El paseo de la Concordia, corazón verde de la ciudad

sábado, 27 junio 2015 4 Por Herrera Casado

Concordia_11En estos días aparece una obra, escrita por Pedro J. Pradillo y Esteban, que nos entrega entera y verdadera la larga historia del parque de la Concordia. Va a ser en el próximo otoño, mediado octubre, cuando se presentará en un acto cultural de la Biblioteca Provincial este libro, que ya está despertando un gran interés en los cada vez más numerosos interesados en conocer nuestro patrimonio histórico y cultural.

En mil ocasiones, y por variados motivos, hemos pasado y paseado por La Concordia, en días de húmeda neblina y en atardeceres veraniegos cargados de vencejos y golosinas. Las Ferias tuvieron sus entrañables luces recogidas entre los árboles, y diversos desfiles, juras de banderas y proclamas políticas y ciudadanas se repitieron –de esto hace ya muchos años- sobre el arenal de su salón central. La Concordia ha sido, no cabe duda, el lugar de referencia de una ciudad que ha crecido por sus cuatro costados, que se ha hecho mayor y sabia, pero que mantiene su corazón con el mismo latido y en el mismo lugar de siempre. Su corazón verde. La Concordia.

Rescatamos parte de la memoria de la ciudad

La forma que Pedro Pradillo Esteban tiene de abordar la historia del Paseo de la Concordia, es muy plural y atractiva. Primero estudia, año por año, las decisiones que le hicieron nacer, los sucesivos añadidos, las mejoras paulatinas, formas y colores, árboles, fuentes, kioskos, fiestas, solemnidades, juras de bandera y fiestas de scouts… y luego se entretiene en cribar de periódicos, actas y poemarios, todo lo que se ha escrito sobre el Parque a lo largo de sus 160 años de vida.

Entre esos escritores, quiero citar las frases que Jesús Orea dedica a nuestro más emblemático espacio de entretenimiento. Y así, en la página 197 se desgranan los piropos que el periodista alcarreño le dedicó al paseo de la Concordia en el “Guadalajara Dos Mil” de febrero de 2004:“La Concordia se ha ido convirtiendo con el transcurso de este siglo y medio de historia en mucho más que una simple zona verde. La Concordia fue, al principio y por espacio de muchos años, el único gran parque de la ciudad y, con el paso del tiempo y aunque Guadalajara se fue dotando de nuevas y amplias zonas verdes, ha sido y sigue siendo el parque más emblemático y de referencia de la ciudad, testigo de numerosos aconteceres históricos y sociales y cómplice de no pocos instantes familiares e individuales, guardaos en la memoria y en el corazón de las sucesivas generaciones de guadalajareños”. Estas frases las lanzaba con motivo del 150 aniversario de su creación, que fue conmemorada muy cumplidamente por el Ayuntamiento con una gran fiesta de época, y una breve publicación evocadora.

Los nombres del Parque

Desde su creación en 1854, el Paseo de la Concordia ha recibido diversos nombres. El primero, y que hoy mantiene, se refería a la amistad convenida entre unos y otros partidos políticos, tras los años de tensiones y aún enemistades violentas. Este nombre fue propuesto por don José María Jáudenes, gobernador civil de la provincia a la sazçon, quien además pidió que se pusiera su nombre a la calle que, en redondo, rodea al parque, tal como hoy lo hace la calle del capitán Boixareu Rivera.

El segundo de los nombres, lo recibió en 1937, en plena Guerra Civil. Una asociación “cultural” propuso que se le diera el nombre de Parque de la Unión Soviética, que mantuvo hasta la primavera de 1939 en que pasó a ser denominado con los apellidos del protomártir de la sublevación: José Calvo Sotelo. Al fin, llegó el razonamiento clásico y recuperó el nombre inicial, de La Concordia, en 1981, a petición del alcalde Irízar.

Los inicios del Parque

Sobre las eras de la ciudad, demasiado cercanas ya al área habitacional, tres nombres se coaligaron para dar nacimiento al primer parque de Guadalajara. Concebido como un paseo, despejado y con árboles, el alcalde don Francisco Corrido, con visto bueno de su corporación municipal, y la autorización del gobernador civil Jáudenes, encargó el proyecto al profesor de la Academia de Ingenieros militares, don Angel Rodríguez Arroquía, quien diseñó las obras. El paseo, finalmente, se inauguró a las puertas del verano, concretamente el 13 de junio de 1854. Se componía de “un paseo central y dos bandas de jardines, rodeado todo por las calles del perímetro”.

