centrales, multitudinaria, la procesión con la Virgen de la Antigua. Pero en otros dos espacios de la provincia, más medidos pero también con fuerza, se homenajeará a la Madre de Dios. Por ejemplo, en la Serranía del Ducado, en su Santuario mayor dedicado a la Virgen de la Salud de Barbatona. Y en la Alcarria, en Budia, en su gran casona solitaria del Peral de la Dulzura. Vamos a acercarnos a estos lugares, a mirarlos un momento, a recordar sus ofertas.

La ermita de Nuestra Señora de la Antigua, en Guadalajara

La antigua iglesia de Santo Tomé, obra mudéjar del siglo XIII, en la que dice la tradición que oró Alvar Fáñez al conquistar la ciudad de Guadalajara, y en donde se colocó una antiquísima imagen de la Virgen, que se veneró con el nombre de Nuestra Señora de la Antigua, y fue aceptada como patrona de la ciudad, fue reconstruida por completo a fines del siglo XIX, conservando de lo primitivo solamente el ábside, semicircular, de fábrica de mampostería con hiladas de ladrillo interpuestas, en cuya parte alta aparecen tres bellos arquitos ciegos, lobulados y muy característicos de lo que el estilo mudéjar arriacense produjo. Se corona el ábside con una espadaña moderna, y en el muro meridional, se ve la entrada al templo, obra también del siglo XIX, pero respetuosa con el conjunto del edificio.
En su interior, de una sola nave y coro alto a la parte del ábside, destaca un altar moderno con pinturas y camarín en el que aparece la imagen de Nuestra Señora de la Antigua. En el muro derecho, correspondiente a la epístola, se abren varias capillas, que fueron fundadas y construidas paulatinamente por familias linajudas de la ciudad. Así, en una de ellas se ve a la entrada una buena reja plateresca de hierro forjado, obra del siglo XVI, con escudos de Guzmán, y otra con reja de la misma época y escudo de los Enríquez y Zúñiga. Otra capilla, la de la Ascensión, hoy perfectamente restaurada, conserva algunas tallas de la época, y una buena arquitectura renacentista muy sobria; el techo cuajado de escudos policromados, y esta leyenda corriendo por el friso: «Esta capilla de la Ascensión de NRA SRA restaurose por los ills señores licenciado Luis Alvares y Doña Isavel de Çúñiga y Valdés su mujer, dotáronla de una misa cada día acabóse año de mil 583».
La curiosidad estructural de esta ermita/santuario en que se alberga el culto a la Virgen patrona de la ciudad de Guadalajara, Nuestra Señora de la Antigua, es que tiene el altar puesto sobre el muro de poniente, correspondiente a los pies, y la parte oriental, del ábside, está junto a la entrada. Todo ello proviene de la época moderna en que se reconstruyó por completo este viejo edificio de origen medieval.
La devoción a la Virgen de la Antigua, con siglos de tradición, se centra en el 8 de septiembre, en el que la corporación municipal, acompañada de buena parte del pueblo arriácense, sacan en procesión la talla de la Virgen, la homenajean con flores, cánticos y hogueras, y la trasladan desde la concatedral de Santa María hasta esta ermita en que permanece el resto del año. Se cuenta y no acaba de milagros, protecciones y otros prodigios. El momento de la subida de la imagen al camarín, apareciendo tras los cientos de kilos de flores que se han depositado antes, es verdaderamente espectacular.

