Este año no hay Feria del Libro

viernes, 8 mayo 2015 1 Por Herrera Casado

FeriaLibro2015dHoy hubiera sido uno de los varios días, luminosos y rientes, de la Feria del Libro de Primavera de Guadalajara. Polémicas y declaraciones, cartas y reuniones, malentendidos y al final una incuestionable falta de voluntad política, la decisión final sobre la Feria se ha sentenciado: el 2015 se queda sin ella.

Y así de sencillo ha sido el tema. El Ayuntamiento de Guadalajara, su equipo de gobierno, ha decidido finalmente no celebrar la Feria del Libro. Empeñado el Equipo de Gobierno en ponerla en la Plaza Mayor, finalmente no se ha celebrado. Los libreros, y la mayoría de la población según se ha manifestado en una amplia encuesta, la prefieren en La Concordia. Pero esa voluntad popular, claramente manifestada, no se ha escuchado.

En estos días que la Feria hubiera ocupado, con sus casetas, recitales, presentaciones y firmas de famosos, los umbríos laterales del paseo de entrada a la Concordia, entre otros muchos se hubieran presentado a los lectores, que de en año en año esperan novedades, algunos libros que considero de interés comentar aquí.

Uno con la historia de un pueblo cercano, Aldeanueva de Guadalajara, cuyo templo parroquial es ejemplo extraordinario del románico mudéjar; otro sobre Huertapelayo, el pueblecito del Alto Tajo que guarda sorpresas de Naturaleza en todos sus rincones. Otro aún sobre cocina (la de los dulces tradicionales) guadalajareña, y finalmente el esperado libro sobre “La Concordia”, que hubiera encontrado su lugar natural para su presentación.

De Aldeanueva de Guadalajara puedo decir que, finalmente, el libro se presentó el pasado viernes 1º de mayo en el propio pueblo. En el local de “El Granero”, y que sirvió para amenizar una tarde de primavera en la cercana población.

El libro ha sido escrito por el abogado don Mariano Rueda Juan, autor de otras historias locales, y persona que sabe moverse en archivos y largas relaciones antiguas. Una de ellas, que protagoniza entero un capítulo de la obra, hace alusión al pleito que durante el siglo XVIII enfrentó a las poblaciones de Atanzón y Aldeanueva por el uso y aprovechamiento de los terrenos que antiguamente formaron el ya extinguido pueblo de Centenera de Suso (del que hoy quedan evidentes ruinas en lo alto de la orilla izquierda del arroyo Matayeguas, y al que se llama popularmente San Marcos), y que la sentencia final, dictada en la Real Chancillería de Valladolid, en 1754, decía que “FALLAMOS atento a los autos y méritos del proceso de este dicho pleito y causa que habemos de declarar y declaramos por propio y privativo de dicha villa, Concejo y vecinos de Aldeanueva, el término despoblado de San Marcos según se demarca y deslinda en el mapa y vista ocular ejecutada en este pleito”.

De Aldeanueva hablan largo y tendido muchos viejos documentos: las Relaciones Topográficas, el Catastro de la Ensenada, los papeles de la Desamortización… En 1845, el diccionario del ministro Madoz da una definición muy certera. Y entre otras muchas cosas dice que “Tiene 84 casas de un solo piso. Combatido de todos los aires, porque no tiene ninguna altura que le domine en muchas leguas; de clima, sano y frío, las enfermedades que se sufren son agudas”. O sea, que no se andaban con problemas crónicos: todos vivían sanos hasta que les llegaba el momento, de golpe.

Hablando de enfermedades, es muy sustanciosa la relación que Rueda Juan nos da de la epidemis de gripe de 1918 en Aldeanueva. Una trifulca considerable entre el alcalde y las otras fuerzas vivas (médico y párroco) se sustanció en las páginas del “Flores y Abejas” que entonces tuvo de muchas cosas que ocuparse, por motivo de aquella peste que se llevó a cientos de miles de españoles.

El libro sobre Aldeanueva acaba con un capítulo espectacular, el referido a su iglesia parroquial. En él se habla de la arquitectura románica en la que está construido el templo, con sus formas solemnes, medievales, y sus materiales espléndidos, la piedra y el ladrillo. Además toca otros elementos patrimoniales, como el Vía Crucis de piedra granítica que va de la iglesia a la ermita de la Soledad: uno de los pocos ejemplos completos de estos itinerarios píos que quedan en la provincia.

De Huertapelayo, decir que también se lució el libro en el pasado Día de Sant Jordi en la Rambla de Badalona. La autora de “Historias y Leyendas de Huertapelayo”, la escritora Marta Embid Ruiz, hubiera asistido a esta presentación en la capital de la Alcarria, aunque se reserva su papel para este próximo verano, en el lugar acorde con el título.

