Algo que ver: los soldados de Cristo llegan a Budia

viernes, 11 abril 2014 1 Por Herrera Casado

Ya está en las puertas la Semana Santa. El Jueves que viene, día santo en los anales del Cristianismo por ser conmemoración de la institución del Sacramento de la Eucaristía, se celebrará de mil modos por toda España. En la Alcarria, hay un lugar que centra la atención de todos, porque esa celebración se tinta de tradición y seriedad, de solemne belleza y aparatosa muestra de respeto: son los “soldados de Cristo” que llegan, que salen de Budia, y despiertan el interés de propios y extraños.

La celebración de la Semana Santa en Budia está centrada por “Los Soldados de Cristo”. Para los pueblos cristianos, la conmemoración de la muerte de Cristo  se tinta de mensajes de penitencia y dolor, de consideración del sacrificio hecho por Dios mismo al entregar a su Hijo a los mayores padecimientos, y a la muerte, con objeto de dar ejemplo y redimir a la Humanidad.

En Budia se celebra con los diversos actos religiosos que en cualquier otra parte de la España cristiana tienen lugar: procesiones, cánticos, ceremonias en la iglesia, sermones, etc. Comienza el Domingo de Ramos con la bendición de las palmas y los ramos de olivo, previamente adornados con cintas y colgando alguna rosca que hacían las madres, sin  olvidar la costumbre de estrenar algo, pues ya se sabe, “el Domingo de Ramos, quien no estrena se queda sin manos”.

La celebración de la Semana Santa en Budia está aderezada con las ceremonias que organizan los miembros de la Hermandad de “Los Soldados de Cristo”. El mismo Domingo de Ramos, los miembros de la hermandad se reúnen por primera vez, tras una suculenta merienda, procediendo a sortear las guardias y distribuyéndose las funciones que tendrán lugar en días venideros (guardias, custodia del sepulcro, lavatorio, acompañamiento del abad, etc.).

El Miércoles santo comienzan los oficios o liturgias de penitencia, y es esa noche cuando se ofrece el Oficio de Tinieblas, donde acuden los niños, con impaciencia, esperando el momento de tocar “a rebato” y poder hacer con sus carracas todo el ruido que quieran, pues en ese instante se apagan todas las luces y se tapan todas las imágenes con telas negras.

El Jueves Santo vuelven a juntarse los miembros de la Hermandad, esta vez en el lugar denominado como “las Cuatro Calles” formando allí militarmente, en fila de a dos, hasta que el teniente da las novedades al capitán, y comienza la  marcha en formación hasta la iglesia. Al llegar a esta, el capitán pasa revista a los Cofrades, mandando formar a ambos lados de la puerta un pasillo por el cual pasan los feligreses, mientras el capitán con cuatro soldados va en busca del sacerdote  a su casa, y, en llegando, da tres golpes en la puerta, abriéndose y diciendo el sacerdote: ¿Que deseáis?, y contestando el Capitán: Deseamos escoltarle hasta la iglesia, como corresponde a nuestro abad.

Así es custodiado por los cuatro soldados más el capitán  que va al frente, llegando de nuevo al atrio de la iglesia, donde  el oficial pronuncia estas palabras: Representamos a Budia, hagámoslo con honor y defendamos el Santo Nombre de Cristo.

Antiguamente, y antes de pasar al interior del templo, aparecía la figura del judío,  quien con sus ruidos molestaba a los feligreses. Hoy esta figura ya no sale.

A continuación comenzaba la Misa, formando los Soldados de Cristo a ambos lados del párroco una homogénea hilera de apuestos hombres vestidos de negro, y saludando con un sonoro llamamiento de carracas el momento de la Consagración, en el que además todos ellos se ponen con una rodilla en tierra, inclinando sus lanzas hacia el suelo. En otros momentos de la misa los soldados ayudan al sacerdote, como en el Lavatorio, al que asisten también el Capitán y el Teniente.

Acabada la misa, quedan dos soldados de centinelas, mientras el resto asiste a la procesión, colocándose el Capitán tras la cruz, e indicando los lugares donde deben realizarse las paradas.