Barbatona

Sobre un oterillo que domina escueto vallejo recurrente del Henares, y a la orilla del denso pinar que por levante escolta a la ciudad de Sigüenza, a muy pocos kilómetros de ésta, y hoy en la carretera que va hasta Alcolea del Pinar, asienta el caserío de Barbatona, formado por algunas casas y centrado por la gran ermita de la Virgen la Salud, núcleo de la vida de este enclave durante largos siglos.
Efectivamente, desde el momento de la reconquista de Sigüenza, y la entrega que de ella hizo Alfonso VII a sus obispos, el lugar de Barbatona quedó incluido en su término, y su pequeña iglesia fue sufragánea de la primera parroquia de la ciudad del Henares (San Pedro), siéndolo luego de la de San Vicente. La tradición de la aparición de la Virgen a un pastorcillo entre las ramas de un pino, y su rápida fama de milagrosa, que la hizo tomar el título de Virgen de la Salud, centró desde aquellos remotos tiempos (siglo XII) la vida del enclave. Se levantó una iglesia pequeña, de sillar y sillarejo areniscos, rojizos, con una espadaña triangular sobre el muro de poniente y una sola y estrecha nave. La imagen de la Vir¬gen, allí venerada a lo largo de muchas centurias, es una talla románica, sedente, con el Niño en brazos, hoy repintada, pero de buena factura, que denota haber sido ejecutada en el siglo XIII.
Siendo ya incapaz para contener las multitudinarias rome¬rías, la antigua iglesia se abandonó al culto, construyéndose junto a ella la nueva ermita o santuario, cuyas obras duraron desde 1739 a 1755, fecha a partir de la cual se utilizó para el culto a la Virgen, siguiendo en años posteriores los aumentos y mejoras. Así, en 1825 se alargó la nave central; en 1835 se le añadieron las dos naves laterales; en 1854 se puso el pórtico metálico y se levantó la actual espadaña. Una amplia barbacana o mirador sobre el paisaje circundante se extiende ante el santuario, y en prolongación de ella la hospedería de peregrinos, que fue levantada en 1881, y en 1925 se amplió con un segundo piso, el amplio salón, con que hoy cuenta. De todos los edificios del caserío, quizás sea el más antiguo rela¬cionado con la devoción mariana la llamada casa de la Virgen, que la cofradía levantó en 1766 y que, construida en sillar rojizo de arenisca, ostenta sobre la puerta un gran escudo del obispo Santos Bullón. Al interior del santuario destaca el gran retablo de corte barroco, compuesto de tres cuerpos con gran¬diosa ornamentación de columnas estriadas y muchos detalles vegetales. Arriba, escoltado por ángeles, gran escudo del obispo Santos Bullón, que ayudó a construirlo en la segunda mitad del siglo XVIII. En su centro aparece la imagen de la Virgen de la Salud, instalada sobre plataforma giratoria, que permite ser vista de frente desde su camarín. Se accede a éste por una escalera que parte desde las puertas laterales del retablo. El techo del camarín fue decorado, a comienzos del siglo XIX, con sencillas pinturas al fresco en que se ven los atributos y símbolos de la Virgen. El resto del santuario, recientemente restaurado, lo vemos ocupado en sus paredes con decenas de lápidas en que se inscriben nombres y fechas de quienes se vieron atendidos en sus demandas de salud por la Virgen. Antiguamente, la profusión de exvotos y cuadros votivos era ingente y llenaba los muros, las columnas y casi hasta las techumbres. Hoy se ha limpiado tal abundancia y sólo se mantienen los más antiguos y curiosos. Son de gran interés los cuadros o pinturas votivas en que se explican e iluminan milagros de la Virgen.
La devoción a este santuario y a su imagen se mantiene viva y profunda en el ánimo de las gentes de la provincia de Guadalajara y otras regiones limítrofes. La Cofradía de la Vir¬gen de la Salud se creó en 1734, en Sigüenza, y aún allí tiene su sede y funciona. Sus cofrades se encargan de cuidar el san¬tuario. Se celebran dos romerías anuales: una en mayo, en la que forman siempre varios miles de personas, y otra en septiembre, la que tiene lugar ahora.

Ermita de Nuestra Señora del Peral de la Dulzura

En la alcarreña villa de Budia, el 8 de septiembre se festeja también a su patrona, la Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora del Peral de la Dulzura. Lejos de la villa, en la parte más elevada del término, y en el cruce de carreteras que llevan desde Budia a San Andrés, a Brihuega y a Valdelagua, se alza el complejo del Santuario dedicado a esta imagen, un conjunto de edificios en los que destaca la iglesia o ermita de la Virgen, pero que añade otros como hospedería, y casas de alojamiento para los peregrinos.
En este lugar estuvo ubicado el primitivo pueblo de Budia, y que quizás con motivo de la peste bubónica del siglo XIV se trasladó al actual emplazamiento de la villa, quedando abandonado, pero no desapareciendo, pues permaneció siempre la ermita y algunas edificaciones, que fueron rehechas en la segunda mitad del siglo XVII y en ocasiones posteriores restauradas y ampliadas.
Los vecinos de Budia fueron los que costearon esta construcción, que vio cómo el 14 de Septiembre de 1686, se decía en su interior la primera misa. La construcción reúne las características de buen edificio y de entorno atractivo, pues el conjunto de las construcciones se halla custodiado por una pequeña valla o calicanto de piedra, al que se accede por algunos portones cómodos.
El edificio ofrece una fachada lisa a poniente, superada de una espadaña de dos vanos para las campanas, con remate semicircular y pequeñas pirámides en el centro y los laterales. En la parte baja, la gran portada ofrece un vano simple escoltado de pilastras que sostienen amplia imposta sobre la que descansa un frontón partido en su centro para albergar adorno de bola, que también lucen en pareja a los lados de dicho frontón. En el centro del frontón, una cartela tallada en piedra dice “Año 1688. El Peral de Dulzura”.
El interior es espacioso y llama la atención por su grandiosidad volumétrica. Tiene tres altares principales de tipología barroca, con columnas salomónicas, mucha decoración vegetal, angelillos, cartelas, etc. Y otros dos retablos, más pequeños, que pudieran haber sobrevivido a la anterior iglesia. De una sola nave, el crucero es muy marcado, y sobre el mismo surge un alto y luminoso cimborrio que fue construido después, en 1849.
Lo que más llama la atención del templo es el camarín, reconocido museo a donde van a parar todos los regalos que hacen los devotos a la Virgen. Había en él, al decir del historiador Falcón Pardo “algunas curiosidades artísticas, muy buenos cuadros, especialmente una sacra familia en marfil” y la pareja de tallas de la Dolorosa y el Ecce Homo de Pedro de Meno, que hoy finalmente paran en la iglesia parroquial de la villa.
Se añaden al templo la espaciosa casa con habitaciones para el santero, y el clero, justicia y cofradías cuando subían a la ermita en días de romería; y no hay duda que para levantarla se aprovecharon de los edificios antiguos y de la primera iglesia que todavía se adivina en lo que constituyen las cuadras.
El lugar de El Peral, sin embargo, tiene más atractivo por lo que de belleza natural tiene que por su arquitectura. Con respecto a la piadosa tradición del aparecimiento de la Virgen en el tronco de un peral a un pastor, solo queda la tradición que así lo apoya.