Guadalajara en la Feria del Turismo

viernes, 24 enero 2014 0 Por Herrera Casado

Iglesia románica de Sauca

Del pasado miércoles 22 al próximo domingo 26 de enero, Madrid abre sus puertas a la cartelería del Turismo Mundial. En la Feria Internacional de Turismo FITUR’14 se dan cita todos los países, las regiones y los municipios con voluntad de que los turistas vayan a sus respectivos lugares de convocatoria. Pero ¿qué se consigue realmente con esa hiperplasia de folletos, de músicas, de piscolabis y de discursitos? ¿Qué vaya más gente a visitarlos? Yo lo dudo.

La tarea de promoción de un espacio con vistas a captar visitantes no es algo que se complete en 4 días de exposición. Repartiendo tarjetas, trípticos y CDs a unos cuantos miles de madrileños que ya han hecho de esa Feria un clásico paseo para entretener el ocio del último fin de semana de enero. Salen de allí con cuatro bolsas enormes cargadas de papelería coloreada, y a la semana siguiente, sin apenas haberlos mirado, se vuelcan en su rutina. ¿Quedó algo en sus cabezas –¿y en sus deseos y planes? – de lo que allí se mostró?

Guadalajara, una provincia turística

Si de manera desapasionada el lector analiza la capacidad productiva y creadora de riqueza que tiene Guadalajara, poco le va a sobrar de la cuenta que eche sumando la central nuclear de Trillo, la cristalera de Azuqueca y las llanuras cerealistas de la Campiña, la Alcarria y el Señorío. Lo siento, pero hoy por hoy no se ve más maquinaria productiva que eso. Algunas fábricas –la Mahou por ejemplo- tan mecanizadas que apenas si precisan de seres humanos, y algunas explotaciones ganaderas, alguna bodega y pequeñas industrias transformadoras o talleres de servicios. Y eso concentrado en el área del Henares. Un paseo por el resto de la provincia termina a uno de convencerle de que aquí solo hay aire, pueblos semivacíos, paisajes desiertos, olores antiguos…. ¿y eso, no tiene valor? Un valor inmenso, que mucha gente busca, y que es necesario enseñar, promocionar, ofrecer en ámbitos lejanos y más poblados.

Desde hace muchos años, el porvenir de Guadalajara se ha ido decantando hacia una sola salida, dado que otras que se intentaron resultaron fallidas: es la de promoción del turismo, intensa e inteligentemente llevada. Porque contamos con el mejor material, que luego repasamos, y con un mercado enorme, de millones de “clientes”, deseosos de conocer realidades ocultas. Madrid a un paso, Valencia a dos y Barcelona a tres (por traducir horas de AVE en pasos…). El gran problema es que, cuando esos viajeros/turistas vengan, qué se van a encontrar…. pues una provincia enorme en la que apenas (salvo unas cuantas referencias estimables y concretadas en los sitios mayores) hay lugares donde comer un domingo.

En la provincia de Guadalajara, con más de 12.000 kilómetros cuadrados de superficie, hay cuatro grandes comarcas, bien definidas, que ofrecen cada una sus peculiares características. En ellas (Campiña del Henares, Sierra Norte, Señorío de Molina y la Alcarria) se suceden los fantásticos paisajes, que pueden no ser muy llamativos, pero que captan el entusiasmo, el amor, la nostalgia de muchos. De esa ascensión al Ocejón desde Valverde, al camino junto al Tajo que discurre del Puente de San Pedro a Poveda, o desde los valles del Ungría y el Matayeguas en primavera hasta las cárcavas de Puebla de Valles y Valdepeñas, hay cientos de espacios en los que la gente se muestra entusiasmada y con ganas de volver.

Aparece luego el elemento patrimonial, en el que nuestra provincia es líder en muchos aspectos. Palacios (el Infantado, el de los duques de Cogolludo, el del Virrey en Molina, las casas grandes del Señorío…) castillos, iglesias románicas, templos con retablos, cruces procesionales que serían deslumbrantes e inolvidables si se enseñaran, arquitectura popular (lo poco que ha quedado de la arquitectura negra, porque todo lo demás se arrasó sin contemplaciones) y mil cosas más que enganchan.

Siguen las fiestas, que transmiten la idiosincrasia y el venero ancestral en días concretos, (ahí está La Caballada, pionera del espíritu castellano, sobreviviendo como puede, o las danzas del Corpus en Valverde, o las botargas y allegados por la Campiña…) y de ellas nacen costumbres, canciones, hablares y comeres que duran todo el año, que cualquier momento es bueno para disfrutarlas.

