Sigüenza en el tiempo

sábado, 23 julio 2016 0 Por Herrera Casado
Bolarque

El cuadro del siglo XVII que nos muestra al detalle el Desierto carmelitano de Bolarque y su entorno. Es una de las mejores y más interesantes piezas de la exposición aTempora de Sigüenza.

Desde el pasado mes de junio, y hasta mediados de Octubre, está abierta en la Catedral de Sigüenza la exposición aTempora, una muestra altamente interesante que nos ofrece piezas de arte y fragmentos de historia, a través de unos caminos de acción y espiritualidad. Arte religioso, memorias civiles, y una explosión atractiva de datos y piezas vivas. De obligada visita.

En el centenario de Cervantes (y de Shakespeare, ya que los dos grandes escritores europeos murieron el mismo día, un 23 de abril de 1616) la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha ha emprendido numerosas actividades para revitalizar la memoria del escritor complutense, pero con tantas raíces y destinos en la Mancha. Una de esas actividades ha sido montar una exposición grande, complicada, y muy visual, en el interior de la Catedral de Sigüenza. La idea inicial ha contado con numerosos apoyos, tanto del propio Cabildo catedralicio y Diócesis de Sigüenza-Guadalajara, como del Ayuntamiento de la Ciudad Mitrada, la Diputación Provincial, varias empresas y la fundación “Ciudad de Sigüenza”, encaminados todos a conseguir el éxito en la instalación y en la visita.

Lo primero de ello se ha cumplido, y con creces. Lo segundo, se va consiguiendo. Estará abierta hasta octubre, y lo mejor es ir ahora, en plena canícula, a visitarla, porque entre los muchos valores que tiene está el de disfrutar de un clima fresco y natural, el propio de los interiores catedralicios.

La zona azul

Dividida en dos partes, de visita sucesiva, aTempora muestra de una parte el contenido “civil” del centenario cervantino, y de otra su trasfondo “espiritual”. Son, sucesivamente, la zona azul y la zona roja de la exposición.

Comenzando por la entrada de San Valero hacia el claustro, el espectador se sume, como en un túnel que es algo más que virtual, en la memoria de un tiempo, el de los grandes hechos de la vida de Cervantes, desde mediados del siglo XVI a los comienzos del XVII.

Con un sentido didáctico, las salas van tomando nombres de su contenido, y en cada una se muestran piezas bien iluminadas con sus cartelas y explicaciones al lado. De tal modo que la exposición puede visitarse con guía (hay un grupo de entusiastas seguntinos y seguntinas que se han brindado todo el verano a cumplir este cometido) o por cuenta particular. Si antes se ha leído el Catálogo de la exposición, como confieso haber hecho, mejor que mejor, porque ya se puede valorar en su justo término cada espacio y cada pieza.

Imágenes de reyes y aristócratas en el espacio “El poder y su imagen” seguido de piezas que “negro sobre blanco” nos ofrecen libros, cartas, documentos y memorias escritas de los protagonistas. Más allá está los espacios dedicados a memorar la botica de San Mateo de Sigüenza, que tan alto papel cumplió en el cuidado de la salud de los seguntinos, y aspectos de la batalla de Lepanto, de las guerras de Italia o de los usos de los escritores, menesteres todos ellos en los que Miguel de Cervantes prestó con generosidad su propia biografía.

La zona roja

Dedicada a las piezas artísticas inspiradas por la religión. Al penetrar en las naves del templo, desde el Claustro, a través de la puerta del Jaspe, no solo una sensación de frescor percibimos, sino la sorpresa de la dimensionalidad del templo, cuyas bóvedas del crucero se alzan vertiginosas sobre el panel que alberga la serie de pinturas sobre cobre con representaciones del Génesis, a través de las cuales el hilo conductor nos lleva luego a la Sacristía “de las Cabezas” donde admiramos al detalle la riqueza de la orfebrería alcarreña, otros elementos sorprendentes como la imagen de la Virgen de la Salceda, el busto relicario de Santa Teresa y el “Divino Pastor” procedente del Museo seguntino. Todo ello en el marco del Sagrario, más allá de la reja mandada hacer por el Obispo Niño.

Sin quererlo la mirada se va a lo alto, y comprendemos que los antiguos supusieran allí, en el Cielo, la reunión de todos los buenos: de los antiguos héroes y de los modernos clérigos. Un monumento al humanismo neoplatónico esta sacristía de Covarrubias, con sus 300 cabezas (cristianos, moros y hebreros juntos) pregonando la generosidad del Salvador.

Siguiendo la girola del templo llegamos a la capilla del Doncel, y luego admiramos otras piezas, una talla de Giraldo, una vista en óleo del monasterio de Bolarque, el Cristo articulado de la Semana Santa seguntina, y al fin el Crucificado de Luis Tristán.

Piezas con sabor alcarreño

Si todo en aTempora es de interés, hay sin duda algunas cosas que me han llamado aún más la atención, porque nos las conocía y me han sorprendido por su valor y su impacto.

Una de ellas es el cuadro al óleo representando el antiguo Convento Desierto de Bolarque, levantado por los carmelitas pastraneros como origen de la Reforma de la Reforma (vale la repetición) y que aún hoy día sigue siendo oasis de los aventureros y los buscadores de ruinas casi transatlánticas.

