La cabecera catedralicia de Sigüenza

lunes, 28 marzo 2016 0 Por Herrera Casado

Sigüenza_Catedral_CabeceraLa catedral de Sigüenza es, sin duda, el edificio más grandioso de nuestra provincia. Un edificio que comenzó a construirse en el siglo XIII y que tras numerosos avatares, como su casi destrucción durante la Guerra Civil, vuelve a mantenerse en primera línea, cuidado y perfecto, hecho un muestrario de arte y un centro neurálgico de la espiritualidad cristiana. Entre todos debemos defenderle y darle a conocer, como pretendo con estas líneas, en las que subo a la cabecera del templo, y describo cuanto allí se ve.

El altar de Santa Librada

Construido de 1515 a 1518 por encargo del obispo don Fadrique de Portugal, con diseño probablemente debido a Alonso de Covarrubias, habiendo intervenido en su realización los artistas Francisco de Baeza, Sebastián de Almonacid, Juan de Talavera y Peti Juan, muestra un estilo renacentista pleno y sosegado, estructurado en forma clara como un retablo. Tiene un zócalo con temas ornamentales, y sobre él se desarrollan tres cuerpos. La calle central, más ancha, presenta de abajo a arriba un hueco que alberga el altar y retablillo pintado, obra magnífica en óleo sobre madera, debido al pincel de Juan de Soreda, también a comienzos del siglo XVI, y en el que se representan escenas diversas de la vida y martirio de Santa Librada y sus hermanas. Más arriba, también en el centro, gran hornacina, cerrada por bonita reja hecha por Juan Francés y Martín García, en la que se guarda la urna que conserva las reliquias de Santa Librada; dicha urna es de piedra, y dentro de ella hay otra de madera chapeada con plata, obra del siglo XIV. Encima aparece el remate en forma de frontón, con bello grupo escultórico representando a la Asunción de la Virgen, titular de la catedral. Escoltando esta calle central, se ven ocho hornacinas en las que aparecen en talla otras tantas esculturas de santas, muy bellas y bien compuestas: son las ocho hermanas que la leyenda dice tuvo Santa Librada: Genivera, Victoria, Eumelia, Germana, Gémina, Marcia, Basilia y Quiteria. Las calles laterales se ocupan con diversos elementos ornamentales, carteles, ángeles tenentes del escudo episcopal de Fadrique de Portugal, y las escenas de la Anunciación y la Visitación. Todo ello escoltado por pilastras y balaustres, frisos y roleos cubiertos de una densa decoración de grutescos de estilo plateresco.

El mausoleo de Fadrique de Portugal

Formando ángulo con este altar, vemos el mausoleo de don Fadrique de Portugal, realizado en la misma fecha y por los mismos artistas. Se levantó hacia 1530, y al morir en Barcelona este prelado, fue traído aquí su cuerpo. Está estructurado conforme a un retablo, y consta de zócalo, tres cuerpos y coronamiento. El zócalo está profusamente adornado con grutescos, cartelas y detalles vegetales. En su centro aparece gran cartela con la inscripción o epitafio del obispo. Encima, un gran escudo del mismo, escoltado por las imágenes de San Andrés y San Francisco, en talla exenta y cobijadas por hornacinas aveneradas. Un magnífico friso del estilo lo separa del segundo cuerpo, que se centra por composición en que aparece don Fradrique, de rodillas, acompañado de dos familiares que le sostienen la mitra y el cirio, todo ello incluido en hornacina escoltada de balaustres y coronada por venera. A los lados, San Pedro y San Pablo. El tercer cuerpo muestra un grupo de la Piedad acompañado de los escudos del magnate. Y como remate del espléndido conjunto, un Calvario en relieve, de extraordinaria factura.

La Sacristía menor

Pasamos desde el crucero a la girola, y siguiendo nuestro camino, encontramos primeramente la Sacristía menor o de los Mercenarios. Es obra del siglo XVII, trazada y ejecutada por el arquitecto Domingo de Villa, con portada barroca y un interior poco luminoso, con alta bóveda de crucería gótica, en tradición.

El sepulcro de Bernardo de Agen

Sobre el muro de la girola, se encuentra adosado el enterramiento de don Bernardo de Agen, primero de los obispos seguntinos. Bajo un arco escarzano se ve su estatua yacente, que fue tallada en 1499 por Martín de Lande, y a ella la acompañan algunos relieves representando un Calvario y ángeles tenentes de símbolos de la Pasión. Bajo el enterramiento, hay larga leyenda explicativa.

La Sacristía de las Cabezas

Es este uno de los espacios arquitectónicos capitales del Renacimiento español: Su fachada, en piedra, de estilo manierista, fue construida en 1573‑74, por Juan y Pedro de Buega, bajo la dirección del arquitecto Juan Sánchez del Pozo, que fue el diseñador de toda la girola. En su parte alta sobresalen las tallas de algunos apóstoles, y San Antonio Abad en el centro. Los batientes de la puerta, en nogal tallado, obra del maestro Pierres en esa misma época, forman un conjunto iconográfico de interés, por cuanto muestran colocadas en casetones, talladas en mediorelieve, las figuras de 14 vírgenes y mártires, puestas en este lugar como una prefiguración de la puerta de la Gloria que es lo que viene a significar el interior.