Este libro, de estructura limpia y clara, nos transmite las esencias de un pequeño pueblo serrano. La geografía nos habla de sus montes, altitudes, clima, flora y fauna. La prehistoria, de sus habitadores primeros, celtíberos por supuesto, y de sus huellas más o menos visibles. El patrimonio, muy reducido a la iglesia y algunas construcciones típicas, nos muestra los brillantes colores del altar barroco de su pequeña iglesia. La Naturaleza se alarga a mostrar paisajes, picachos, cascadas, puentes y fuentes, excursiones posibles… y finalmente los capítulos, entrañables y cordiales, que nos desgranan las leyendas que cuentan en el pueblo, las historias de emigrantes, las tareas de los pinares, los remedios caseros, y un largo etcétera de curiosas noticias sobre el tejido rural y tierno de un pueblo que existe de milagro, porque en Huertapelayo, que por la forma de desarrollarse España en los años 60 del pasado siglo hubiera llegado a desaparecer sin duda, hoy es un lugar de mítica peregrinación, un lugar al que apetece ir, y más después de pasear la vista por las páginas escritas y los grabados coloristas de este libro que Marta Embid ha cuidado tanto, y con él ha conseguido tan excelente resultado.

Del Recetario del Dulce Artesano en Guadalajara, también quiero sumar la noticia de que ha sido ya presentado en la propia Diputación Provincial, patrocinadora de la publicación, el pasado Día del Libro, 23 de abril. Con la asistencia de la Presidenta Ana Guarinos, y de los hijos del autor, Milagros y Antonio Ferrero, que supieron conservar y dar forma de libro a las innumerables recetas que su padre, desde el obrador de la Confitería Villalba, supo crear para recreo de los paladares alcarreños…

El libro, vistoso y atrayente por sus cientos de fotos, su color y sus claras ofertas de dulces a través de recetas, muestra la obra de Antonio Ferrero Boya (1921-2005) artesano del dulce, siempre reconocido por su aportación a la artesanía del dulce en Guadalajara, siendo sus especialidades más notables los famosos «feos», las pastas de almendra, las pastas de piñones, el turrón de yema, los merengues de café, el huevo hilado, los bizcochos borrachos, las trenzas de hojaldre y el roscón de Reyes. De su vida sencilla y laboriosa poco puede decirse que no tenga que ver con los obradores de las pastelerías.

Para cuantos de jóvenes nos acercamos muchas veces a los escaparates de la confitería Villalba, en la calle mayor de Guadalajara, y sentíamos cómo se nos hacía la boca agua al ver aquellas golosinas maravillosas que endulzaban las tardes infantiles (los feos, los hojaldres dulces, los merengues de café, las pastas de piñones…) es ahora emocionante comprobar que todas se han reunido, escritas y fotografiadas, en este libro que es como un tesoro precioso, como un pasaporte a la infancia, y como un legado generoso del que el autor quiso que nos apropiáramos todos. Sus hijos Antonio y Milagros han sabido recoger aquel deseo de su padre, y han conectado con la sociedad no solamente rehaciendo aquellas suculentas nimiedades, sino recogiendo en este libro tan cuidado los afanes de Antonio Ferrero.

Al final, mencionar otro libro que hubiera tenido seguro su cabida en esta Feria nonata. La historia del Paseo de la Concordia, “el corazón verde de Guadalajara”, una deliciosa crónica escrita por Pedro J. Pradillo, de la que daré noticia en breve, porque va a ser presentado, en todo caso, muy pronto, aunque ya pasadas las elecciones. Un libro que será clave en el conocimiento de la ciudad, de su intrahistoria, de sus gentes, de sus costumbres, de sus mínimas alegrías y de sus sobrepasadas tristezas.

La historia de este Paseo de la Concordia, que al no poder ser presentado en ese ámbito natural y lógico, como era la propia Concordia, (y así se pensó hacer desde el momento en que cuantos nos pusimos a trabajar en su plasmación lo habíamos pensado) es una sucesión de visiones urbanísticas de distintas épocas.

Libro de historia, de arte y de costumbres, la obra de Pradillo rescata la memoria de un pueblo, y lo hace con sencillez, llaneza, aire divulgativo, estilo accesible a todos. Consta de dos partes: en la primera, y a través de diversos capítulos, por épocas, nos cuenta por qué, cuando y quién hizo el Paseo, las sucesivas reformas, añadidos, proyectos… reuniones, actos, concentraciones. En fin, una visión documental, y muy precisa, complementada con fotografías a todo color, y con una segunda parte en la que el autor rescata de periódicos locales muchas noticias referentes a la Concordia, algunas verdaderamente curiosas, otras hilarantes y todas destinadas a quedarse en el corazón de los alcarreños que aman su ciudad y la viven.

En esta ocasión, en este 2015 que está resultando tan raro, al menos en lo que se refiere a la promoción de la cultura en Guadalajara, la fallida Feria del Libro no va a evitar que los libros corran, de mano en mano, y que las gentes vayan, estos días de espléndida primavera, a comentarlos, a añorarlos incluso, entre los bancos y las avenidas floridas de esta Concordia que en esta ocasión se ha quedado un poco triste, por haberse quedado sin su Feria del Libro de Primavera.