El Viernes Santo los soldados tienen como primer deber preparar el Vía Crucis, en el que escoltan al portador de la Cruz. En la tarde de ese día, en la solemne  procesión del Entierro, los Soldados llevan sobre sus hombros el “Sepulcro de Cristo”, terminando la procesión en la ermita de la Soledad, donde dos de ellos hacen guardia desde mucho antes. Poco antes del anochecer se han colocado antorchas desde la iglesia hasta la ermita de la Soledad, y a las once de la noche se apagan todas las luces para que dé comienzo la procesión de las Antorchas, en la que la imagen de la Dolorosa se acompaña por el golpeteo de las lanzas contra el suelo. Es este un espectáculo sobrecogedor donde se une lo profano y lo litúrgico, llegando así finalmente a la ermita. Los soldados de guardia ya no recibirán la visita de “La cantinera” pues esta otra figura de la Semana Santa budiera también ha desaparecido.

El Domingo de Pascua se despierta Budia con alegría, acercándose los vecinos, poco a poco, al atrio de la iglesia, donde habrá una hoguera  y en ella se encenderá un gran cirio. En ese momento comienza un alegre repique de  campanas, anunciando a todos que el Señor ha resucitado. Ese día tiene lugar, a continuación de la Misa de Pascua, la procesión del Encuentro, que se forma en dos bloques: uno en el que van los hombres llevando las andas de Cristo Resucitado, y otro en el que van las mujeres con las andas de la Virgen María, cubierta con un velo, que se quitará al encontrarse ambas procesiones en la Plaza Mayor. El párroco va caminando bajo palio, con la Custodia, acompañando a la procesión de los hombres. Mientras, las mujeres cantan:

 

Por allí viene Jesús

aquí tenemos su madre

hágase la gente a un lado

que viene a visitarme

que hace que no se han visto.

Buenos días tengáis madre

con alegría y contento

como la tuvo José

la noche del Nacimiento.

Quitarle el luto a María

Que ese luto es muy pesado

No es razón de que lo lleve

Que su hijo ha resucitado.

Quitarle el velo a María

Quitarle ese velo negro

Que ya cantan de alegría

Los ángeles en el cielo.

Aleluya rosa hermosa

Aleluya sol dorado

Hoy es el triunfante día

Que tu hijo a resucitado.

Oh! Que mañana de Pascua

Oh! Que mañana de flores

Oh! Que mañana tan bella

ha amanecido señores.

Se le dan las buenas pascuas

al señor cura primero

a toda la compañía

y a todo el Ayuntamiento.

A los Soldados de Cristo

Debemos de saludar

por que han cumplido su cargo

como era de desear.

Tras la bendición del cura, todos regresan a la iglesia, donde se materializa el triunfo de la Cruz sobre las lanzas con estas palabras. Este es el triunfo de Cristo resucitado. Esta “procesión del Encuentro”, ha tenido siempre y desde muy antiguo, una gran tradición en los pueblos de la Alcarria, y hoy se mantienen en muchos de ellos.

Antiguamente, el Domingo de Pascua tenía por la tarde la celebración de “rilar el huevo”, que consistía en ir en familia, o en pandillas, hasta las afueras de la villa, y allí merendar, a base de hornazos y huevos de Pascua.

Cabría hacer mención a las cofradías que hubo antiguamente, y las que hoy quedan en Budia. La de los Soldados de Cristo, evidentemente, es la más importante, pero antiguamente existieron las que llamaban de los nicolases y las de los crispines. Ambas eran típicas sociedades de socorros mutuos, de ayuda en enfermedades, de acompañamiento en entierros, y de celebraciones religiosas en los días de sus patrones, San Nicolás y San Crispín, respectivamente. En todo caso, estas celebraciones [que hoy personifico en Budia, como villa en el corazón de la Alcarria] suponen una constante en el popular arraigo de las tradiciones multiseculares de nuestra tierra, y que mal o bien se siguen manteniendo, aunque hoy los tiempos están “que pasan” de lo antiguo y solo se fijan el efímero fulgor de lo moderno.