Ese cuadro nos muestra, con una técnica naif, la visión que un fraile tuvo en el siglo XVIII de su convento, entonces vivo y dinámico, un lugar paradisiaco: sobre la orilla derecha del río Tajo, y bajo la protección de un orondo monte supercargado de vegetación, se ven los edificios del convento, que son fundamentalmente un convento grande y su aneja iglesia con espadaña, más la portada, y alrededor espacios de cultivo, como una viña y un colmenar (dedicación, la de la miel y las abejas, que fue emblemática de los carmelitas de este lugar), bancales de huertos, y muchas ermitas, dispersas entre la densa vegetación del pinar que lo engulle todo. Lástima que no conociera este cuadro en 1992 cuando escribí junto a Angel Luis Toledano Ibarra un libro monográfico sobre Bolarque, su historia y su patrimonio.

 

También son de destacar el grupo de cruces parroquiales que en vitrinas se muestran en el centro de la Sacristía de las Cabezas. Algunas proceden del Museo Diocesano, y son ya conocidas. Una es la gran Custodia de Guzmán, que ha sido restaurada y limpiada y luce como joya suprema.

De ese mismo autor, Gaspar de Guzmán, un orfebre de primera línea en la ciudad de Alcalá del pleno siglo XVI, es la cruz parroquial de La Puebla de Valles, que se me había ocultado hasta ahora a mis estudios.

A la belleza llamativa del conjunto de esta cruz, se añade un detalle exótico, no visto antes en la orfebrería española, cual es la presencia de la esfera armilar sobre el Cristo. En astronomía, a la esfera armilar se la conoce también como astrolabio esférico, siendo en realidad una esfera celeste que se utilizaba para mostrar el movimiento aparente de las estrellas alrededor de la Tierra y del Sol. La esfera armilar fue inventado por Eratóstenes hacia el 255 antes de Cristo, y su nombre procede del latín armilla (círculo, brazalete), en razón a que el instrumento está construido sobre un esqueleto de círculos graduados en los que aparecen el ecuador, la eclíptica y los meridianos y paralelos astronómicos. Muchos lo conocerán por ser hoy el escudo de la bandera de Portugal, en memoria de los grandes marinos y exploradores portugueses del Renacimiento. Sobre uno de los meridianos nos sorprende la aparición de tres signos del Zodiaco, concretamente Libra, Escorpión y Piscis, que nos están hablando del horóscopo de Cristo, de la fecha de su Pasión y Muerte. Los estudios y la popularidad que en el siglo XVI –más que hoy todavía- tenía el horóscopo, hace que cualquier cosa, incluso hechos históricos, se trataran de explicar a través de estas conjunciones de estrellas que se agrupan en las constelaciones del Zodiaco.

A esta cruz no le falta el símbolo del pelícano alimentando a sus crías, cristológico capital, más el sol y la luna. También aparece la frase “Mors mea vita vestra” en la esfera armilar, y entre todas las escenas y figuras, destaca la de Cristo, crucificado, una obra de arte sobre plata, mostrando un desnudo esbelto y apolíneo, con un paño de pureza de pliegues muy menudos. Solo por ver esta pieza ya merece la pena entrar a aTempora.

Tan cargado va el conjunto expositivo, que apenas si tengo tiempo de comentar lo que en la capilla de la Concepción nos espera. Aparte de su restauración, que ocurrió hace dos años y hoy se mantiene estupenda, aparece en el centro la llama viva del Greco en su “Encarnación” que tras ser traída y llevada, alabada y olvidada, hoy es clave del arte catedralicio. Y, junto a ella, los cuatro lienzos de Cristo y los Apóstoles procedentes del retablo o Apostolado de Armallones, que tras las vicisitudes sufridas (y que conté en mi artículo de “Nueva Alcarria” de 14 de febrero de 2014), se salvaron en el Museo del Prado. Aquí están los originales. Hay que disfrutar de sus solemnes posturas, de sus colores y formas, porque el Greco sigue presente en el emocionario hispano.

Procedentes del Museo Nacional de Artes Decorativas, donde no son masivas precisamente las visitas de nuestros paisanos, llegan varias piezas a Atempora que nos hablan de otro momento, de otro espacio capital de Sigüenza, su Hospital de San Mateo. A pesar de la desaparición durante la Guerra Civil del referido hospital (de origen medieval) y sus contenidos, algo se salvó, y fueron estos botes de la farmacia hospitalaria, preciosas piezas en cerámica esmaltada, pintada a pincel y torneada, en tonos azules principalmente, que ahora se muestran. Están hechos en Talavera de la Reina, hacia 1662, y se muestran en un espacio que parece hacer florecer un rincón de la farmacia, presidido por una talla en madera policromada de San Mateo, que ha sudo restaurado para la ocasión, tras llevar de acá para allá mucho tiempo en la catedral. El apóstol y evangelista es ayuda por un ángel a escribir en un infolio su aportación a la memoria de Cristo. Solo este rincón de aTempora, dedicado a la farmacia de la época de Cervantes, con sus estupendas piezas, forma por sí mismo una exposición monográfica.