Y tiene aún nuestra provincia un valor patrimonial importante, inmaterial, que no se ve o se palpa, pero que a muchos (si se les enseñara y descubriera) les haría venir a disfrutarlo. Es la historia, las gentes que la fraguaron, los lugares donde fue vida: con ellas se ha hecho una “Ruta del Cid” que se hace consistente y única gracias a un personaje histórico, no a otra cosa. Y con personajes como él podrían fraguarse otras fuentes de atracción. Por ejemplo, con don Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, quien con su solo nombre concita continuamente visitas a la villa alcarreña en la que, cuando los viajeros llegan, solo encuentran una ancha plaza limpia, unas callejuelas empinadas y un alto cerro donde dormitan las piedras del viejo castillo. ¿Qué no se podría hacer en torno a don Juan Ruiz, y a su periplo andariego? La “Ruta del Arcipreste” fue definida hace años ya, la vió y sostuvo en sus manos don Manuel Criado de Val, y se concretó con pelos y señales, con pueblos y lugares, en 1997 en el Congreso Internacional sobre la Ruta del Arcipreste que unos cuantos montamos en esta ciudad. Varios escritores, incluso, han escrito libros sobre ese Viaje del Arcipreste, sobre su Ruta, sus recuerdos… pero son iniciativas particulares, que sin emprendimientos oficiales no pueden llegar muy lejos.

O más ejemplos: con un Museo de la Celtiberia consistente y bien hecho (hay material de sobra); con los lugares del Empecinado; con los trayectos de los Reyes (de España y entonces de Europa); con las rutas que hicieron los viajeros extranjeros durante el Romanticismo; con el recuerdo de los escritores (desde Alberti a Cela, desde Henry Ford a Hemingway) que iluminaron sus retinas con nuestros paisajes; con la explotación de la plata en las minas de Hiendelaencina; con las batallas que fraguaron los libros de historia (es decir, Villaviciosa, el cerco de Zafra, la batalla de Brihuega…) y los personajes que iluminan hoy el recuerdo de la historia de España: la Princesa de Éboli, el Condestable don Alvaro de Luna, el arquitecto Covarrubias, el Cardenal Mendoza… hay cosas, temas y elementos para no acabar en varios días. Y, por supuesto, para llenar de motivos “visitables” esta tierra. Aunque (vaya, qué lástima) la mayor parte de las cosas son pasadas, son históricas, y eso hoy no se lleva, porque a la nueva sociedad española se le ha enseñado a ignorar, cuando no a despreciar, esas memorias tan remotas cuajadas de gentes tan repulsivas…

Una ocasión desperdiciada

En la Feria FITUR que se está celebrando estos días, tanto la Diputación Provincial como el Ayuntamiento de Guadalajara, al menos de forma destacada entre los demás entes provinciales, participan con stand y con folletos. No creo que vaya a por ellos, porque la mayoría de sus textos me los conozco ya (algunos los he escrito yo, y en tiempos remotos) y porque hay demasiado barullo. Aprovecharé a pasear por algún camino nuevo, por la Alcarria de Mantiel, por el páramo de la Torresaviñán o por el sabinar de Concha, y seguiré pensando que gastar dinero y tiempo en acudir a FITUR no es el mejor  camino: no a una Feria, sino a los lugares donde están los potenciales viajeros, y ofrecerles esa riada de cosas que tenemos. Ahí es donde hay que ir. Dar charlas con imágenes de nuestros paisajes; conferencias ilustradas con nuestros castillos; cursos de iniciación al conocimiento del románico alcarreño; repasos hablados y actuados de nuestras festividades; compromisos incluso de creación de grupos que sepan de verdad lo que tenemos y el valor que atesoran nuestras tierras y nuestras historias.

Y todo esto hacerlo en Madrid, en centros culturales y excursionistas, en asociaciones de tiempo libre, de jubilados, de colegios y bibliotecas, y hacerlo igualmente en Valencia, y en Torrent, y en Tarragona, y en Zaragoza, y en Xátiva, y en Toledo, y en Barcelona … en definitiva: hay que decírselo a los demás. Porque los de aquí, la mitad ya se lo saben, y la otra mitad ya ha demostrado que les importa un comino. Anuncios no en la prensa provincial (aunque pueda parecer que es tirar piedras contra mi tejado) sino en la prensa nacional, internacional incluso.

Qué gran oportunidad ha perdido Diputación, en estos días, y me consta, al no aceptar el ofrecimiento que una gran Revista de turismo internacional, el “Diario de Viajes” le ha hecho de aparecer resaltada con un par de páginas a todo color en su escaparate que se ve en toda España, en hoteles, agencias de viaje y encuentros profesionales. Porque ese es el camino por el que hay que andar, y hacerlo desde ahora mismo: mostrar la inmensa y variada riqueza de recursos turísticos que tenemos (y que ya hemos visto que es casi lo único que nos queda, a estas alturas de la crisis) a cuantos nos rodean. A nosotros no, que ya nos lo sabemos. Pero quizás para esto faltan los dineros, o las ganas…