Se trata de una gran estancia rectangular, en cuyos lados mayores se abren amplias hornacinas, en las cuales se alberga la cajonería con talla profusa, magnífica, plena de figuras y simbolismo. En las enjutas de los arcos aparecen enormes medallones representando bustos de profetas y sibilas. Entre ellos, pilastras adosadas y rematadas de bellísimos capiteles. Sobre la corrida cornisa se inicia la gran bóveda, de medio cañón, seccionada en cuatro partes, en las cuales aparecen varios centenares de casetones circulares, bien alineados, ocupados por rosáceas y cabezas humanas, estas últimas todas diferentes, provistas de una expresividad increíble, debidas a un verdadero genio del arte: Alonso de Covarrubias, que fue el diseñador de este recinto, aunque la talla directa se hizo, años más tarde, hacia 1550, por Martín de Vandoma, que en esta pieza se consagró como un consumado artista. Muchas de estas cabezas (hay 304 en total) son retratos de personajes de la época, incluyendo al Papa, al Emperador, a la mujer de éste, a diversos canónigos, cardenales, oficiales del templo, etc.

Frente a la entrada de esta sacristía, se abre la capilla del Espíritu Santo o de las Reliquias, guardada por la más bella reja de la catedral, obra del conquense Hernando de Arenas, labrada a expensas del obispo Fernando Niño de Guevara, cuyo escudo aparece grabado en ella. La capilla es una estancia de planta cuadrada, en la que luce un completo programa iconográfico, todo él argumentado en infinidad de tallas que lucen con profusión por muros y cúpula, viniendo a dar la imagen de la Iglesia, concebida como un edificio en el que los gentiles aparecen (como estípites) sosteniendo con sus brazos los arcos donde medallones con efigies de profetas y angelillos con los símbolos de la Pasión, mantienen a su vez la gran cúpula, que descansa sobre medallones con los cuatro Evangelistas en las pechinas y numerosos casetones con efigies de santos en la bóveda, rematado, por encima de la linterna, en la figura de Dios Padre y del Espíritu Santo. En las hornacinas y altar de las reliquias, se conservan también obras capitales del arte seguntino, entre ellas la gran Custodia procesional de plata, y ahora el cuadro de El Greco La Anunciación de María. En la sacristía no deben dejar de admirarse los batientes de madera de la ventana del fondo, con tallas bellísimas de los Evangelistas y Padres de la Iglesia, obra del maestro Pierres, también mediado el siglo XVI.

Otros altares

Siguiendo la girola, aparecen en ella colocados diversos altares, de época más moderna, casi todos del siglo XVII, con portadas de tono barroco y altares del mismo estilo. Son, en el orden en que estamos haciendo el recorrido, el altar de San Ildefonso, el altar de San Felipe Neri, con lienzo representando al titular, obra de Jusepe Martínez, el altar de Nuestra Señora del Rosario, con talla de la misma, muy bellamente pintada y estofada, el altar de San Roque, el altar de San Pedro Arbués, y la capilla del Santo Cristo de la Misericordia, construida en 1498 por Miguel de Aleas y Fernando de las Quejigas, con portada de estilo plateresco, arco de medio punto, y en lo alto un frontón triangular que muestraflameros recargados, escudos, volutas, niños y mascarones en su remate. Se cierra por sencilla reja labrada en 1649 por Domingo de Zialceta. En su interior, destaca la bóveda gótica, de gran efecto, y la magnífica talla del Cristo titular, obra anónima del siglo XVI.

La capilla de San Juan y Santa Catalina

Pasando de nuevo al crucero, en su brazo sur encontramos la capilla de San Juan y Santa Catalina, que fue primeramente uno de los ábsides catedralicios, luego dedicada a Santo Tomás de Canterbury, más tarde panteón episcopal, también de la familia La Cerda, y finalmente, desde finales del siglo XV, propiedad de la noble familia seguntina de los Arce, que la dedicaron a enterramiento de los suyos. La portada es obra de estilo plateresco, trazada y ejecutada por Francisco de Baeza, Sebastián de Almonacid, Juan de Talavera y Peti Juan, siendo Juan Francés el autor de la magnífica reja. En el frontón de la portada, luce un encantador grupo de la Epifanía, y los escudos de la familia patrocinadora aparecen por ella distribuidos.

De los sepulcros que aquí se guardan, sobresale especialmente el de Martín Vazquez de Arce, el Doncel, joven muerto en la lucha contra los moros de Granada, en el año 1486, a los 25 de su edad. Según Ortega y Gasset, la estatua más hermosa del mundo. La importancia de esta escultura merece un capítulo aparte, y a ello pienso dedicar la colaboración de la semana próxima.