A lo largo de los años fue cuidado y protegido por el Ayuntamiento, que sabía era este de La Concordia un espacio que daba prestigio a la ciudad, y que se convertía, rápidamente, en punto de encuentro de la ciudadanía. Elllo conllevó numerosas mejoras, paulatinas remodelaciones, y añadidos como especialmente el muro de piedra que se construyó, a inicios del siglo XX, para separarle de la calle “Carrera de San Francisco”.

Se fueron añadiendo fuentes, remodelando los jardines, y el gran kiosko de la música, que se levantó en 1915, diseñado por el arquitecto municipal Francisco Checa. Se pusieron algunos elementos constructivos en su interior, siempre livianos y que por ello fueron efímeros: una biblioteca, algún puesto de bebidas, un tablado para la música, una sala para proyecciones de cine… el libro de Pradillo nos va dando pormenorizadas esas aportaciones, con años, nombres y decisiones. Los arquitectos municipales siempre fueron responsables de las actuaciones y mejoras de La Concordia.

Tiempos modernos

Tras la Guerra Civil, con la ciudad destruida, también al Parque le llegó la hora de mejorar, y dinamizarse. Una de las transformaciones que aún permanece es la vía transversal que se le abrió desde San Roque a la Carrera, con el objeto de que pudieran desfilar, y pasear sin problemas, los cadetes que desde 1940 se alojaban y formaban en la Academia de Infantería que provisionalmente se instaló en el recinto de las Adoratrices. Hoy se ha mantenido y se ha colocado una fuente luminosa en su centro.

También en 1954 se le pusieron dos grandes pilastras que señalaban, y siguen señalando, la entrada principal del parque. Todavía el primer Ayuntamiento democrático intentó grandes reformas, casi espectaculares, como la eliminación del muro hacia la Carrera, la erección de columnatas con estatuas, etc, que no se llevaron a cabo, quedando como hoy lo vemos, satisfecho él, y sus paseantes, del aire decimonónico que aún tiene, a pesar de haberle sumado (y luego retirado) algunas cosas, como bares, bibliotecas, estatuas… Precisamente de esas estatuas, las que hay ahora, las que hubo antaño, hace una relación curiosa y muy ilustrativa de lo que en cada tiempo la ciudad ha considerado “carne de mármol” o recuperación de antigüedades dignas del marco verde de las plantas.

El autor de este libro, como colofón de su estudio histórico y documental, plagado además de imágenes, planos, grabados, fotografías de festividades y desfiles… propone en su epílogo que se recupere aún más nítidamente el aspecto inicial, eliminando (por ejemplo) los falsos montículos que le hacen perder perspectiva, o aumentar el espacio de la explanada central que permita el uso del parque en todas las estaciones.

La segunda parte de esta obra, la titula Pradillo de “Crónica ilustrada”, y en sus páginas van apareciendo crónicas periodísticas, textos de actas municipales, versos de Luis Cordavias, retratos de tipos clásicos del entorno, como “el Arenero”, Perico “el Buche”, Cesáreo “el Barquillero” o el guarda Bernardo a quien muchos aún recordamos con su ancha banda de cuero y la insignia metálica que le confería un poder omnímodo.

Muchos de esos textos son testimonio escalofriante de hechos reales, y otros son sueltos y gacetillas de anécdotas desternillantes. Los firman Salvador Toquero, Rubén Madrid, Jesús Orea, Pedro Aguilar, Gil Montero, Ochaita y los redactores de “Flores y Abejas” y “Nueva Alcarria”.

Con todo ese material, dispuesto en una agradable y manejable formato de libro cuadrado, entre imágenes continuas y evocadoras de tiempos palpitantes, discurre este libro que muchos alcarreños van a tener, desde ahora, como de cabecera, porque por más que se lea y se relea, siempre nos sorprenderá algo nuevo y divertido.

El libro sobre La Concordia

En el camino de los análisis históricos y patrimoniales, nos llega ahora este magnífico estudio del doctor Pradillo Esteban sobre el más antiguo y clásico de los parques de la ciudad de Guadalajara.

Se trata de un libro con edición muy cuidada, muchos gráficos y cómoda tipografía, en el que el autor aborda la memoria de esta parte latiente de la capital a través de dos grandes partes: la primera, es el estudio histórico y documental. La segunda, un anecdotario a través de escritos ajenos, recortes de periódico, y fotografías antiguas.

Estos son los datos concretos del libro que acaba de aparecer publicado por la editorial Aache y la colaboración del Axcmº Ayuntamiento de la ciudad: Pradillo y Esteban, Pedro J.: “El Paseo de la Concordia. Historia del corazón verde de Guadalajara. Aache Ediciones. Guadalajara, 2015. 208 páginas, 20 x 20 cms. grabados en color. Encuadernación en cartoné. ISBN 978-84-15537-73-1. PVP, 24 €.